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I.1.2 La dirección
ОглавлениеLa segunda premisa se refiere al lugar que conviene reconocer a lo continuo. No se trata de volver a abrir una querella sin objeto: la “mansión del sentido” es suficientemente amplia como para acoger tanto lo continuo como lo discontinuo, dado que ni lo continuo ni lo discontinuo hacen sentido por sí mismos, sino únicamente por su concurso mutuo. Lo más razonable sería tomar sus hipóstasis como “variedades” circunstanciales y ocasionales. Desde nuestro punto de vista, la pertinencia debe ser atribuida a la dirección reconocida en el discurso, es decir, a la reciprocidad tanto paradigmática como sintagmática del incremento y de la disminución. Son varias las consideraciones que abogan a favor de ese privilegio. En primer lugar, y sin hacer una religión del isomorfismo entre ambos planos, consideramos que, en el plano de la expresión, el acento ocupa un lugar tan singular que difícilmente aceptaríamos que no jugara ningún rol en el plano del contenido. Nos adherimos a Cassirer cuando habla, en el primer tomo de Filosofía de las formas simbólicas, del “acento de sentido”. En segundo lugar, en desacuerdo con su opción inicial, la semiótica se ha visto obligada a conceder un lugar insigne al aspecto, más allá de su aplicación al proceso: figuralmente hablando, el aspecto es el análisis del devenir ascendente o decadente de una intensidad, que ofrece al observador atento los más y los menos.3 Esta aproximación reconoce su deuda con G. Deleuze, quien a su vez se reconoce deudor de Kant. En Francis Bacon, lógica de la sensación, Deleuze rebasa, en términos que le son propios, la dualidad de lo paradigmático y de lo sintagmático: “La mayoría de los autores que han enfrentado este problema de la intensidad de las sensaciones parece haber encontrado la misma respuesta: la diferencia de intensidad se experimenta en una pendiente”.4 Deleuze remite a un pasaje difícil de la Crítica de la razón pura, titulado “Anticipación de la percepción”, en el que Kant plantea que la sensación es una magnitud intensiva: “Así, pues, toda sensación, y por tanto toda realidad en el fenómeno, por pequeña que sea, tiene un grado, es decir, una magnitud intensiva, que siempre puede disminuir; y entre la realidad y la negación hay una serie continua de realidades y de percepciones posibles, cada vez más pequeñas...”.5 El texto citado enlaza entre sí dos categorías de capital importancia: (i) la dirección, en este caso, decadente, lo que significa que la estesis se dirige inexorablemente hacia la anestesia, hacia lo que Kant llama “la negación = 0”; (ii) la división en grados y en partes de grados. Es posible considerar el concepto de serie, que también aparece en Brøndal, aunque a partir de otros presupuestos, como un “sincretismo resoluble” entre esas dos categorías.
La presencia insoslayable de Kant conlleva un indudable riesgo de confusión en la terminología semiótica. Desde la perspectiva del significante, interfieren tres parejas de conceptos: (i) el par [extenso vs intenso], ausente igualmente en los Prolegómenos, aunque de primordial importancia para satisfacer una de las principales preocupaciones de Hjelmslev como es la reconciliación entre la morfología y la sintaxis; (ii) el par [magnitud extensiva vs magnitud intensiva], exigido por Kant; (iii) el par [extensidad vs intensidad] que, desde la perspectiva tensiva interviene como análisis de la tensividad (volveremos sobre esto más adelante). Si se desligan los términos de sus definiciones, esa coincidencia terminológica conlleva algunos malentendidos: (i) entre la perspectiva kantiana y el punto de vista tensivo la coincidencia es bienvenida pero fortuita; (ii) entre las categorías hjelmslevianas y las categorías tensivas se produce un quiasmo, ya que para Hjelmslev las categorías extensas son directrices, mientras que para el punto de vista tensivo, la intensidad, es decir, la afectividad, rige la extensidad; (iii) finalmente, y salvo mejor parecer, Hjelmslev no menciona a Kant al hablar de intenso y extenso, de intensivo y extensivo, de intensional y extensional.