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La “epifanía” de Mozart
o la destrucción de mitos
ОглавлениеTodo lo que mencioné sobre preparación y esfuerzo está reñido con la falsa creencia sobre la “creatividad” que se ha postulado para escritores, artistas y descubrimientos científicos. La idea de que alguien descubrió la estructura helicoidal del ADN mientras tomaba un baño o descorchaba una botella tiene glamur. Pero la dura y transpirada realidad contradice y desenmascara el mito.
De hecho, por muchos años se le atribuyó a Mozart una carta publicada en 1815, en una revista de música alemana, donde aludía a su supuesta inspiración mágica cuando estaba tranquilo o cuando pasaba etapas sin dormir. Pero se probó que la carta era falsa y que su verdad se expresaba en cartas escritas a su familia en la que describía lo agotador que le resultaba componer su música, el esfuerzo de combinar armonía, ritmo y melodía. Kevin Ashton escribió un interesante libro sobre la destrucción de mitos, titulado Cómo volar un caballo, donde detalla los pormenores de la creación, los descubrimientos científicos y los más variados inventos.
Por supuesto que existen genios fuera del rango estadístico como Mozart o Einstein u otros similares en diversos campos de las humanidades y ciencias, pero son personas que pasan
la mayor parte del día objetivamente dedicados y enfocados en su pasión, aunque estén en un momento social o personal, su mente muy probablemente sigue conectada a ese tema central que mueve sus vidas.
Por el contrario, uno podría mostrar fácilmente que una inmensa mayoría de las personas que dedicamos gran parte de nuestras vidas a cierta actividad no llegamos nunca a generar la canción, el poema, la pintura o el artículo científico que se transforme en un aporte significativo a la humanidad.
Con el propósito de definir el expertise necesario para un ejercicio idóneo de la medicina, quizás sirva describir todo lo opuesto: la mediocridad de quienes harán de la medicina una práctica que de una forma u otra hace daño al paciente. El llamado “efecto Dunning-Kruger” corresponde a lo que estos psicólogos identificaron sobre la mediocridad.
Descubrieron que hay una relación proporcional entre la ineptitud y la sobreestimación de las propias habilidades, en pocas palabras: una relación entre la estupidez y la vanidad. Los autores postulan que la mayoría de las personas sobreestiman sus capacidades y esto llega a su máxima expresión en aquellas personas limitadas cognitivamente pero que tienen una “ilusión de superioridad”. Por este hallazgo recibieron el Premio Ig Nobel, un galardón internacional que se otorga a los descubrimientos más “curiosos” o extravagantes en ciencia.
La implicancia práctica de este problema se traduce en que si un sistema (hospital, universidad, gobierno) no cuenta con los sistemas de selección y promoción por mérito adecuados, los espacios los ocuparán personas que se creen idóneas para el puesto… y el resultado lo conocemos bien.
A todo lo anterior se agrega otra variable más importante en la medicina que en otros campos: complementar idoneidad con honestidad. Una combinación que, tristemente, no aparece con frecuencia. Sí solemos encontrar médicos inteligentes y capacitados que obran de manera deshonesta, con lo cual se convierten en un verdadero peligro para los pacientes.
Por supuesto, lo anterior no implica que en nuestro país no haya médicos con enorme capacidad y de una integridad sólida como una roca. Solo intento transmitir que lamentablemente, como todo el resto de las áreas, la medicina se ha deteriorado progresivamente.