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¿Es tan frecuente la enfermedad cardiovascular?

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Por desgracia, la enfermedad cardiovascular es la principal causa de muerte, de discapacidad física y de trastornos cognitivos en el mundo. Y digo “por desgracia”, porque a diario, una de cada tres personas del mundo muere como consecuencia de la enfermedad vascular, en un evento que podría haberse prevenido. El 85% de los eventos cardiovasculares ocurren en países emergentes, según los resultados publicados por H. Wang y colaboradores, en “Global, regional, and national life expectancy, all-cause mortality, and cause-specific mortality for 249 causes of death, 1980–2015: A systematic analysis for the Global Burden of Disease Study 2015”(“Expectativa de vida global, regional y nacional, mortalidad por todas las causas y mortalidad por causas específicas en 249 causas de muerte, 1980-2015: Un análisis sistemático para el Estudio de Carga Global de Enfermedad 2015”).

En una investigación a cargo de M.A. Allison, M.H. Criqui, C.M. Wright, titulada “Patterns and risk factors for systemic calcified atherosclerosis” (“Patrones y factores de riesgo para aterosclerosis calcificada sistémica”), se estudiaron las arterias carótidas, las coronarias, la aorta en el abdomen y las arterias ilíacas y femorales en las piernas de 650 personas asintomáticas. Los autores confirmaron que a los 50 años se podía detectar aterosclerosis en todas las arterias estudiadas en 82% de los hombres y 68% de las mujeres. Estos hallazgos evidencian la alta prevalencia de aterosclerosis durante un período asintomático en la población general.

En efecto, todo artículo científico sobre estas patologías destaca la atención a tener sobre los factores de riesgo (hipertensión, colesterol, diabetes, cigarrillo, etc.) y la importancia de un tratamiento agresivo e intensivo sobre esos factores. Sin embargo, en contraste con lo anterior, en el 50% de los estudios científicos sobre la enfermedad vascular no se logra un control adecuado de la presión, lípidos y diabetes, porque difícilmente se puede lograr que un paciente adulto cambie su estilo de vida habitual a uno de actividad física frecuente y una nutrición adecuada. Esperablemente, el control de los factores de riesgo es aún peor en la práctica médica asistencial cotidiana.

En el trabajo asistencial diario frecuentemente escuchamos al paciente que se declara “reacio” a tomar medicaciones, a los que creen que tres sesiones de gimnasio intensas por semana compensan todos los asados y tortas que coman en ese tiempo, los que declaran su amor por el cigarrillo y muchos otros escépticos del efecto de la prevención. Estas actitudes probablemente evidencian que el sistema de salud no ofrece programas de prevención vascular efectivos. Una vez que los pacientes entienden bien los riesgos y beneficios para su propia salud, tienden a cambiar de actitud.

Se trata de empoderar a la persona con conocimientos que no tiene y que le permiten sentir que puede controlar su expectativa y calidad de vida. Entienden que el rol del médico no es “retarlos” —por fumar o por la falta de ejercicio— ni “convencerlos”, sino transmitirles información que les permitirá tomar las decisiones correctas. También encontramos a los que simplemente dicen que “de algo hay que morir” y que no quieren vivir 90 años. A estos últimos les preguntamos si pueden imaginar quiénes quieren vivir 90 años, a lo que luego de la pausa que se genera por nuestra pregunta, les damos la respuesta: todas las personas que tienen 89 años…

Globalmente, la prevención de la enfermedad vascular se hace sin una metodología sistemática organizada y ocurre además fuera de clínicas con especialistas en las múltiples disciplinas que requiere una prevención efectiva: cardiólogo, neurólogo vascular, diabetólogo, nutricionista, especialista en cesación tabáquica, genetista, deportólogo, psicólogo. Es muy difícil, o simplemente imposible, que uno solo de esos especialistas aislado en un consultorio pueda abarcar la enorme cantidad de temas que necesita un individuo para disminuir su riesgo vascular.

Sin duda puede resultar abrumador para cualquier persona tener que consultar a tantos especialistas. Incluso, muchas personas terminan sin un diagnóstico certero porque un profesional contradice lo que dijo otro. En realidad, la mayoría de los pacientes deben ser vistos por 2 o 3 de estos especialistas. Si una persona es obesa, fuma y tiene diabetes, pero decide ver a un solo médico, tiene muy baja probabilidad de mejorar alguno de esos problemas.

En las clínicas interdisciplinarias, un médico evalúa inicialmente al paciente y le indica un estudio que mide la cantidad de placa de aterosclerosis acumulada en sus arterias. De acuerdo a los resultados, se le otorgan turnos para ver a los especialistas que necesita (en lo posible dentro del mismo día).

Con el advenimiento de la genómica —estudio de los genes en un individuo— se permitirá alcanzar en la práctica a la medicina de “precisión”, que debería revolucionar los resultados de tratamientos al seleccionar la medicación y tecnología adecuadas para cada patología vascular específica. Todo lo anterior permitiría que con un solo esfuerzo se disminuyeran las graves consecuencias de las dos enfermedades, infarto de miocardio e infarto de cerebro, que causan la mayor mortalidad global.

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