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Momias: un aporte inesperado a la salud mundial

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A lo largo del siglo XX se describió la relación de la arteria carótida del cuello con la “apoplejía” (v.g. ACV), e incluso el portugués Egas Moniz describió y realizó la primera angiografía cerebral en los años 30—por lo que recibió el Premio Nobel— con la que se podían analizar todas las arterias cerebrales y sus alteraciones. Pero fue Charles Miller Fisher en la década de 1950 quien definió los mecanismos vasculares que operan cuando ocurre un ACV. Hasta ese momento se pensaba que el ACV se debía a un “vasoespasmo” de las arterias cerebrales. Miller Fisher, como describiré más adelante llevó a cabo estudios patológicos en arterias de pacientes que sufrieron un ACV y así detectó el mecanismo de la oclusión arterial como la causa del ACV. Por ejemplo, luego de la muerte de un paciente, extraía las arterias del cuerpo y las observaba con microscopio para definir precisamente qué había ocurrido, ya que en esa época la mayoría de los neurólogos también eran patólogos.

Contrariamente a extensos argumentos sobre la ausencia de aterosclerosis en poblaciones que vivieron hace miles de años (se habla de la “dieta” paleo que consumían nuestros parientes neandertales hace más de 40.000 años), se han publicado los resultados en un estudio de momias de diversas regiones en el mundo.

Análisis con tomografía computada de cuerpos momificados en varias regiones muestran que, a pesar de una edad promedio baja, se ha detectado evidencia de calcificación en las arterias carótidas, que indica un proceso de aterosclerosis presente durante la vida de estos individuos. Cabe reconocer la originalidad y dedicación de los autores para completar un trabajo, sin duda complejo, que ha aportado valiosa información para comprender el proceso de la aterosclerosis en humanos.

Thompson y colaboradores realizaron tomografías computadas en 137 momias provenientes de cuatro regiones geográficas muy diferentes: Egipto, Perú, pueblos ancestrales del suroeste de los EE.UU. y de los unangas de las islas Aleutianas —en el estrecho de Bering y Alaska—, pertenecientes a un espacio de tiempo que abarcaba más de 4000 años. Se definió “aterosclerosis” al hallazgo de calcificaciones a lo largo del trayecto de una arteria donde se sabe que la enfermedad se localiza: arterias femorales e ilíacas en las piernas, aorta abdominal, carótidas en cuello y arterias coronarias.

Un tercio de las momias mostraron arterias afectadas por aterosclerosis (sin diferencia entre la arteria específica comprometida). Se detectó un grado de aterosclerosis significativo con más de dos territorios arteriales afectados en 9% de las momias. La edad promedio de muerte con aterosclerosis fue 43 años y de 32 en las que no tenían enfermedad arterial. Mientras mayor era la carga de aterosclerosis, mayor la edad promedio de muerte (la acumulación de aterosclerosis era proporcional a los años vividos).

La dieta de los grupos estudiados varió, ya que en Egipto y Perú la agricultura generaba la mayor proporción de lo ingerido, en las Aleutianas la dieta estaba preponderantemente basada en pescado, focas y otros animales marítimos (estos pueblos inventaron el kayak) y en los EE.UU. los pueblos eran recolectores y cazadores. Se debe destacar que, en Egipto, a diferencia de las otras localizaciones, se momificaba a las personas con mayor rango social por lo que también debían ser las mejor alimentadas. También se puede inferir que todos estos pueblos (cazadores, colectores y agricultores) realizaban más ejercicio que civilizaciones posteriores ya que no usaban animales para carga o transporte. Por todo lo anterior se puede confirmar que a pesar de alimentarse con dietas —en general consistentes con lo que hoy definimos como “sanas”— y costumbres muy diferentes, la aterosclerosis no mostró diferencias significativas en su distribución arterial ni en la severidad de compromiso entre todos estos individuos con orígenes tan diferentes.

Como dato adicional de interés, los pueblos aleutianos vivían en refugios subterráneos para protegerse del frío y los fuertes vientos. Esto hacía que cocinaran su comida y calentaran sus refugios con fuego prendido en su interior. Varios estudios han mostrado compromiso pulmonar severo por la polución inhalada secundaria a la quema de biomasa en los hogares. Se puede especular que esta polución también puede haber contribuido a la aterosclerosis presente en estos grupos. Las infecciones constituían una de las principales causas de muerte, por lo que un estado inflamatorio crónico en aquellos que superaban el episodio agudo puede también explicar un estímulo a la progresión de aterosclerosis.

Tal como lo muestra el resultado de este análisis titulado “Atherosclerosis across 4000 years of human history: the Horus study of four ancient populations” (“La aterosclerosis a través de 4000 años de historia humana: el estudio Horus en cuatro poblaciones de la antigüedad”), los que vivían más años mostraban aterosclerosis en sus arterias mientras que la mayoría morían más jóvenes (por accidentes, luchas o infecciones) antes de acumular una carga significativa de aterosclerosis.

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