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Funciones cerebrales

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Si bien hasta hace relativamente poco tiempo se pensaba que regiones específicas del cerebro se ocupaban exclusivamente de ciertas funciones intelectuales superiores (lenguaje, función ejecutiva, orientación, memoria, etc.), estudios recientes han mostrado que las diferentes funciones están controladas por múltiples regiones cerebrales.

En 2019 visité a un investigador del instituto de función cognitiva de Harvard que estaba haciendo experimentos con una rata sobre los procesos para análisis y toma de decisiones. Siempre se pensó que la capacidad de organizar, planear y ejecutar acciones era propia y exclusiva del lóbulo frontal. La rata estaba conectada por un cable desde su cerebro a un equipo de electroencefalografía que mostraba las zonas que se activaban. Se entrenaba a la rata para que aprendiera dónde encontrar la mayor cantidad de comida y definir así qué áreas del cerebro se activaban cuando tomaba la decisión sobre qué camino tomar en el laberinto.

Los resultados mostraron que durante la toma de decisiones se activaban áreas que no estaban relacionadas con el lóbulo frontal. Otros estudios mostraron también funciones que se activan durante el sueño, como el aprendizaje o “reparaciones” que atañen a la salud cerebral. Estos hallazgos también se han confirmado en seres humanos.

Algunas funciones tienen una localización relativamente específica. El lenguaje se ubica en el denominando hemisferio dominante, que es el izquierdo en la mayoría de las personas (aun en los zurdos). La capacidad de generar frases se localiza en el lóbulo frontal y la de comprenderlas en el lóbulo temporal. Sin embargo, frecuentemente vemos pacientes con lesiones en esas áreas que recuperan significativamente su capacidad de hablar un tiempo después de ocurrido un ACV.

El New England Medical Center —hospital donde hice la especialización en ACV con el Dr. Caplan— queda junto al barrio chino de Boston por lo que usualmente teníamos pacientes orientales. En una ocasión, nos llamaron para evaluar a un hombre chino que no hablaba inglés, y recurrimos a la traductora de mandarín que tenía el hospital. Ella trataba de comunicarse, pero el paciente la miraba desorientado. Nosotros en inglés también intentamos, sin respuesta alguna.

La pérdida del lenguaje por el ACV estaba confirmada. Hasta que, probablemente cansado de soportar nuestros intentos, el paciente miró al hijo y le comentó: “¿qué es lo que dicen estos?”… ¡en español! El paciente, como la mayoría de los habitantes del barrio chino, hablaba cantonés y por eso no entendía el mandarín de nuestra traductora. Había vivido varios años en Cuba antes de llegar a los Estados Unidos, de modo que hablaba un español bastante correcto con el que pudimos seguir el interrogatorio.

Los pacientes con lesiones en el hemisferio derecho muestran alteraciones en su capacidad para reconocer la secuela de la lesión —aun cuando sea severa— y en su capacidad para reconocer el “mundo” a su lado izquierdo. Tengo siempre presente un ejemplo de los efectos de las secuelas causadas por daño en el hemisferio derecho cuando en una guardia un paciente en que habíamos confirmado un extenso infarto derecho decidió levantarse e irse a su casa porque según él “no tenía nada”. El paciente tenía totalmente paralizado el lado izquierdo del cuerpo (hemiplegia), por lo que cayó pesadamente al suelo antes de que pudiésemos reaccionar.

También he ingresado al cuarto de pacientes que habían comido solo lo que estaba en la mitad derecha del plato, sin tocar los alimentos de la mitad izquierda y en algún caso encontré a una paciente que tenía puesta la parte derecha de su pijama y no se lo había colocado en el brazo izquierdo.

Algunas áreas resultan en secuelas muy particulares como la lesión parietal izquierda que causa el síndrome de Gerstmann en que el paciente pierde la capacidad de nombrar sus dedos (agnosia digital), no puede hacer cuentas (acalculia), tiene imposibilidad de escribir (agrafia) y sufre confusión de izquierda-derecha. La lesión del área occipito-temporal (más frecuente en el lado derecho) puede resultar en prosopagnosia (prosopos: rostro y agnosia: no reconocer), que es la incapacidad de reconocer caras (ceguera visual). Estos pacientes pierden la capacidad de integrar las características de los distintos componentes de una cara para definirlos como pertenecientes a una persona específica.

Cuando la lesión es severa tienen que reconocer a sus relaciones por la voz, ropa, perfumes y otras particularidades. He visto pacientes que más allá de no reconocer fotos de personas famosas, no podían decir si una cara estaba en posición normal o invertida. Alguno, en versiones severas, tampoco podía diferenciar una cara humana de una animal. Las lesiones en la zona occipital relacionada con la visión también pueden causar fenómenos como las alucinaciones que un paciente describía, mientras lo examinábamos, como pájaros de colores que cruzaban el techo de su cuarto caminando sobre un cable. La paciente que —a pesar de estar totalmente ciega— insistía en que podía distinguir mi corbata y delantal. Podía oír mi voz juvenil (29 años en ese momento), y me llamaba handsome (“buen mozo”), aunque nunca me pudo ver.

Vale la pena leer el libro El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (haciendo alusión a un paciente con prosopagnosia) que escribió el célebre neurólogo Oliver Sacks, también autor de libros exitosos como Despertares, Musicofilia, Un antropólogo en Marte y muchos otros altamente recomendables para quien tenga un interés especial en la neurociencia. Sabiendo que moriría pronto por un cáncer, escribió el libro Gratitude (Gratitud) en el que no solo se reconoce lo extenso de su capacidad literaria sino también su valiosa condición como ser humano. En El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, Sacks describe diferentes pacientes que conoció durante su vida como neurólogo y las alteraciones neurológicas que presentaban causadas por lesiones en diferentes sitios específicos del cerebro.

Otras funciones cerebrales más concretas como los movimientos oculares, de la lengua y de la cara, la sensibilidad y la fuerza están más precisamente localizados, por lo que resulta relativamente fácil predecir la ubicación de una lesión que tiene un paciente que haya sufrido una lesión cerebral (por tumor, ACV, traumatismo u otra causa).

Lo importante es recordar que la forma más efectiva de preservar todas estas valiosas funciones que definen quiénes y cómo somos es manteniendo arterias sanas durante toda la vida.

A mí no me va a pasar

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