Читать книгу Macabros - César Biernay - Страница 12

Entre la pizarra y la botella

Оглавление

Nicolás Alberto Arancibia Muñoz es chileno natural de Arica. Nació el 26 de octubre de 1932, con 30 años a 1963. Es hijo de Arturo Arancibia, alcohólico y de oficios esporádicos, y de Irene Muñoz, madre de carácter autoritario. Desde niño Nicolás depende afectivamente de su mamá. Cuando esta jubiló, recibió el dinero y adquirió su vivienda en calle Chaigneaux, en Cerro Barón. Inscribió la propiedad a nombre de todos sus hijos, ya que su deseo es que al morir la hereden ellos y no su esposo, que nunca trabajó en nada y que, por su adicción al alcohol, podría aprovecharse del dinero de la venta del inmueble.

Nicolás no presenta problemas psiquiátricos, a pesar de tener un hermano con una anomalía severa y antecedentes de cuadros de delirio de persecución enfocados en su abuela materna. Su aspecto se presenta descuidado, con evidente abandono personal. Su rostro es inexpresivo y sus cabellos son largos y desordenados. Es un sujeto alto, macizo y rubio, desprolijo en su afeitar y viste frecuentemente un terno celeste a rayas que acompaña regularmente con una llamativa camisa rosada. Desde muy joven ha trabajado, siendo obrero durante tres años. Durante dos años estudió Pedagogía en la Escuela Normal de Viña del Mar, paralelamente a su trabajo en la construcción.

Tras titularse como profesor primario y ser destinado a la ciudad de Los Andes, se casó el 19 de octubre de 1956, a la edad de 24 años, con Adriana Villarroel Fuentes, a quien conoció mientras estudiaba. Adriana es dos años mayor que él y es practicante. Junto a ella se trasladó a Los Andes, donde trabajó durante dos años. Luego se mudaron a Limache, lugar donde ejerció la docencia en la Escuela Quinta N° 100, en Lo Gamboa, permaneciendo allí solo cuatro años, para luego trasladarse a Valparaíso y posteriormente a Illapel, donde se desempeñó un año en cada colegio. Nicolás descarta que esta falta de estabilidad laboral se deba a su falta de compromiso, atribuyéndolo a su esposa, quien “se quejaba de la falta de comodidad en los pueblos pequeños, instándolo permanentemente a solicitar nuevas destinaciones” (informe psiquiátrico).

De esta manera, en su desempeño laboral Nicolás denota inestabilidad y falta de pertenencia. Acostumbraba a vestir desaseado, con su terno celeste pálido y desteñido, y con frecuencia se le veía ebrio. Según palabras de su propia esposa, el profesor Arancibia es de mal carácter, retraído y muy poco comunicativo. Siempre opta por resolver individualmente sus problemas. Con Adriana tuvieron a Vivian, su primera hija, al tiempo que le pidió estar un momento solo en otra ciudad. Una mañana llegó la esposa con la hija y él estaba con resaca tras una noche de juerga. Despertó de mal humor y golpeó a su esposa. Adriana se marchó con la promesa de no volver a verlo.Tras el perdón, volvieron a vivir juntos y tuvieron a Sandra, su segunda hija, pero la violencia fue reiterada y la unión se tornó dañina. Una golpiza la dejó con parálisis facial, sin que Adriana consignara la denuncia. Por aquel tiempo arrendaban en Limache, en una pensión en Lo Gamboa S/N, en casa de Rosa Ahumada, cuidada por la señora Aurora Córdova. La nieta de la pensionista, la joven Aurora del Tránsito, de primorosos 17 años, le ayudaba a cuidar a la niña a raíz de las lesiones que Adriana tenía, generando una mutua compañía entre ambas.

La esposa del profesor notó una furtiva amistad entre su marido y la joven Aurora, pero no le dio mayor importancia, ya que solo quería volver a Valparaíso con su familia. Adriana anhelaba dejar de exponerse a la violencia de Nicolás y este deseaba formalizar su relación con la joven Aurora. De hecho, el mismo Nicolás gestionó el camión para mudar a su esposa a Valparaíso.

Nicolás y Adriana se separan tras cuatro años de convivencia, con el antecedente de haberse separado tres veces en ese tiempo. Acordó pagarle 30.000 pesos mensuales, pero este compromiso lo cumplió solo los dos primeros meses, en octubre y en noviembre de 1960, faltando a su palabra llegado diciembre. Ante ello, Adriana recurrió a la Dirección Escolar y después al Juzgado de Menores, logrando que al profesor se le descontara mensualmente el 50% de su sueldo, monto que alcanzó inicialmente la suma de 60.000 pesos y luego 75.000. Arancibia alegó que se separó por infidelidad comprobada de su esposa, y que a la fecha ella realizaba “labores del sexo”, asegurando estipendios mensuales para el cuidado de sus hijas. Lo cierto es que el descuento fue inapelable, asumiendo así su nueva y complicada situación económica. Se mudó con la joven Aurora a una pensión más barata para luego volver donde sus padres, solicitando su traslado a una escuela en Valparaíso.

Macabros

Подняться наверх