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EL OLFATO POLICIAL DE ANKER

* * *

El caso del canino rastreador (1967)

Allí estaba echado un perro, sin comer y sin dormir,

quería mirar a su dueño, no le importaba vivir.

Así murió el perro negro, aquel enorme guardián,

que quiso mucho a Gilberto y dio muerte a don Julián.

José Alfredo Jiménez, El perro negro.

Desde los albores de su existencia, el hombre ha convivido con animales salvajes y domésticos en mutua complicidad, evolucionando juntos en sus ciclos vitales. Caballos, halcones, gatos y un sinfín de especies facilitaron al hombre el desarrollo de sus faenas diarias. Alimentarse del ganado y de su leche, producir una amplia variedad de subproductos derivados de los lácteos, arar un prado y enviar mensajes atados a la pata de un pajarillo fueron tareas primitivas que asentaron las bases del desarrollo humano.

Entre la variada fauna que evoluciona junto al hombre se encuentra el perro, mascota fiel y leal por antonomasia que por sus cualidades innatas, como el olfato, la agudeza del oído y su fiereza, contribuye activamente al desarrollo de las ciencias, la guerra y hasta la contención emocional de pacientes que han vivido eventos traumáticos.

Así, el perro se usó en la guerra para abastecer agua a los soldados heridos; en la ciencia, en los estudios de Iván Pávlov sobre el reflejo condicionado; en pruebas de lanzamiento de cohetes en la carrera espacial tanto en Estados Unidos como en la Unión Soviética, por nombrar solo algunas colaboraciones. En este orden de ideas, una de las incursiones caninas de mayor reconocimiento en la sociedad la constituyen los perros policiales, que brindan su olfato y agudeza en apoyo a los detectives en la investigación criminal.

Es así como en 1966 se crea en la PDI el Grupo de Adiestramiento y Servicio de Perros Policiales de Investigaciones (GASPOL). Esta histórica unidad fue la primera en su tipo en esta institución, asumiendo como principal misión el adiestramiento de perros como apoyo a la investigación criminal. En sus inicios no disponía de instrumental técnico, ni veterinarios, ni habitáculos para canes. En efecto, cada funcionario cuidaba de su propio perro. Durante el día cada policía entrenaba a su perro en el cuartel, lo llevaba consigo en sus diligencias y cuando el turno terminaba lo llevaba a su casa, donde se alimentaba, aseaba y dormía.

El primer jefe de GASPOL fue el subinspector Fernando Castro Arellano, quien más adelante sería el instructor de Anker, canino rastreador que, sin saberlo aún, escribiría una de las páginas más recordadas de la historia policial chilena.

Nace una leyenda

El viernes 20 de mayo de 1960 la perrita ovejero alemán Lassy de Norma se apresta a dar a luz a sus crías. El propio Fernando Castro colaboró en sus nacimientos, en una hermosa camada de seis cachorros machos, donde Anker pesó 300 gramos. Entre sus principales señas, el Registro Genealógico de la Asociación Pro Perro Ovejero Alemán (APOA-Chile)7 destaca su color negro predominante, con amarillo en máscara y patas, similar a las características de su padre, Waldy von Rommel.

A solo dos días de su nacimiento se registró la mayor catástrofe que recuerda el país. Un movimiento telúrico de magnitud 9,5 grados asoló la ciudad de Valdivia, considerado en Chile y el mundo como el megaterremoto más potente registrado instrumentalmente en la historia de la humanidad. Perros rastreadores colaboraron en la búsqueda de personas, animando a Fernando en la instrucción canina de su mascota recientemente nacida.

Fue bautizado como Anker, nombre alemán que en español significa “Ancla”. Su nombre completo es Anker von Ratty, cuyo origen es tan particular como interesante. Si bien su padre era de apellido Von Rommel y lo habitual era que continuara con este linaje, los criadores de fina sangre pueden modificar el apellido al momento de inscribir un cachorro. Una variante es consignar como apellido el nombre del propietario, de su criadero o del lugar donde nació. Para la camada que llegó a GASPOL, incluyendo a Anker, “acordaron llamarlo como a los detectives, o mejor dicho, ‘de Rati’, razón que llevó al apellido ‘von’ (de, en alemán) Ratty” (Parraguez, 2016: 55).

También conocido como “pastor alemán”, esta estirpe es relativamente nueva y se remonta a fines del siglo XIX. El ovejero es una de las especies caninas más queridas y admiradas, formando parte del grupo de pastoreo utilizado preferentemente para reunir y vigilar ovejas. Por su fuerza, inteligencia y capacidad de entrenamiento, constituyen la raza ideal para tareas como perro guardián, guía de ciegos y animales de salvamento. También apoyan a las fuerzas de seguridad en los cuerpos de policía y en el ejército, en unidades caninas, que en algunos países se denominan K-9.

Durante la Segunda Guerra Mundial el perro ovejero fue utilizado por el ejército alemán como rastreador, conquistando respeto y admiración a nivel internacional. Robusto, flexible y ligeramente alargado, el ovejero alemán es además un canino de compañía capaz de pastorear vacas y cualquier tipo de ganado. De cuerpo musculoso, infatigable trote y mandíbulas que cierran en tijera, constituye un aliado vigoroso, equilibrado y fácil de adiestrar.

Entre los ejemplares mediáticos de esta raza se encuentran Rin Tin Tin, de la serie televisiva del lejano oeste; Comisario Rex, de la famosa serie austríaca; Samantha, de la película Soy leyenda, protagonizada por Will Smith; Max, de las series El hombre nuclear y La mujer biónica; Relámpago, de la película 101 Dálmatas II, entre muchos otros. También destaca la perra Blondi, de propiedad de Adolf Hitler.

Considerando las cualidades que el perro ovejero alemán brinda en los servicios policiales, tres de los seis cachorros de la lechigada de Lassy cumplieron funciones en GASPOL, cuando esta se creó: Anker, Atlas y Heidy constituyen la piedra fundacional del grupo de adiestramiento canino de la PDI, siendo Anker el primero en presentarse a la lista luego de que el mando procediera a la creación de GASPOL. Los tres cachorros restantes de la camada fueron regalados por Fernando a policías amigos.

Anker creció rápidamente. A ojos de su guía, fue un perro cariñoso que jugaba a la escondida con su hija y otros niños del barrio. En su hogar tiraba a la pequeña sobre un carrito y le enseñó a caminar a un sobrino del instructor. A su juicio, además, la preparación policial de Anker comenzó un poco tarde, recién en 1965. Tanto en las oficinas del cuartel como en casa, Fernando observaba una mansedumbre ejemplar en el can, pero “se tornaba impaciente y exigente en la cancha en misión rutinaria. Me resultaba estimulante, por ejemplo, viéndolo en casa retozar con mi esposa y con mi hijita de escasos años. Me atrevo a juzgar, sin temor a exagerar, que les sabía corresponder con afecto casi humano” (Castro, 1967: 2).

De esta manera, Anker fue adiestrado desde los cinco años, especializándose en rastreo y ubicación de cadáveres. En septiembre de 1967 dio su examen ante un juez de la Confederación Sudamericana del Perro Pastor Alemán (COSUPA), obteniendo un alto puntaje. Dicha evaluación es reconocida por la SV alemana (Verein für Deutsche Schäferhunde), que agrupa a todas las asociaciones de perros ovejeros alemanes.

El 3 de septiembre de 1967 Anker rindió su examen de rastreo en la Asociación de Criadores de Perros Ovejeros Alemanes (ACOA – Chile)8, marcando una alta puntuación en esa especialidad (94 de 100) y obteniendo 278 puntos totales, de un máximo de 300. En el aspecto deportivo, Anker fue campeón en la selección de ejemplares para participar en el evento sudamericano celebrado en Chile y fue entrenado para las competencias de Montevideo el año entrante.

Búsqueda del rumano asesinado

El miércoles 8 de noviembre de 1967 se denuncia la desaparición del contador rumano Moisés Herscovici Hamkel, con domicilio en una antigua y desaseada casona de calle Ernesto Samit N° 519, en Quinta Normal. Lindante a la casa fluían las aguas del canal Yungay-Zapata, cuyo afluente converge en la laguna de Pudahuel. Para su ubicación se solicitó la presencia y colaboración de Anker, quien actuó acompañado de Atlas, su hermano.

Las huellas encontradas en la habitación donde el rumano fue asesinado el miércoles anterior a su búsqueda daban cuenta de que el cadáver se encontraría en el agua (La Tercera, 1967: 1). Así, en compañía del jefe del grupo investigador de la Brigada de Homicidios, inspector Osvaldo Díaz Oyarzún, detectives, bomberos y perros rastrearon toda la extensión del canal, incluyendo dos kilómetros hacia el poniente que estaban abovedados. El trabajo resultó extraordinariamente arduo y peligroso, tanto por lo torrentoso de la corriente como por sus emanaciones pestilentes, debido a la gran cantidad de animales muertos que flotaban en el gélido cauce.

Tras recorrer aproximadamente diez kilómetros de canal, y tras cinco horas de búsqueda, a la altura del tranque Lo Prado Bajo, cuando el grupo de rastreadores ya desesperaba, se escuchó el característico ladrido de aviso. Corrieron hacia el lugar, en medio del agua, pero desalentados vieron que solo se trataba de la carroña de un cerdo. Ante la instrucción de proseguir el rastreo, el ovejero no continuó con la búsqueda. Se quedó allí desobedeciendo la orden y persistiendo en su olfato.

El perro siguió ladrando como si tratara de decirle algo a su instructor. Ayudado por uno de los bomberos que colaboraba en la maniobra, premunido de una estaca, procedieron a voltear la carroña de cerdo y con sorpresa observaron que, el cadáver que buscaban se encontraba allí, aplastado por la masa porcina putrefacta.

El cuerpo del contador fue sacado por el detective Raúl Jara y el bombero Sergio Falcón de la Primera Compañía, desde los pantanosos terrenos que cercan la laguna de Barrancas. Ambos tendieron el cadáver en la escalera de uno de los carros de bomberos que llegaron al lugar. Luego, tras su retiro, el cadáver fue periciado por personal de la Brigada de Homicidios, quienes confirmaron la identidad de la víctima. Se valoró el trabajo de todo el equipo y muy especialmente el aporte del perro policial, desempeño que fue ampliamente difundido en los diarios locales, que lo informaron en sus portadas bajo el título “El perro Anker halló al rumano”.

Olfateando robos

Anker y Atlas colaboraron además en una pesquisa por la sustracción de pólvora en cajas desde la bodega de la compañía minera Las Vizcachas, ubicada en el homónimo lugar. Se resolvió recurrir a la colaboración de los perros de GASPOL ante las serias dificultades que presentaba el terreno montañoso para investigar el robo. Ubicar una de las cajas entre los tupidos matorrales que ofrecía el faldeo precordillerano no fue difícil para los canes. Esta acción permitió identificar y posteriormente detener a los autores de la sustracción, recuperándose prácticamente la totalidad de la pólvora robada.

En otra ocasión Anker, su instructor y otros funcionarios del grupo de adiestramiento se trasladaron en camioneta hacia una parcela ubicada en Los Dominicos, para cooperar en la investigación de un caso de robo de 190 gallinas en un criadero. Mientras los funcionarios trabajaban en el sector, divisaron en la lontananza un grupo de individuos de mal vivir. Estos avanzaban gesticulando contra los investigadores y blandiendo algunos palos que portaban con fiereza. Al frente de ellos se desplazaba una corpulenta mujer que los azuzaba a su manera. Comprendiendo que la integridad física de los policías peligraba, decidieron pedir cooperación a Anker. A la orden de su instructor el perro dio tres batidas “suficientes para que el enfurecido grupo de malencarados sujetos se dispersara acobardado” (Revista de la Dirección General de Investigaciones, 1975: 51).

Anker era valiente, aunque sin llegar jamás a la ferocidad. Pero en momentos como el citado podía adoptar tal actitud, que a ojos de su instructor era solo aparente y destinada a infundir respeto entre quienes se atrevían a desafiar a la autoridad. La mujer insistió tras breve vacilación. Señaló que no era cobarde y que no temía a los perros. No hubo forma de que depusiera su belicosa actitud; incluso intentó agredir a los funcionarios de la PDI, momento en que Anker obró de propia iniciativa, parándose en sus extremidades traseras y posando sus patas delanteras sobre el pecho de la mujer, con suavidad y sin mostrar los dientes. La mujer se aquietó al instante y dejó trabajar a los detectives.

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