Читать книгу Misioneros en Sudamérica - Daniel Oscar Plenc - Страница 10

El final de un largo viaje

Оглавление

Los Riffel provenían originalmente del cantón de Valais, en el valle del Alto Ródano, en el suroeste de Suiza. Por causa de su fe protestante, muchos se vieron obligados a escapar al norte de Suiza, para trasladarse luego al sur de Alemania, donde se dedicaron a la agricultura. La economía devastada por las guerras hizo que la invitación de Catalina la Grande, volviera tentadora la opción de mudarse a las márgenes del río Volga en Rusia.5 Como otros miles de inmigrantes, los Riffel se trasladaron al imperio de los zares en la segunda mitad del siglo XVIII.6

Las perspectivas parecían halagüeñas, pero la nueva patria fue dura con ellos. Los inviernos eran largos e intensos y las inundaciones frecuentes. Con el desarrollo de la región, vino la escasez de tierras y el empeoramiento de las condiciones de vida. Los jóvenes fueron obligados a realizar el servicio militar, a veces por años. Entonces decidieron que era tiempo de ponerse en camino, esta vez hacia el Nuevo Mundo. A fines de 1876, Jorge Riffel, su esposa María L. Ziegler y su hijo David, salieron en tren hasta Bremen y luego por barco hacia Sudamérica.7 Muchos otros familiares y amigos hicieron lo mismo, dirigiéndose tanto al norte como al sur del continente.8 Federico, hermano de Jorge, su esposa Cristina y cuatro niños se dirigieron a los Estados Unidos. El destino de Jorge y los suyos por algunos años fue Río Grande do Sul, en Brasil. De nuevo las condiciones para sembrar trigo en esas tierras tropicales no fueron favorables y, como otros lo habían hecho antes, se dirigieron a Entre Ríos, en la República Argentina.9

Las tierras eran buenas y el contacto con parientes y conocidos de la comunidad alemana los hizo sentirse cómodos. Pero las cosechas solían ser magras por falta de lluvias y otras veces las langostas las devoraban completamente. En todo ese tiempo de trabajos y luchas los Riffel mantuvieron contacto epistolar con sus familiares que habían emigrado de Rusia a los Estados Unidos. Hay evidencias de que algunos de ellos habían conocido las doctrinas adventistas y las habían estado compartiendo con sus parientes de Sudamérica. Fue en esas circunstancias cuando Federico Riffel los invitó a unirse a ellos en la próspera región norteamericana de Kansas. Jorge, María y David vendieron sus cosas, se despidieron de los suyos y por 1885 se establecieron en Tampa.

Poco imaginaban entonces que además de prosperidad material hallarían una nueva y emocionante experiencia espiritual. El anuncio de unas reuniones de evangelización en alemán ofrecidas por el pastor Louis R. Conradi, de Michigan, cautivó su atención.10 Muchos colonos aceptaron el mensaje y se gozaron en la esperanza adventista. Jorge, María y David Riffel fueron bautizados por el pastor H. H. Schulz en torno a 1888, lo mismo que Federico y su familia.11 A fines del año siguiente, Jorge ya no pudo guardar sólo para sí lo que había encontrado y decidió regresar a la Argentina como misionero. Lo animaban por lo menos dos razones: Uno de sus amigos le había escrito, diciéndole que guardaría el sábado si hubiera algún otro que lo hiciera con él. Además, había leído un artículo en un periódico alemán que lo impresionó con la necesidad de predicar el evangelio en esas tierras abandonadas.

Lo acompañaron con el mismo propósito otras tres familias alemanas, las de Osvaldo y Eva Frick, Augusto y Cristina Yanke, y Adán y Eva Zimmermann, con sus hijos Lidia y María.12 Federico ya tenía una gran familia de diez hijos y decidió permanecer en Kansas. Entretanto, Jorge había enviado cartas e impresos a sus allegados de la Argentina con mensajes cargados de entusiasmo acerca de las profecías bíblicas, la venida de Jesús y el sábado. La respuesta del cielo a sus oraciones había sido clara: “Ve de nuevo a la Argentina. Retorna a Sudamérica como un evangelista laico”.

Mientras las tres familias que ingresaban por primera vez al país se demoraban con trámites de inmigración, los Riffel remontaron lentamente el río Paraná hasta llegar a Diamante en febrero de 1890. En el viaje de un par de horas hasta la casa de Reinhardt Hetze en Barranca Blanca, Jorge Riffel dio su primer estudio bíblico y logró una decisión significativa. Ese fue sólo el comienzo de un ministerio fecundo en los primeros años del adventismo sudamericano. Al llegar al hogar, María Gerlach de Hetze les dio la bienvenida. Al día siguiente Jorge Riffel celebró un culto, que algunos han denominado la primera Escuela Sabática de Sudamérica. Hanna Hetze, entonces de cuatro años, dijo mucho después que Riffel abrió su Biblia y habló acerca de Adán y Eva.

Riffel decidió evangelizar el área de Crespo y se radicó en un lugar conocido como Aldea Jacobi. Pronto llegaron las otras tres familias y pusieron manos a la obra, alternando el cultivo del maíz y del trigo con la proclamación de las buenas nuevas. Se les unieron ocho familias y pronto había veinte nuevos guardadores del sábado que se congregaban en casa de los Hetze. Con ese grupo de creyentes organizaron una comunidad rural que llamaron La Isla, en un área situada entre dos arroyos. Hanna Hetze contó que había dos hileras de casas separadas por un camino. El crecimiento del núcleo de adventistas hizo cada vez más evidente la necesidad de un pastor.

Misioneros en Sudamérica

Подняться наверх