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Una labor fructífera
ОглавлениеYa en 1895, Francisco H. Westphal había viajado al Brasil para bautizar conversos y organizar congregaciones. Dos veces fue librado de peligrosos ataques de los enemigos de su obra. Luego de la gira de cinco meses regresó a Buenos Aires, para enterarse que su hija Helen había muerto hacía dos semanas, luego de padecer sarampión y fiebre escarlatina. Las cartas donde la señora Westphal relataba su odisea nunca llegaron. Un matrimonio de misioneros de otra denominación la acompañó en esos momentos de dolor y soledad.
La señora Westphal no era sólo una sacrificada esposa de misionero; ella misma sirvió como secretaria del Departamento de Escuela Sabática y de la Sociedad de Tratados y como tesorera de la obra en la Costa Este. En Chile trabajó como secretaria de la Escuela Sabática por diez años, fue preceptora en el colegio por cinco años y tesorera por otros cinco. También fue secretaria misionera del campo por varios años. Por un tiempo los Westphal se establecieron en el campo cerca de Crespo, junto al primer grupo de hermanos. Al principio vivieron en una pequeña casa de adobe con un sólo cuarto y piso de tierra.
En 1898, a sólo cuatro años de los comienzos de la iglesia, Westphal estimuló el surgimiento de la obra educativa. La llegada de Luis Ernst desde Uruguay en busca de una institución que lo preparara como misionero decidió el asunto. Con unos 250 adventistas en toda la provincia de Entre Ríos, la mayoría de ellos humildes campesinos, se decidió la creación de la primera escuela. Allí enviaron a sus hijos para formarlos como predicadores del pronto regreso de Cristo. Entre los primeros alumnos que llegaron a ser misioneros podría recordarse a Santiago Mangold, Godofredo Block, Ignacio Kalbermatter y Pedro Kalbermatter.
Luego de su regreso a los Estados Unidos, Westphal recordaría esos primeros días y esos años bendecidos. Nombres y ocasiones quedaron grabados en la mente del pionero. No olvidó el bautismo de la familia de Luis Kalbermatter en los alrededores de San Cristóbal, provincia de Santa Fe, realizado en una cisterna a la que bajó en un balde. Recordaba también el bautismo de casi todos los integrantes de la familia Mangold, también en San Cristóbal y el bautismo de los Peverini. Westphal permaneció dos semanas en la casa de campo de Guillermo Mangold. A uno de los hijos de 23 años no le resultó grata la prolongada presencia del pastor. Cuenta el propio Santiago: “Yo era un gran fumador, me gustaban las carreras de caballos, y me decía: ‘Si este hombre queda aquí voy a tener que cambiar de vida’, y no tenía muchas ganas de hacerlo”.39 Pero el pastor Westphal supo hablar a su corazón con perseverancia y discreción. Santiago Mangold llegó a ser pastor y misionero en Argentina, Chile, Ecuador y Paraguay.
Westphal tuvo en su mente un lugar especial para los primeros adventistas sudamericanos: Jorge Riffel y su esposa, los primeros en recibirlo a su llegada; Osvaldo Frick, que también había aceptado el mensaje en Kansas y había viajado a Sudamérica; el hermano Reinhardt Hetze, el primero en aceptar las enseñanzas de Riffel y anciano de iglesia por muchos años. Westphal recordaba a Conrad Keip que una vez lo socorrió con alimentos en un momento de necesidad; a Jorge Lust que donó tierras para el colegio y construyó una casita de dos habitaciones para la familia del pastor. Consideró a Ernesto Roscher y a José Weiss como pilares de la obra. También a Godofredo Block que se proyectó como pastor y ganador de almas. No olvidó al hermano Hugo y su esposa, de Nueva Helvecia, Uruguay.