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Su llegada a Sudamérica

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El pastor Westphal, con su esposa María Thurston y dos hijos, arribó a la Argentina el 18 de julio de 1894, luego de un mes de viaje. La travesía iniciada en Nueva York los había llevado por Inglaterra, Francia, Portugal, Cabo Verde y Brasil antes de concluir en la ciudad de La Plata, en la provincia de Buenos Aires. William H. Thurston, hermano de la esposa de Westphal, quedó en Brasil junto a su esposa, como misionero de sostén propio. El hermano R. B. Craig, un colportor llegado el año anterior para ayudar a E. W. Snyder, C. A. Nowlen y A. B. Stauffer, estaba en el puerto para recibirlos.

Westphal permaneció en Buenos Aires unos pocos días para establecer a su familia. Llegó al puerto de Diamante sobre el río Paraná a medianoche. Durmió en un hotel y se alojó luego en el hogar de un hombre que hablaba alemán y lo había invitado a su casa.33 Un carro que contrató al día siguiente lo trasladó hasta el lugar donde vivían los hermanos en las cercanías de la ciudad de Crespo, en la provincia de Entre Ríos.

La primera reunión terminó muy tarde esa noche, porque los creyentes y los vecinos invitados le pidieron que les hablara una y otra vez. Así lo narró el pastor Westphal: “Cuando supieron de mi llegada, inmediatamente dieron la noticia a sus vecinos. Temprano esa primera noche, se reunió mucha gente proveniente de todas direcciones. Fui notificado que habían llegado para escucharme. Yo estaba realmente feliz de que vinieran tan temprano, pues deseaba terminar temprano la reunión, cambiarme de ropa y así librarme de los ‘animalitos’ [piojos y pulgas] que se me habían pegado durante la noche y el día.

“Después de hablar por una hora, terminé la reunión con un himno y una bendición, e informé a la audiencia que podían retirarse y regresar temprano la tarde siguiente para otro servicio de culto. Pero la congregación se arrodilló a orar, cantaron varios himnos por iniciativa propia, y luego se sentaron y me miraron con los ojos hambrientos de la verdad, deseando escuchar más. Así que hablé durante otra hora, y una vez más se cantó el himno final y se pronunció la bendición. Pero para mi consternación una vez más se arrodillaron en una sesión de oración, cantaron más himnos, y se sentaron a escuchar más de la preciosa verdad. Me sentí impelido a predicar un tercer sermón, el cual escucharon con un interés cabal. Era la una de la mañana cuando terminó esta memorable primera reunión, de la cual, de mala gana, los presentes consintieron en retirarse: ‘Nos retiraremos para poder venir mañana de noche otra vez’”.34

La primera iglesia se organizó sólo algunas semanas después. Esa congregación de 36 miembros habría de ser la primera iglesia adventista organizada en el territorio de la División Sudamericana. Pero el mensaje encontró aceptación y pronto la membresía aumentó a más de 200. Otras iglesias fueron organizadas por Westphal en un plazo relativamente corto. La segunda surgió ese mismo año en San Cristóbal, provincia de Santa Fe, con sólo diez miembros. A su regreso a Buenos Aires en el verano de 1895, organizó la tercera iglesia con unos doce miembros. En la segunda mitad del año inició sus actividades la iglesia de Felicia, provincia de Santa Fe, con 25 miembros. Fue en ese lugar donde el pastor Westphal oró en español por primera vez, al implorar por la sanidad de una niña. Nueva Helvecia, en la República Oriental del Uruguay, habría de ver el surgimiento de otra iglesia en 1896.

Las responsabilidades de los primeros misioneros eran muchas, los recursos pocos y las comodidades casi nulas. La Junta de las Misiones Extranjeras de la Asociación General había nombrado a Francisco H. Westphal presidente de la Misión de la Costa Este de Sudamérica (Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil). Cuando los recursos se terminaron, el pastor O. A. Olsen, presidente de la Asociación General, le escribió diciéndole que no podían enviarle dinero. Westphal entendió –según las palabras del pastor Olsen– “que nosotros estamos tan cerca del Señor en Sudamérica como lo están ellos en Norteamérica”.35

Otros obreros se sumaron al trabajo del pastor Francisco H. Westphal. Como evidencia del apoyo que se dio a las misiones extranjeras, el congreso de la Asociación General –celebrado en Battle Creek en 1895– decidió enviar a la Argentina a Lucy Post como instructora bíblica, a Ole Oppegard como misionero de sostén propio para trabajar con los escandinavos, y a Jean Vuilleumier como pastor y evangelista para la gente de habla francesa. Lucy Post fue la primera instructora bíblica de Sudamérica. En Nueva Palmira, Uruguay, organizó una Escuela Sabática y posteriormente trabajó por seis años en Buenos Aires.36 Jean Vuilleumier vino de Suiza con suficiente conocimiento de idiomas como para dirigir reuniones en francés, alemán, español e inglés. “En 1896 llegó para engrosar las filas de los misioneros en la Argentina un personaje inolvidable, con una pierna de palo y un corazón de oro: Nelson Z. Town”.37 Había sido enviado como secretario tesorero de la Misión de la Costa Oriental, pero fue además el creador de la primera revista en español de Sudamérica, el primer director de la escuela de Las Tunas, provincia de Santa Fe y del Colegio Camarero (luego Colegio Adventista del Plata), presidente de la Asociación del Río de la Plata (Argentina, Paraguay y Uruguay); dirigió el Departamento de Publicaciones de la Asociación General y volvió a la Argentina para presidir la Unión Austral.38

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