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Introducción

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Una docena de nombres fundacionales del adventismo sudamericano encabezan los segmentos de este libro. Otra cantidad indefinida de ellos aparecen salpicados en sus páginas. Fueron elegidos por su accionar decisivo en los días del establecimiento de la obra. Compartieron la esperanza del advenimiento en cada uno de los países hispanos de la División Sudamericana y desarrollaron las distintas áreas del ministerio redentor de la denominación.

Este libro también es un recuerdo. Evoca un puñado de hombres y mujeres que mostraron los atributos que las circunstancias requerían. No se trata de una mirada nostálgica al pasado, sino de un espacio para la reflexión en torno de las cualidades que siguen siendo necesarias para la consumación de la tarea por ellos comenzada.

Las narraciones no están destinadas a la exaltación humana o al enaltecimiento de sus logros. Sus protagonistas no estuvieron libres de defectos ni exentos de errores personales y estratégicos. Pero como la misma Escritura lo ilustra en la abundancia de sus relatos, estas historias necesitan ser contadas, por las lecciones que encierran y por los desafíos que plantean. Más que un tributo hacia quienes se nombra, las páginas que siguen están destinadas a la valoración de las providencias de Dios y de los recursos infinitos de la gracia en la capacitación de los agentes que se colocan en sus manos.

Las pretensiones del trabajo son escasas. No reclama originalidad absoluta, ni rigor científico. No está libre de inexactitudes, parcialidades o subjetividades. Pretende ilustrar, motivar, despertar inquietudes, incluso conmover e invitar a una experiencia de fe más rica, más abnegada y dispuesta a colocarse en el camino del servicio.

La proclamación de la esperanza del advenimiento que eclosionó en América del Norte por 1844, llegó a Sudamérica cinco décadas después. El Cielo se valió de los hombres y las mujeres mencionados en este libro, así como de tantos otros a los que es imposible aludir. La observación de ese escenario donde se desarrollaron los hechos, es siempre ocasión para el asombro, la gratitud y el compromiso.

Las personas que protagonizaron estas historias ya no existen. Pero existen los frutos perdurables de su obra. Existe también la necesidad de completar la tarea iniciada y de cumplir a cabalidad con el cometido sagrado de predicar el Evangelio, para salvación de los hombres y para la gloria de Dios.

Si esta obra merece ser dedicada, que lo sea a los siervos anónimos de Dios que llevan adelante la misión y cuyas obras de amor están registradas en los libros del cielo.

Daniel Oscar Plenc

Libertador San Martín, Entre Ríos

República Argentina

Agosto de 2007

Misioneros en Sudamérica

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