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Los comienzos del mensaje

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Jorge H. Riffel llegó al vasto extremo austral de América decidido a compartir la esperanza del regreso de Cristo. Era el momento oportuno para traer la luz del cielo al “continente descuidado”.1 Francisco H. Westphal, primer pastor adventista en trabajar en esas tierras, consideró a Riffel y a Hetze como auténticos apóstoles del adventismo en Sudamérica.2

Sobre los inicios de la obra adventista en la región del Río de la Plata, escribió José W. Westphal: “De tres maneras diferentes, independientes unas de otras, y casi al mismo tiempo, la verdad llegó a la Argentina e inició su obra entre personas de tres nacionalidades diferentes”.3 Es probable que los primeros en abrazar el adventismo del séptimo día en Sudamérica fueran Pedro Peverini y su familia, colonos italianos radicados en Las Garzas, cerca de la ciudad de Reconquista, en la provincia de Santa Fe. Pedro era católico y su esposa valdense cuando aceptaron las doctrinas por la lectura de periódicos en francés publicados en Suiza. Por 1885 tomaron importantes decisiones espirituales sin haber conocido nunca a un miembro de la iglesia. Colonos suizo-franceses también se conectaron con la iglesia por medio de revistas publicadas en Europa. La familia Dupertuis, de Felicia y la familia Pidoux, de la colonia de Grütly, en la provincia de Santa Fe, formaron otro núcleo de creyentes.4 El tercer grupo, encabezado por Jorge H. Riffel, era de ascendencia ruso-alemana y se radicó en Crespo, en la provincia de Entre Ríos.

Misioneros en Sudamérica

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