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MÁS BIEN, PRACTICAR LA MENTALIDAD CENTINELA SÍ TE CONVIERTE EN CENTINELA

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Una noche en una fiesta hablaba de lo difícil que es tener discrepancias productivas en Twitter, a partir de las cuales la gente cambie de opinión. Un hombre en el grupo contribuyó:

—No me parece difícil para nada.

—Guau, ¿cómo le haces? —pregunté.

Se encogió de hombros:

—No es ningún secreto. Mencionas los hechos.

Fruncí el entrecejo, confundida.

—¿Funciona? ¿Mencionas los hechos y la gente cambia de opinión?

—Claro, siempre.

Al día siguiente, revisé su feed de Twitter para entender de qué me había perdido. Leí meses de tuits y no encontré un solo ejemplo que coincidiera con la descripción que me dio en la fiesta. Cuando alguien no estaba de acuerdo con alguno de sus tuits, él los ignoraba, se burlaba de ellos o sencillamente informaba que se equivocaban y con eso zanjaba el debate.

Es fácil pensar que cambiamos de opinión frente a la evidencia, que ponemos en práctica nuestros principios consistentemente o que somos razonables, sea o no cierto. La prueba de la mentalidad centinela no es si te consideras el tipo de persona que actúa así, sino que puedas señalar casos concretos en los que, sin lugar a dudas, actuaste así.

Creerse razonable, inteligente e informado, identificar el razonamiento motivado parecen indicadores de una mentalidad centinela, no obstante, poco tienen que ver con ella. La única prueba contundente de un centinela es que te conduzcas como tal. En lo que queda de este capítulo vamos a explorar cinco indicadores de la mentalidad centinela, señales conductuales propias de aquella persona que prioriza la verdad, que la investiga, aunque no esté obligada a hacerlo e incluso cuando no le favorezca.

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