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¿SOMOS RACIONALMENTE IRRACIONALES?
ОглавлениеDebido a que es una constante ir y venir entre el centinela y el soldado de manera inconsciente, vale la pena preguntarse si somos buenos en ello. ¿Somos buenos para sopesar, con intuición, los costos y beneficios de conocer la verdad, en cualquier situación, contra los costos y beneficios de creer en una mentira?
Según la hipótesis de “irracionalidad racional”, acuñada por el economista Bryan Caplan, la mente humana evolucionó hasta dominar estos intercambios.1 Si el concepto suena a paradoja es porque emplea los dos sentidos de la palabra racional: la racionalidad epistémica supone tener creencias bien justificadas, mientras que la racionalidad instrumental supone actuar eficazmente para cumplir nuestros objetivos.
Por lo tanto, ser racionalmente irracional implica que somos buenos —sin ser conscientes— para elegir una dosis apenas suficiente de irracionalidad epistémica para cumplir nuestros objetivos sociales y emocionales, sin alterar mucho nuestro juicio. Un individuo racionalmente irracional negaría que tiene problemas, sólo cuando la comodidad de la negación es suficientemente notoria y su capacidad de solucionar el problema, suficientemente baja. Un ceo racionalmente irracional inflaría su percepción sobre la salud de su empresa sólo cuando el efecto positivo de su capacidad para convencer a sus inversores fuera suficientemente alta para superar el efecto negativo de sus malas decisiones estratégicas.
Entonces, ¿somos racionalmente irracionales?
Si lo fuéramos, ya no tendría mucho qué decir en este libro. Podría apelar a tu altruismo y animarte a elegir la mentalidad centinela para ser buen ciudadano. O bien, apelar a tu amor nato por la verdad por sí misma. Pero si ya hubieras encontrado un equilibrio ideal entre el centinela y el soldado, no podría sostener que la mentalidad centinela te brindaría mayores beneficios.
El hecho de que tengas este libro en tus manos anticipa la respuesta: no, para nada somos racionalmente irracionales. Cuando tomamos decisiones, lo hacemos a partir de varios prejuicios importantes, no calculamos sistemáticamente los costos y beneficios de la verdad. En lo que queda de este capítulo vamos a explorar cómo estos prejuicios nos orillan a sobrevalorar la mentalidad de soldado y elegirla más de lo que deberíamos, lo que nos lleva a desestimar la mentalidad centinela y elegirla menos de lo que deberíamos.