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COMODIDAD: ELUDIR EMOCIONES INCÓMODAS

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En 2016 había una ilustración que estaba en todos lados en internet porque capturaba con mucha precisión el ánimo global. Un perro con sombrero, sentado frente a un escritorio. A su alrededor, la habitación se incendiaba. El perro finge sonreír e insiste que todo está bien.

La mentalidad de soldado es útil para eludir emociones negativas como temor, estrés y arrepentimiento. A veces lo hacemos mediante la negación, como el perro, para quien todo está bien. Otras, recurrimos a narrativas reconfortantes en torno al mundo y decidimos no estudiarlas muy de cerca. Todo pasa por algo. La gente tiene lo que merece. Después de la tormenta viene la calma.

En la fábula de Esopo, “El zorro y las uvas”, un zorro encuentra un racimo de uvas jugosas en lo alto de una rama, pero no las alcanza. Concluye que seguramente están amargas. Cuando las cosas no salen como queremos, invocamos este tipo de razonamiento. Cuando la persona con la que tuvimos una primera cita genial no nos responde el teléfono, tal vez decidimos que de todas formas era muy aburrida. Cuando no nos quedamos con el trabajo, concluimos que es mejor así, porque el horario era brutal.

Un primo cercano de las uvas amargas es el limón dulce: cuando no parece posible solucionar un problema intentamos convencernos de que el “problema” es más bien una bendición, y que, incluso si pudiéramos, no lo cambiaríamos. Hasta hace muy poco tiempo en la historia de la humanidad, el parto implicaba inevitablemente padecer dolor insoportable. Como no había nada que hacer al respecto, muchos médicos y clérigos sostenían que el dolor era bueno, porque fomentaba el crecimiento espiritual y la fortaleza de carácter. En 1856, según un obstetra, Dios enviaba los dolores del parto “y, sin lugar a dudas, sabiamente”.3

Desde que tenemos acceso a la anestesia epidural, dejamos de insistir en la dulzura de ese limón en particular. No obstante, afirmamos cosas similares sobre el envejecimiento y la muerte: que son hermosos y le dan sentido a la vida. “Quizá la mortalidad no es un mal, quizás es una bendición”, argumentó Leon Kass, presidente del Consejo de Bioética del presidente George W. Bush. Sugiere que nuestra capacidad de sentirnos amados depende de si somos conscientes de la finitud de nuestras vidas.4

Pero esta historia tiene un giro inesperado, lo reconfortante no siempre es optimista. A veces es lo opuesto: como no hay esperanza alguna, mejor ni preocuparse. Si estás cursando una clase difícil es tentador concluir que no tiene sentido o será imposible mejorar tu calificación. Este momento brinda mucho alivio. Tal vez decides que no tiene sentido prepararse para un posible desastre, como un terremoto o tsunami, así que para qué pensar en eso. Eric Klinenberg, profesor de sociología en la Universidad de Nueva York, estudia la psicología del desastre. Asegura que: “La mayoría se resigna, cree que es el destino y está fuera de su control”.5

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