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3. ¿Tienes la costumbre de reconocer si te equivocas?

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Un lunes por la mañana, la periodista Bethany Brookshire se sentó frente a su escritorio y abrió su correo. Había recibido dos respuestas de científicos a quienes había escrito para solicitar una entrevista. Uno de ellos era de una científica, y comenzaba así: “Querida doctora Brookshire…” El otro era de un científico, y empezaba así: “Querida señorita Brookshire…”.

Típico, pensó. Entró a Twitter, escribió este post y lo publicó:

Observación de lunes por la mañana:

La firma automática de mis correos incluye mi grado “doctora”. Firmo mis correos sólo con mi nombre, sin el “doctora”. Les escribo a muchos doctores.

Sus respuestas:

Hombres: “Querida Bethany”. “Hola, señorita Brookshire”.

Mujeres: “Hola, doctora Brookshire”.

No ocurre 100 por ciento de los casos, pero la división es MUY clara.13

Su tuit fue compartido más de 2,300 veces. Una mujer comentó: “No me sorprende”; otra: “¡Claro que hay prejuicio!”; una más: “También me pasa”.

No obstante, a medida que iba sumando respuestas de aliento, Brookshire empezó a avergonzarse. Para su publicación se basó en una impresión muy aproximada, de memoria, de cómo acostumbraban a responder a sus correos los científicos y las científicas con los que se escribía. Pero la información precisa estaba en su bandeja de correos. “¿No debería, al menos, demostrarlo?”, se preguntó.

Revisó sus correos, hizo cuentas y descubrió que se había equivocado. De los científicos, 8 por ciento le había llamado “doctora” y las científicas, sólo 6 por ciento. Si bien la información era escasa como para sacar conclusiones seguras, no apoyaba para nada su observación inicial. Una semana después, decidió darle seguimiento a su tuit original y compartir los resultados de su investigación: “Nueva publicación: revisé la información. Y resulta que… me equivoqué”.14

Para ser clara, que Brookshire se haya equivocado en este caso no quiere decir que no existan prejuicios de género en la ciencia. Sólo que en esta instancia particular, su impresión no fue acertada. “Todos nos identificamos porque se parece a nuestra realidad. En muchos casos, puede serlo, pero mi observación sobre mis correos fue un error”, escribió en una publicación posterior en su blog.15

¿Se te ocurren ejemplos en los que hayas reconocido, por cuenta propia, que te equivocaste? Tal vez estabas a punto de dar una opinión en línea, pero primero decidiste buscar los contraargumentos y terminaste convencido. O quizás en el trabajo defendías una nueva estrategia, pero cambiaste de opinión cuando volviste a hacer cuentas con cuidado y te diste cuenta de que no sería factible.

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