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La creación del Virreinato del Río de la Plata
ОглавлениеUna compleja burocracia administraba los nuevos territorios americanos. La corona necesitaba cobrar impuestos, que incluían el quinto, un impuesto sobre la producción de minerales. Otros tributos incluían las alcabalas, cargado sobre las mercancías que ingresaban en cada ciudad, y el almojarifazgo, una especie de arancel aduanero aplicado a las importaciones. Además, se cobraba por el nombramiento de funcionarios y cargos de administración, así como por el otorgamiento de monopolios para la producción y venta de tabaco, naipes, explosivos y otros productos, cuya producción requirió la autorización del gobierno.
A principios del siglo XVIII, España sufrió una reducción en los ingresos de sus colonias americanas. La producción de oro y plata en Potosí disminuía, así como la cantidad de nativos, apenas unos setecientos de los miles que habían trabajado en las minas a través del sistema mita. Urgía utilizar esclavos o contratar trabajadores, porque el costo de producción también había aumentado significativamente. De hecho, la corona tuvo que reducir el quinto (una quinta parte) a un diezmo (una décima parte), mientras el contrabando aumentaba a través del puerto de Buenos Aires.
Frente a los descensos en los ingresos tributarios provenientes de América y al creciente interés de las potencias europeas rivales en los puertos del Río de la Plata, el rey Carlos III introdujo importantes cambios en la administración de las colonias. Pocos años después de la expulsión de los jesuitas y como parte de esos cambios, creó el Virreinato del Río de la Plata con Buenos Aires como capital. El nuevo virreinato comprendía la actual Argentina, Bolivia, Paraguay y Uruguay, que hasta entonces formaban parte del virreinato del Perú, con Lima como cabecera.
Al legalizar la conexión marítima con España a través del puerto de Buenos Aires, la corona pudo reducir los costos de transporte entre Potosí y los puertos españoles, lo que impactó positivamente en el desarrollo de Buenos Aires. También aumentó el tamaño de las fuerzas militares ubicadas en la ciudad y permitió la llegada de buques portugueses y británicos, siempre que aceptaran la autoridad de las aduanas españolas.
Junto con la creación del Virreinato del Río de la Plata, la corona decidió aumentar los impuestos sobre las ventas internas y las mercancías importadas, pero eximió las exportaciones de cueros y sebo. El aumento de los primeros generó violentos levantamientos en el Alto Perú, pero la exención de impuestos sobre las exportaciones de cueros y sebo provocó un fuerte aumento en las exportaciones oficiales desde el puerto de Buenos Aires. En 1780 comenzó la primera transformación industrial de la carne vacuna en tasajo (carne salada y disecada), cuya primera exportación se destinó a La Habana en 1785; en 1796, ya había unos treinta saladeros que producían tasajo en la costa oeste del Río de la Plata.
En este contexto, uno de los asuntos que requería la atención del virrey era la defensa de los ranchos ganaderos de los ataques de los nativos. En el curso del siglo XVIII, los mapuches y araucanos de los territorios chilenos del centro y sur recorrieron las pampas en malones en busca de ganado salvaje para llevar a Chile. Pero cuando el ganado salvaje escaseó, decidieron –a veces en alianza con los tehuelches locales– saquear los ranchos que criaban ganado al norte del río Salado. Hasta mediados del siglo XVIII, ninguna fuerza militar había defendido la frontera de estos ataques. En 1752, el gobierno de Buenos Aires organizó las primeras milicias para asumir este papel: los blandengues. En 1778, el virrey Vértiz reforzó las defensas y creó una línea de fortines encargada de defender la frontera (para entonces el límite era el río Salado). Los fortines se conformaban de pequeñas aldeas que apoyaban el desarrollo de las estancias ganaderas. Gracias a esta protección, los terratenientes pudieron expandir sus propiedades y aumentar la producción ganadera.