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Las invasiones inglesas
ОглавлениеImportantes acontecimientos políticos en el Virreinato del Río de la Plata estuvieron asociados con el impacto de la Francia de Napoleón sobre la relación de los imperios británico, portugués y español con sus colonias en América; entre ellos, las invasiones de Buenos Aires en 1806 y 1807 por las fuerzas británicas y la abdicación forzada de Fernando VII de la corona española en favor del hermano de Napoleón en 1808.2
La reacción de Buenos Aires ante las invasiones británicas sentó un precedente que influyó en los acontecimientos de 1810. En 1806, un ejército al mando de Santiago de Liniers, oficial de origen francés, leal a España durante más de tres décadas, derrotó a un ejército británico que ocupó Buenos Aires durante 45 días. El virrey Rafael de Sobremonte, siguiendo instrucciones preestablecidas para casos de invación externa, había abandonado Buenos Aires para proteger en Córdoba el tesoro real. Mientras tanto, la Real Corte de Buenos Aires designó a Liniers como la autoridad militar de Buenos Aires. Él organizó al pueblo para defender la ciudad de nuevos ataques y creó varias nuevas milicias hechas exclusivamente de soldados criollos y oficiales que voluntariamente habían decidido tomar las armas. El Regimiento de Patricios con Cornelio Saavedra como general y Manuel Belgrano como comandante de uno de sus tres batallones jugaría un papel importante en la Revolución de Mayo y sus secuelas.
Una segunda invasión británica ocupó Montevideo, a pesar de que el virrey Sobremonte había marchado desde Córdoba con 3500 hombres. Cuando en febrero de 1807 llegó a Buenos Aires la noticia de la caída de Montevideo, un cabildo abierto decidió retirar a Sobremonte y pidió a la Real Corte de Buenos Aires que designara a Santiago de Liniers como nuevo virrey sin la aprobación del rey de España. Pocos meses después, cuando los británicos intentaron ocupar de nuevo Buenos Aires, enfrentaron una defensa vigorosa y efectiva de las milicias, de modo que tuvieron que rendirse pocas horas después de irrumpir en la ciudad. En este episodio, las nuevas milicias criollas, organizadas por Liniers, complementaron a las milicias españolas tradicionales que dirigía Martín de Álzaga, un comerciante español y alcalde de la ciudad.
El 1º de enero de 1809, Martín de Álzaga y un grupo de españoles intentaron forzar la renuncia del virrey Liniers con el apoyo de las milicias españolas; pero las milicias criollas, encabezadas por Cornelio Saavedra, bloquearon el intento, y los líderes del golpe fueron exiliados a Carmen de Patagones, una ciudad en el extremo sur del virreinato. El papel desempeñado por las milicias criollas en la defensa de la ciudad alentó a los líderes criollos, cada vez más insatisfechos con el orden político y económico español en el Río de la Plata.
La Junta Central Suprema de España, la institución que los españoles crearon para enfrentar a la ocupación francesa luego de la abdicación de Fernando VII y la designación de José Bonaparte como nuevo rey, decidió retirar a Liniers y designar a Baltasar Hidalgo de Cisneros como nuevo virrey cuando advirtieron que la situación política amenazaba la integridad del Imperio.
Si bien los dirigentes del emergente movimiento independentista discutieron con Cornelio Saavedra y otros miembros de las milicias criollas la posibilidad de desobedecer la orden de destitución de Liniers, comprendieron que esta vez no debían oponerse a la decisión de la Junta Central Suprema. Por lo tanto, Cisneros se convirtió en el nuevo y último virrey del Río de la Plata.
Los enfrentamientos entre criollos y las autoridades españolas se produjeron no solo en Buenos Aires, sino también en algunas ciudades del Alto Perú. En mayo de 1809, un golpe en Chuquisaca depuso al gobernador y a la Real Audiencia de Charcas. En julio del mismo año, un movimiento similar en La Paz forzó la renuncia del gobernador y el obispo. El virrey del Perú envió tropas a La Paz, y el virrey del Río de la Plata, a Chuquisaca, para aplastar los movimientos.
Apenas designado, el virrey Cisneros recibió instrucciones de la Junta Central Suprema de España para permitir el comercio con Gran Bretaña como una manera de honrar la alianza entre ambos imperios contra Napoleón. Cisneros lo vio como una oportunidad para amortiguar el efecto negativo que las guerras napoleónicas habían tenido en el comercio entre el Río de la Plata y España, pero el consulado de Cádiz y los comerciantes que se habían beneficiado del monopolio comercial entre España y América se opusieron a la decisión.
Cisneros, bajo presión, revirtió la política, pero un grupo de importantes terratenientes de Buenos Aires le pidió a Mariano Moreno que exigiera el restablecimiento del libre comercio. Su alegato, conocido como la Representación de los Hacendados del 31 de diciembre de 1809, se hizo eco de las ideas liberales de los economistas ingleses y de los filósofos sociales del período de la Ilustración. Manuel Belgrano, encargado del Consulado de Buenos Aires, ya había expresado opiniones similares, aunque no tan enfáticamente como el manifiesto de Moreno. Cisneros, por fin, restableció el libre comercio con Gran Bretaña, pero por un período limitado que debía finalizar el 19 de mayo de 1810.
En noviembre de 1809, Cisneros creó el Tribunal de Vigilancia Política para enjuiciar y castigar a los que promovían la creación de regímenes políticos que favorecían la independencia de las colonias, algo que, evidentemente, desagradó a los criollos. Mientras tanto, en España, las fuerzas que respondían a la Junta Central Suprema sufrieron derrotas importantes frente a las fuerzas francesas, lo que obligó que la junta se disolviera luego de crear el Consejo de Regencia, con apenas cinco miembros y con todos los poderes que hubiera tenido el depuesto rey Fernando VII.
1. García Hamilton, José Ignacio (2003), El autoritarismo y la improductividad. Buenos Aires: Sudamericana.
2. Una muy buena narración de estos eventos puede encontrarse en Jonathan C. Brown (2010).