Читать книгу Historia económica de la Argentina - Domingo Felipe Cavallo - Страница 17
Capítulo 2 De la Revolución de Mayo a la organización nacional
ОглавлениеEn mayo de 1810, tan pronto como la noticia de la disolución de la Junta Central Suprema de España y la creación del Consejo de Regencia llegó a Buenos Aires, los dirigentes del movimiento revolucionario decidieron remover al virrey y organizar un gobierno local. Los líderes clamaron lealtad al depuesto Fernando VII.
De inmediato, el nuevo gobierno de Buenos Aires lanzó una campaña para convencer a otras ciudades del interior del país para que adoptaran y apoyaran los ideales de la Revolución de Mayo. La campaña, no obstante, degeneró en largas y violentas guerras que durarían cinco décadas.
Con el tiempo, la idea de la independencia prevaleció en todas las provincias del antiguo Virreinato del Río de la Plata; pero las Provincias Unidas del Río de la Plata perdieron los territorios de Bolivia, Paraguay y Uruguay, que luego se convirtieron en nuevas naciones, independientes no solo de España, sino también de la Argentina.
La mayoría de los historiadores políticos describen los conflictos de esta época como disputas entre las élites unitarias de Buenos Aires y los caudillos federales del interior. Pero esta descripción es apropiada solo para los conflictos hasta 1830 y explica por qué Bolivia, Paraguay y Uruguay se separaron de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Después de 1830, cuando Juan Manuel de Rosas se impuso como caudillo de Buenos Aires y condujo a un gobierno autoritario, esos conflictos pueden describirse como una lucha entre los intelectuales liberales y las élites militares contra los caudillos nacionalistas, nostálgicos de los valores conservadores de España. Aunque Rosas construyó un relato en el cual él era el paladín del federalismo, caracterizando a sus oponentes como “salvajes unitarios”, su gobierno era extremadamente centralizado y autoritario, y, en esencia, unitario. En la dirección de los asuntos exteriores de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Rosas defendió el monopolio de Buenos Aires sobre el comercio marítimo para aumentar los ingresos aduaneros. Ello enfureció a los gobiernos de Paraguay, Uruguay y Corrientes, que querían compartir el uso de las vías fluviales. Esto explica el continuo estado de guerra con la provincia de Buenos Aires. En las provincias del noroeste, ligadas a Córdoba, que exigían una Asamblea Constituyente, Rosas impuso su autoridad por la fuerza, pues se oponía a la idea de una República Constitucional.
El enfrentamiento de Urquiza con Rosas, que culminó con la derrota del gobierno de Buenos Aires en Caseros a principios de 1852, fue más una confrontación entre ideales liberales y conservadores, que entre unitarios y federales, además de modelar el cambio en el paradigma económico y político. Urquiza era un verdadero caudillo federal que había apoyado a Rosas en el pasado, pero a principios de la década de 1850 estaba convencido de que el autoritarismo de Rosas y las ambiciones monopólicas para el puerto de Buenos Aires impedían la organización constitucional de la nueva nación. En efecto, la vieja aspiración de Buenos Aires a prevalecer sobre el resto de las provincias la llevó a rechazar el Acuerdo de San Nicolás y la nueva Constitución, eligiendo no integrar la flamante Confederación Argentina.