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Introducción

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El sistema de salud en los Estados Unidos se encuentra en crisis. Ciertos segmentos de la medicina estadounidense se han convertido en una pesadilla disfuncional de prácticas irresponsables, procedimientos peligrosos, reglamentaciones burocráticas y costes que aumentan vertiginosamente. En lugar de curar a la gente, este defectuoso sistema de salud, en muchos casos, está prolongando su sufrimiento. En lugar de prevenir las epidemias, las está generando.

¿Crees que éste es un juicio demasiado duro? Veamos algunas esta­dísticas. Los más de seis millones de estadounidenses que padecen «fibromialgia», una enfermedad misteriosa y extremadamente dolorosa, son tratados por un ejército de especialistas, pero ninguno de ellos tiene la menor idea de cuál es la causa de este trastorno. Un número aún mayor de estadounidenses recibe tratamiento para el reflujo gástrico, lo que significa un coste de miles de millones de dólares. ¿Quién dice que la acidez no sea un buen negocio? Y más millones de personas –muchas de ellas jóvenes– dependen de fármacos psicoactivos que pueden estar poniendo en peligro sus vidas.

Las circunstancias son graves. No estoy exagerando la situación. Por eso mis colegas y yo hemos escrito este libro.

La mente dividida trata sobre los principios y la práctica de la medicina psicosomática. No es una obra sobre medicina alternativa ni sobre tratamientos de la «Nueva Era» que tan de moda están. Se trata de un libro sobre una medicina que ha sido probada clínicamente, una medicina simple y directa, tal como la practican profesionales autorizados desde hace más de treinta años, trabajando con miles de pacientes.

En primer lugar, quiero aclarar cualquier confusión en relación con la palabra psicosomático. Es posible que creas que se refiere a algo vagamente fraudulento, como cuando las personas inventan enfermedades imaginarias por algún motivo egoísta. No es así. Pero incluso los profesionales de la medicina, los médicos que deberían tener una mejor comprensión de este término, a veces cometen el error de suponer que se refiere a cómo el estrés empeora una dolencia o a las consecuencias estresantes de vivir con una enfermedad. Éstas son consideraciones legítimas y han sido abordadas en la literatura médica, pero no son psicosomáticas. La medicina psicosomática se refiere específicamente a los trastornos físicos del organismo mente-cuerpo, trastornos que pueden aparentar ser únicamente físicos pero que tienen su origen en las emociones inconscientes, un asunto médico muy distinto y extremadamente importante. Quiero señalar que vamos a usar los términos psicosomático y mente-cuerpo de forma intercambiable; por tanto, no dejes que esto te despiste.

Existen literalmente cientos de trastornos y enfermedades que han sido identificados como puramente psicosomáticos o con algún componente psicosomático. Vamos a explorar muchos de ellos en las próximas páginas. Estos trastornos pueden ir desde un leve dolor de espalda hasta el cáncer, dependiendo del poder y la importancia de los fenómenos emocionales inconscientes. Las enfermedades psicosomáticas parecen ser una parte ineludible de la condición humana. Sin embargo, sorprendentemente, a pesar de la incidencia casi universal de estos trastornos, la práctica de la medicina psicosomática es algo casi totalmente desconocido en la comunidad médica actual, y no desempeña prácticamente ningún papel en las investigaciones médicas contemporáneas. Hoy en día, cuando los médicos y muchos psiquiatras se enfrentan a un trastorno psicosomático, no lo reconocen por lo que es y casi siempre se limitan a tratar los síntomas.

La enormidad de este error de la práctica médica puede compararse a lo que ocurriría si la medicina se negara a reconocer la existencia de los virus y las bacterias. Quizá la peor manifestación de este medievalismo científico haya sido la eliminación de la palabra psicosomático de las ediciones más recientes del Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, Fourth Edition (DSM) (Manual de diagnóstico y estadística de los trastornos mentales), que es la lista oficial de diagnósticos psiquiátricos de la Asociación Americana de Psiquiatría. Es como eliminar el término infección de los diccionarios médicos.

Este sorprendente estado de cosas –escandaloso, a decir verdad– no sucedió de la noche a la mañana. Durante la primera mitad del siglo XX, el estudio y tratamiento de los trastornos psicosomáticos fue reconocido por muchos profesionales como una importante y prometedora nueva frontera de la medicina. Luego, hace alrededor de cincuenta años, la comunidad médica de los Estados Unidos tomó la dirección equivocada y simplemente perdió todo interés por la medicina psicosomática. Más adelante especularé sobre por qué sucedió esto, pero por ahora lo importante que hay que señalar es que, al darle la espalda a esta vital rama de la medicina, la profesión médica ha contribuido a crear una epidemia de dolor y de otros trastornos que afecta a millones de personas.

Descubrí la medicina psicosomática bastante tarde en mi carrera profesional. Fue cuando comencé a ver grandes cantidades de gente que sufría esos comunes pero misteriosos trastornos que vienen acompañados de dolor, principalmente en la zona lumbar, el cuello, el tronco y las extremidades. Yo no sabía que estos trastornos eran psicosomáticos. Mi especialidad no era la psiquiatría o la psicología, y fue sólo a través del contacto diario y directo con el sufrimiento de mis pacientes como finalmente llegué a reconocer la verdadera naturaleza de su aflicción, y pude entonces comenzar a administrar un tratamiento efectivo. Mis colegas y yo hemos aprendido mucho a lo largo de los últimos treinta y dos excitantes y provechosos años. He publicado tres libros en los que describo nuestro trabajo, nuestros descubrimientos y nuestros éxitos. Estos libros trataban principalmente de lo que he llamado el síndrome de miositis tensional (SMT), un doloroso trastorno psicosomático que aflige a millones de personas. La mente dividida abarcará la gama completa de desórdenes psicosomáticos, un tema mucho más amplio e importante. Los trastornos psicosomáticos se dividen en dos categorías:

1. Aquellos trastornos que son inducidos directamente por las emociones inconscientes, tales como los problemas de dolor (SMT) y los trastornos gastrointestinales comunes como el reflujo, las úlceras, el síndrome de colon irritable, las afecciones de la piel, las alergias y muchos otros.

2. Aquellas enfermedades en que las emociones inconscientes pueden ser un agente causal, pero no el único. Entre ellas se encuentran las enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoide, algunos trastornos cardiovasculares y el cáncer. Por lo que conozco, en la actualidad no hay nadie que esté estudiando estas enfermedades y que incluya las emociones inconscientes como factores potenciales de riesgo. En mi opinión, esto raya en lo criminal.

Los procesos psicosomáticos comienzan en el inconsciente, esa parte oscura, no cartografiada y generalmente mal comprendida de nuestras mentes que fue identificada en primer lugar por Sigmund Freud. Aunque aún no sea un hecho reconocido por la medicina tanto física como psiquiátrica, las emociones inconscientes son un factor importante en prácticamente todos los trastornos físicos no traumáticos. He titulado este libro La mente dividida porque los trastornos psicosomáticos se originan en la interacción de la mente inconsciente con la mente consciente. Aquellos rasgos que residen en el inconsciente y que consideramos más problemáticos, como el infantilismo, la dependencia o la capacidad para un comportamiento salvaje, son producto de una parte primitiva del cerebro, localizada en las profundidades de este órgano, justo por encima del tronco cerebral. La evolución ha agregado lo que se llama el neocórtex, el cerebro más reciente, el de la razón, del intelecto, de la comunicación y de la moral. Parece haber una lucha entre estas dos partes del cerebro. A veces se impone la razón y en ocasiones la parte más infantil y bestial de la naturaleza humana. Esta dualidad es una de las razones de la existencia de los trastornos psicosomáticos, como quedará demostrado más adelante.

Las conclusiones presentadas en este libro no están basadas en deducciones teóricas. Son el resultado de muchos años de experiencia con miles de pacientes, y están respaldadas por los hallazgos de psicoterapeutas altamente cualificados. Además, seis innovadores médicos de distintas partes de los Estados Unidos (que han incorporado los principios psicosomáticos en sus prácticas profesionales y en sus investigaciones) también han contribuido con los hallazgos basados en sus propias experiencias. El exitoso tratamiento de un alto porcentaje de pacientes respalda nuestros hallazgos.

El objetivo principal de La mente dividida es explicar la naturaleza del proceso psicosomático, especialmente el estado psicológico que da lugar a evidentes síntomas físicos. El objetivo secundario es llamar la atención hacia la estrechez de miras de muchos practicantes de la medicina contemporánea que no reconocen la existencia de los trastornos psicosomáticos y que, al actuar de esta forma, contribuyen a su propagación.

No me cabe duda de que los guardianes de la sabiduría convencional criticarán mis teorías por su supuesta «falta de evidencias científicas». Esto es casi ridículo, ya que no existen evidencias científicas para algunas de las teorías más apreciadas sobre las causas de los síntomas. El ejemplo más claro de esto lo constituye la idea de que el proceso inflamatorio es el responsable de muchos síntomas de dolor, algo para lo cual no existe ninguna evidencia científica. Otro ejemplo: nunca se han realizado estudios para confirmar el valor de una variedad de procedimientos quirúrgicos empleados en el tratamiento de los trastornos dolorosos, como por ejemplo la laminectomía (empleada para tratar las anormalidades de los discos intervertebrales).

El estudio de los trastornos psicosomáticos en el laboratorio presenta grandes problemas. ¿Cómo se pueden identificar y medir las emociones inconscientes? Si la aceptación del diagnóstico por parte del paciente es crucial para el éxito del tratamiento, ¿cómo se puede demostrar la validez del diagnóstico y del tratamiento si la mayoría de la gente no acepta el primero? Después de muchos años de experiencia, nuestra impresión es que no más de entre un 10 y un 15% de la población estaría dispuesta a aceptar un diagnóstico psicosomático. Nuestra prueba de validez reside en el extraordinario éxito de nuestro programa terapéutico.

Como señaló Freud, la fisiología del proceso es mucho menos importante que unas observaciones acertadas sobre el propio proceso. Freud tampoco disponía de ningún dato de laboratorio. Así, dejó en manos de los expertos de laboratorio la tarea de descubrir los elementos básicos de este proceso.

Al compartir contigo las experiencias respecto al diagnóstico y el tratamiento de las grandes cantidades de gente que han padecido o padecen dolores psicosomáticos, mis colegas y yo esperamos que nuestros hallazgos tengan una influencia importante sobre la práctica médica, en especial teniendo en cuenta los millones de personas que hoy en día sufren innecesariamente por culpa de estos trastornos.

La mente dividida

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