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Los trastornos psicosomáticos

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En cambio, en el quinto grupo psicogénico, el de los trastornos psicosomáticos, el cerebro produce verdaderos cambios físicos en el cuerpo. Un ejemplo de esto sería el síndrome de miositis tensional (SMT), un trastorno doloroso que examinaremos con más detalle. En este trastorno, el cerebro ordena una reducción del flujo de sangre hacia un determinado lugar del cuerpo, dando lugar a una leve deficiencia de oxígeno que causa dolor y otros síntomas, dependiendo de qué tejidos se hayan visto afectados.

Uno de los aspectos más intrigantes tanto de los trastornos histéricos como de los psicosomáticos es que tienden a propagarse entre la población de forma epidémica, casi como si fuesen de naturaleza bacteriológica, que no lo son. Edward Shorter, un historiador de la medicina, llegó a la conclusión de que la incidencia de un trastorno psicogénico adquiere proporciones epidémicas cuando el trastorno está de moda. Por muy extraño que parezca, la gente con una necesidad psicológica inconsciente de síntomas tiende a desarrollar dolencias que sean muy conocidas, como el dolor de espalda, la fiebre del heno o el eccema. Ésta no es una decisión consciente.

Una segunda causa de tales epidemias suele surgir cuando un trastorno psicosomático es mal interpretado por la profesión médica y atribuido a una anormalidad estructural, como un espolón óseo, una hernia de disco, etcétera.

Un estudio realizado en Noruega en 1996 indica que existe una tercera condición que fomenta estas epidemias: el simple hecho de que el tratamiento médico esté fácilmente disponible. Un artículo publicado en la revista médica británica Lancet señalaba la epidemia de «latigazo cervical» que estaba teniendo lugar en Noruega. Los conductores cuyo coche recibía un choque trasero desarrollaban dolores en el cuello y en los hombros a pesar de no haber sufrido ninguna lesión grave. Los doctores noruegos, desconcertados ante esta epidemia, decidieron investigar. Fue­ron a Lituania, un país sin seguro médico, y descubrieron que el latigazo cervical era una dolencia desconocida en ese país. Resultó que la explosión de casos en Noruega tenía más que ver con que el latigazo cervical estuviese de moda que con la gravedad de las colisiones traseras. ¡La única explicación para esta epidemia era que en Noruega había muchos seguros médicos que cubrían el tratamiento!

Las epidemias más importantes de trastornos psicosomáticos son aquellas que están relacionadas con el dolor. Como comentaré más adelante, estos trastornos se han convertido en las dolencias de moda para millones de estadounidenses. Son «populares» y la mayoría de ellos han sido erróneamente diagnosticados como si fueran el resultado de varias anormalidades físicas estructurales, y de ahí su propagación epidémica.

¿Cuál es la génesis de un trastorno psicosomático? Como veremos, hay que buscar la causa en las regiones inconscientes del cerebro, y como también veremos, su objetivo es distraer deliberadamente a la mente consciente.

El tipo de síntoma y su localización en el cuerpo no importan mientras sirvan para distraer la atención de aquello que está calando en el inconsciente. Ocasionalmente, la elección de la localización del síntoma puede incluso facilitar la maniobra de distracción, algo que es común en los trastornos psicosomáticos. Por ejemplo, un hombre que siente un dolor agudo en el brazo al realizar un cierto movimiento con la raqueta de tenis va a suponer que ese movimiento fue el causante de su dolor. La realidad es que su cerebro ha decidido que ha llegado la hora de crear una distracción física y elige ese momento para iniciar el dolor porque la persona va a suponer que éste es producto de una lesión y no que se trata de un trastorno físico generado por el cerebro. ¿Y qué hace éste para llevar a cabo esta maniobra de distracción? Simplemente reduce de forma leve la cantidad de oxígeno que llega hasta un tendón del brazo, lo cual produce dolor. Así es como obtuvo su nombre el «codo de tenista». Si esto te parece extraño, diabólico o autodestructivo, más adelante verás que en realidad se trata de una maniobra de defensa. Mis colegas y yo la hemos observado en miles de pacientes.

Pero un síntoma puede perder con el tiempo su poder de distracción. En ese momento, la psique guarda otra estrategia en la manga. Encontrará otro síntoma para tomar el lugar del anterior, uno que sea considerado «físico» tanto por el paciente como por el médico, es decir, sin un origen psicológico. Por ejemplo, si un tratamiento –digamos una intervención quirúrgica– neutraliza un determinado síntoma psicogénico de modo que éste pierda su poder de distracción, el cerebro simplemente creará una nueva serie de síntomas. A esto lo he llamado el imperativo del síntoma, y es algo que tiene enormes implicaciones de cara a la salud pública, porque los síntomas psicogénicos son generalmente mal interpretados y tratados como trastornos físicos. De repente, el paciente supuestamente «curado» presenta un nuevo trastorno que exige atención médica. Más sufrimiento. Más tiempo perdido. Más gastos. Esto lo iré documentando a medida que avancemos.

Estadísticamente, el trastorno más común en la actualidad es el síndrome de miositis tensional (SMT), que he descrito ampliamente en mis obras anteriores. Le di ese nombre porque en 1984, cuando publiqué mi primer libro, se creía que el músculo (mio) era el único tejido implicado. Desde entonces, he descubierto que los nervios y los tendones también pueden verse afectados. De hecho, ahora parece que la implicación de los nervios es más común que la de los músculos. Por consiguiente, un término más inclusivo, como síndrome musculoesquelético mente-cuerpo, podría ser más adecuado. Sin embargo, como el término SMT ya es tan conocido, mis colegas me han aconsejado que no lo cambie, así que lo seguiré usando.

¿Qué hace el cerebro para producir síntomas en el cuerpo? Existen varias formas, pero la mayoría de los trastornos psicosomáticos son crea­dos mediante la actividad del sistema autónomo-péptido. La rama autónoma del sistema nervioso central controla los sistemas involuntarios del cuerpo, como el circulatorio, el gastrointestinal y el genitourinario. El sistema autónomo está activo veinticuatro horas al día y funciona al margen de nuestra conciencia. He agregado la palabra péptido porque los péptidos son moléculas que participan en un sistema de intercomunicación entre el cerebro y el cuerpo, y que desempeñan un importante papel en estos procesos.

El trastorno más común producido mediante este sistema es el SMT, que he descrito más arriba. Este trastorno afecta a millones de personas y representa un coste de miles de millones de dólares en gastos médicos, horas de trabajo perdidas y compensaciones.

Otros trastornos incluyen:

– El reflujo gastrointestinal.

– La úlcera péptica (a menudo agravada por los antiinflamatorios).

– El espasmo esofágico.

– La hernia de hiato.

– El síndrome de colon irritable.

– La colitis espástica.

– La cefalea tensional.

– La migraña.

– La micción frecuente (cuando no está relacionada con problemas médicos como la diabetes).

– La mayor parte de los casos de prostatitis y de disfunción sexual.

– Tinitus (zumbido en los oídos) o mareos no relacionados con alguna enfermedad neurológica.

Las teorías presentadas aquí están basadas casi exclusivamente en los trabajos realizados con el SMT, pero existen muchos trastornos mente-cuerpo menos comunes (como el reflujo) cuyos síntomas también son creados por el sistema autónomo-péptido. Nos referimos a éstos como equivalentes del SMT, ya que son el resultado de las mismas condiciones psicológicas que produjeron el SMT. Lo que me puso sobre la pista de que los casos de dolor que veía en los primeros años de la década de los setenta fuesen de origen psicosomático fue el hecho de que tantos pacientes hubiesen padecido estos trastornos equivalentes, todos los cuales yo sabía que eran psicosomáticos. Este descubrimiento indicaba que los casos de dolor que veía también eran psicosomáticos.

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