Читать книгу El fuego de la montaña - Eduardo de la Hera Buedo - Страница 13

5.1. Agustín, el «númida africano»

Оглавление

Escribirá, en 1929, una muy personal biografía (Sant´Agostino) de otro ilustre converso, Agustín de Hipona: el númida africano (como le llamaba Papini)[38]. Esta biografía no pretendía ser una paráfrasis de las Confesiones ni «una exposición completa de su pensamiento»[39]. Tan sólo intentaba Papini asomarse al alma del gran Padre de la Iglesia, a quien comparaba, en sus vuelos, a un cóndor (él se veía a su lado «como una hormiga con alas»).

S. Agustín entró en la vida de Papini, primero como escritor de obra extensa y ferviente apasionado del saber humano; pero no puede decirse que lo conoció hasta bien «avanzada la juventud» y con una salvedad: de Agustín le interesaban más «las cuestiones humanas que las divinas»[40].

«Puede decirse que, antes de volver a Cristo, san Agustín fue, con Pascal, el único escritor cristiano que yo leí con admiración no tan sólo intelectual. Y cuando yo forcejeaba por salir de los cubiles del orgullo a respirar el divino aire del absoluto, san Agustín me prestó inmensa ayuda»[41].

Le parecía a Papini que existía alguna semejanza entre san Agustín y él: ambos eran aficionados a la literatura y a la palabra, ambos buscadores de filosofías, amantes de la verdad (hasta rondarles la «tentación del ocultismo»), ambos sensuales y ávidos de fama. Pero cuando Papini descubrió por la fe a Cristo, también san Agustín adquirió para él una luminosidad nueva: «Si una vez lo admiré como escritor, hoy le quiero como un hijo quiere a su padre, lo venero como un cristiano venera a un santo»[42].

El fuego de la montaña

Подняться наверх