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1. Interés para nuestra época

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No creo que él o sus libros deban archivarse, olvidados, en el baúl de los recuerdos. Papini a nadie deja indiferente. Discutido y discutible, algunas de sus obras continúan reeditándose, y no pocas se dieron a conocer después de su muerte (1956)[10].

Por otra parte, determinadas facetas de la personalidad de Papini concuerdan con perfiles del hombre de nuestros días. El lector inteligente deberá hacer la conveniente transposición de lo que va de ayer a hoy. La época que le tocó vivir no es la nuestra. Nada tiene de extraño que choquen con nuestra mentalidad las ideas políticas que él sostuvo. Y quizá moleste a no pocos su fogoso y encendido lenguaje, en ocasiones un tanto apocalíptico; pero de lo que no cabe duda es de su sinceridad y puntería a la hora de señalar los problemas que atenazan a los hombres y mujeres de todos los tiempos.

Fue ateo primero y, después, católico. Nos interesa, sobre todo aquí, destacar su fe en Jesucristo. Crítico con la jerarquía de la Iglesia, sin embargo nunca abandonó a la familia de Jesús. Fogoso, declamatorio, fiel a sí mismo, auténtico siempre. E, insisto, polémico, muy polémico. De expresión cortante, seca, a veces poco matizada. Casi siempre, brillante.

El estilo literario de Papini recuerda bastante al de Nietzsche (1844-1900), quien en su desgarrado modo de decir influyó no poco en él. En este estilo muy suyo, apasionado y vibrante, radica su grandeza y también su debilidad. Escribe con mucha sinceridad[11]. Pero puede resultar enojoso para quien no comparta sus ideas. Precisamente, por su aparente dogmatismo ideológico. Decía de él Jorge Luis Borges que, en la polémica, Papini solía ser «sonoro y enfático”[12].

El inconformismo de Papini, su búsqueda religiosa, su fuerte personalidad, resultan fascinantes y, desde luego, son un referente importante para esta época nuestra de pensamiento único y de pereza religiosa. Papini no habría soportado la superficialidad actualmente reinante. Hay mucho miedo, hoy, a manifestarse en contra de lo considerado como políticamente correcto. A Papini las modas le importaban muy poco. Le interesaba, ante todo, ser fiel a su propia conciencia.

De ahí que se convirtiera en un auténtico demoledor de lugares comunes, de tópicos y mezquindades. Así que estamos ante alguien complejo, a veces contradictorio, pero muchas veces genial. No es fácil mantener una postura desapasionada ante Giovanni Papini. Como pocos, encarnó las luces y las sombras de su tiempo.

El fuego de la montaña

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