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LA INDAGACIÓN EN PROFUNDIDAD
ОглавлениеHe aquí una palabra clave: indagación. Justamente al apuntar a la búsqueda de un diagnóstico se debe efectuar una indagación profunda que va a ser todo menos ingenua, porque está direccionada por un modelo basado en ciertas concepciones de la enfermedad y del síntoma.
En el ya clásico La enfermedad como camino, Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke plantean que una diferencia entre su enfoque y la psicosomática es el hecho de que para ellos todos los síntomas, sin excepción, tienen un significado. No es un planteo demasiado novedoso, ya que es el punto de arranque del psicoanálisis y la psicosomática. Tal idea es la base de estas disciplinas y justamente la significación de los síntomas fue la piedra del escándalo del planteo de Freud frente a la terapéutica de su época, en donde la enfermedad mental, así como otras formaciones sintomáticas y sustitutivas, carecían de sentido. En un texto de 1917 muy sencillo de leer, Psicoanálisis y Psiquiatría, Freud plantea esto de un modo muy claro y contundente. Pero la cuestión es en dónde se ubica el significado, qué lugar se le da, cómo se hace para descifrarlo.
Los autores de La enfermedad como camino agregan una segunda diferencia, que es la renuncia al modelo causal utilizado por la psicosomática clásica, orientado hacia el pasado: “Que la causa de un trastorno se atribuya a un bacilo o a una madre perversa es secundario… A nosotros no nos interesan las causas del pasado…”. Ahora bien, la importancia del pasado para la psicosomática, como para el psicoanálisis, no se basa en la aplicación de una perspectiva reduccionista y mecanicista, sino por el contrario abarcativa, holística, y mirando el proyecto de la persona y la enfermedad como un anclaje a entender para aprender. Mirar al pasado no implica desconocer el por-venir. En esta dirección hay que dar un espacio para visualizar el concepto que de pasado se tiene, y descubrir que lo que se denomina pasado habitualmente no lo es. En la sombra o inconsciente, como para el alma, no existe el tiempo. Usualmente se llama pasado a lo que aún está pendiente en la vida, apegos, y por lo tanto no es pasado, ya que está vivo e interfiriendo. El verdadero pasado es lo que pasó, lo que realmente se ha dejado atrás.
En el libro que estoy comentando, y aquí llegamos al punto de interés, los autores establecen una serie de reglas para una indagación. La primera de ellas se relaciona con la interpretación de los síntomas. En esta tarea, dicen, hay que renunciar a las aparentes relaciones causales en el plano funcional, ya que no son aptas para interpretar un síntoma. Para ellos la interpretación debe realizarse, exclusivamente, en su manifestación cualitativa y subjetiva.
La comprensión de la causalidad es un plano clínico indispensable, que incluso Bach postulaba. La historia de un paciente no es un suceder inútil sino revelador. La explicación causal es tan importante como la sincronística, el pasado tan significativo como el futuro. Pero lo esencial es algo que muchas veces se olvida: la persona es en los síntomas como la única manera posible de ser que tiene la enfermedad. De modo que no hay que renunciar al nivel funcional sino darle un justo valor. La clínica no es una reflexión sobre abstracciones sino sobre padeceres.
La segunda regla postula analizar el momento de la aparición de un síntoma, indagar la situación personal, pensamientos, fantasías, sueños, etc., en los que se sitúa el síntoma. Esto es muy lógico dado que toda contextuación aporta relaciones significativas para comprender sentidos.
La tercera plantea poner entre paréntesis el síntoma, convirtiéndolo en principio, y trasladarlo al plano psíquico. Escuchar las expresiones del paciente, ya que nuestro lenguaje es psicosomático. Esta es otra idea psicoanalítica que no hay que desperdiciar, y que está planteada en términos de que la fisiología y la anatomía posen una intencionalidad emocional.
Al respecto Raúl Pérez comenta que:
Cuando se está habituado a reconocer el “lenguaje de los órganos”, se ha dado un gran paso adelante para develar su significado. Hasta en las expresiones populares hay frases cargadas de simbolismo psicosomático que pueden servir a título ilustrativo. Muchas veces los pacientes las tienen incorporadas a su vocabulario.
De alguien generoso se dice que “tiene un corazón de oro”, mientras que de un egoísta suele afirmarse que “tiene el corazón de piedra”. Una mala noticia o situación nos cayó como “una piedra en el estómago” o “una patada al hígado”, y hay quienes viven una traición como si le hubieran “clavado una puñalada”. En otros casos hay expresiones típicas para referirse a las emociones que se viven, tales como “quedarse pálido de miedo” o “rojo de rabia”. Y ante un gran susto están los que “se quedan sin aliento”.
En la cuarta regla se formulan dos preguntas: ¿qué me impide este síntoma? y ¿qué me impone este síntoma? Son buenas preguntas a hacerse en la clínica, ya que por una parte el síntoma es adaptación, la mejor que pudo lograrse, defensa y realización.
A estos cuatro pasos habría que colorearlos incluyendo la necesidad de buscar en la dimensión de lo perdido para la conciencia, es decir, lo inconsciente; de bucear en las profundidades de los abismos de la persona hasta hallar el lugar donde se encuentran enterrados sus venenos y sus fertilizantes, para transformar los venenos en nutrientes.