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Capítulo V La huída

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PINTADO POR ANA MARÍA

Peggy se fue deshecha de dolor, con el sabor amargo de una traición inexplicable, sin poder pensar en nada, sin poder querer creer que había visto algo imposible que su imaginación asoció a ese amor que aumentaba por Julián y se brotó en celos. Celos y rabia razonables.

Manejó y manejó a la deriva hasta que por suerte llegó a su casa antigua pero bonita en Palermo. Amaba esa casona, a pesar que era una oposición decir casona, ya que era pequeña, pero casona al fin por lo antigua y tradicional.

Le costó caminar el largo pasillo que la llevaba a la puerta de entrada. Un ambiente sereno y agradable la esperaba.

Un espacio pleno de soledad pero en el que Peggy se sentía resguardada y acompañada. Su cansancio la venció y quedó profundamente dormida.

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