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Capítulo vi Otra situación

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Mientras tanto en Santa Rosa, La Pampa, Argentina, el padre de Julián y Braian, se debatía entre la vida y la muerte producto de un infarto cardíaco repentino e inesperado ya que no era una de las dolencias que lo aquejaba.

Como Braian, hermano gemelo de Julián, que vivía con sus padres justo no estaba porque decidió viajar a la Metrópoli para visitar a su hermano Julián, conocer, buscar posibilidades de trabajo; Emma, la madre de ambos no dudó en avisarle a Julián, que desesperado y al mismo tiempo con una sensación de culpa –de esa culpa que se nos enseña de pequeñitos– por no haberse quedado a vivir con sus padres, o bien enceguecido por el llamado, salió corriendo de su trabajo, sin avisar y dejando perplejos a sus compañeros de tarea, incluso sin llamar a Peggy. Tomó un taxi y se dirigió directamente al Aeropuerto Jorge Newbery para tomar el primer vuelo que hubiese a Santa Rosa.

Alejado de toda novedad Braian llegó a Buenos Aires. Enseguida fue a casa de su hermano ya que él también tenía una llave que le había dejado Julián por cualquier necesidad. Braian no lo encontró en su casa, todo estaba oscuro, sólo el reflejo del espejo de una moto daba un poco de resplandor.

Luego se dirigió al trabajo de su hermano y al entrar a la oficina se sintió malamente observado y comenzaron a hacerle una pregunta tras otra, las que él no comprendía. Tampoco le daba tiempo para hablar por lo que se fue, sin antes escuchar algo referido al Bar del Tigre. Fue cuando Braian recordó la compra de ese bar por parte de Julián y su pareja Peggy.

Después de comer algo rapidito en el Bar Británico en una esquina enfrente del Parque Lezama, cercano a la oficina donde trabajaba su hermano Julián, volvió a la casa, sacó la moto sorprendiéndose por su color celeste y se dirigió al Bar del Tigre pensando que seguramente estaría allí con Peggy.

Durante ese lapso de tiempo los compañeros de trabajo de Julián continuaban estando enojados con él ya que parecía que había tomado algo raro por su manera de reaccionar y salir. Pero ninguno de ellos se percató que el estilo de ropa del joven no era la misma que acostumbraba a usar Julián.

Braian, una vez en el Bar del Tigre, se las ingenió para poder entrar sosteniendo el poco cuidado que tendrían su hermano y Peggy, ya que si él lo había hecho, cualquiera podría entrar y robarles. Braian se asombró por no haberlo encontrado, ya era el tercer lugar al que iba y tampoco estaba. ¡Qué incertidumbre!

Mucho problema no se hizo, ya estaba muy cansado y en un lugar desconocido, con las últimas luces del día fue a un pequeño Almacén a comprar algo para cenar y desayunar al día siguiente. Fue allí cuando se encontró con una mujercita muy bella y seductora que lo dejó como un tonto enamorado. Era Priscila, la hija del dueño del Almacén.

Esa noche soñó hermosamente con ella, ni se acordaba de sus padres, de su hermano y eso que le daba temor viajar a la gran ciudad como él la llamaba.

A la mañana siguiente, una brisa agradable con el sonido del canto de los pájaros y el batir del agua se levantó sintiendo una paz indescifrablemente encantadora, tan encantadora como Priscila que estaba pasando dirigiéndose hacia el lado contrario del almacén. Saltó de la silla y salió a saludarla, a lo que ella respondió con una sonrisa y con la pregunta si ya había ido al río. Rápidamente Braian se preguntó para sí mismo ¿río?, pero como no se daba cuenta contestó que todavía estaba desayunando. Ella se fue diciéndole chau, te veo después, no demores.

Braian desayunó tranquilamente mientras pensaba en la palabra río. Al salir y observar el lugar a pleno sol, sin duda entendió. Muy cerca había un río y no muy lejos del Bar había ido Priscila seguramente a nadar o a tomar sol.

Al salir casi pisa dos paquetes de regalo con una tarjeta, uno para para Peggy y otro para Julián. Como cosa de niño agarró una lapicera que encontró e impulsivamente pensando en Priscila, agregó a la tarjeta de Julián: PARA MI AMOR, quedando entonces en la tarjeta el escrito: "Para mi amor Julián".

Luego Braian se dirigió hacia el río siguiendo los pasos de Priscila. Se encontró con aguas maravillosas, serenas y una vegetación que hacía del lugar un sitio paradisíaco.


No vio a Priscila, pero sí a un hermoso velero.


Se sentó en el pasto dejando ir muy lejos su mirada, hasta que llegó un momento en que todo se desvaneció. Fue justo en ese instante que en su interior se preguntó por su hermano, pensando qué diablos hacía él en ese lugar, sobreviniéndole una terrible angustia, no se hallaba cómodo con él mismo. Pero en ese mismo momento observó que el velero se acercaba, regresaba y como bien curioso quiso saber si Priscila se bajaría de él o tal vez ella estuviera en otro lugar.

Realmente fue Priscila la que descendió, y sola, nadie la acompañaba.

Ella al verlo levantó la mano saludándolo con mucha alegría. Al encontrarse le comentó que era el velero de su familia y desde chica estaba acostumbrada a navegar, ahora ya lo podía hacer sola y consideraba que era una buena manera de empezar el día.

Braian al verla tan seductora, tan transparente y a su vez sintiéndola inocente, se apoderaron de él unos deseos desconocidos. Sólo la había visto dos veces y había hablado muy poco con ella. De repente se convirtió en una fiera desbocada olvidándose de todo y de todos, sólo valoró el momento. Y ella, tan jovencita se presentaba como una niña curiosa por descubrir aquello que todavía no había sentido.

Regresaron caminando tranquilamente y quedaron en dar un paseo más a la tardecita y así ocurrió.

Priscila lo pasó a buscar, estaba extremadamente preciosa, delicada, sensual, parecía confundirse con el paradisíaco paisaje. Sumamente bella. Caminaron juntos bastante tiempo hasta que no dejaron pasar un instante ni un leve pensamiento coherente por sus mentes que sus cuerpos se fundieron plenamente.

Ya ninguno de los dos eran los mismos, se puede decir que el sentimiento, las sensaciones y la emoción del momento los transformaron. Salieron de sí hasta que después de mucho tiempo recuperaron el aliento de todos los días y cada uno se dio cuenta de cuánto habían sentido, cuánto se gustaban, pero sin entender el cómo llegaron a tanta pasión.


PINTADO POR ANA MARÍA

El silencio de ambos y sus miradas fueron la despedida. Braian se durmió enseguida como si estuviera flotando en una nube que lo acunaba, pero al levantarse dudó de lo ocurrido, preguntándose si habrá sido un sueño de muchacho joven. Al mismo tiempo se dijo joven y descocado. Se puso la ropa como pudo, cerró, tomó la moto celeste y se fue. ¿A dónde iría? ¿Qué pasaría por su cabeza?

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