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Capítulo vii Cuando Braian todavía no había llegado al bar

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El día que Su Ann había llegado a Ezeiza, lo hizo después de haber estado llorando casi toda la noche durante el vuelo. En esas interminables horas pasaban muchos recuerdos por su cabeza. Hasta se podría decir que los veía. El Bar del Tigre, ahora de Peggy y Julián, en un principio perteneció a la familia de Su Ann, sin que esto lo supiera Peggy. Con el tiempo la propiedad se vendió en varias oportunidades. Sus padres habían decidido venderla para que con ese dinero ella tuviera suficiente para sus viajes y para las primeras necesidades. Justo en ese lugar, el Bar en El Tigre, fue donde se despidieron de la propiedad que durante tantos años habían mantenido albergando recuerdos inolvidables. De allí a Ezeiza, se saludaron y nunca más se vieron ni se verían ya que sus padres fallecerían en un trágico accidente. Esa noche durante el vuelo esos pensamientos rumoreaban una y otra vez en su mente por lo que cuando descendió ni se acordó de Peggy, sólo quería ir al Bar. Una vez que el Autobús de Tienda de León la dejó en la Central de ellos, tomó un taxi hasta el Tigre, luego una embarcación y así llegó a aquel antiguo Bar que algún día también le había pertenecido. Conocedora de cómo entrar y salir, ingresó en él sintiendo el reencuentro con sus padres y su vida pasada, y así se quedó dormida en el hermoso sillón que encontró. Al día siguiente recorrió el lugar llevando en sus manos una hermosa cajita, ya que ella pensaba que sería el contenedor de aquellas cosas producto de la naturaleza que más recuerdos le traían y así pasaría a ser su caja mágica, su caja de la suerte.

Después de mucho tiempo, había regresado a la que un día fuera de su propiedad y al ir al baño encontró el perfume que Peggy siempre había usado. Abrió con cuidado el pequeño envase y recordó todo lo vivido con Peggy hasta que su lento reaccionar, tal vez por el cansancio o el shock de las emociones, se dio cuenta que se había puesto de acuerdo con Peggy que la iría a buscar a Ezeiza y la hospedaría en su nueva casa. Se agarró la cabeza repitiendo una y otra vez lo desconsiderada que había sido, irrespetuosa, no tenía perdón lo que había hecho, olvidarse así de su fiel amiga. Muy enojada con ella misma, agarró sus valijas y bolso de mano y se fue, sin darse cuenta que de los regalos que traía, justamente el de Peggy y el de Julián se le habían caído del bolso de mano que no llegó a cerrarlo de lo apurada que estaba para irse.

Tan enloquecida estaba que no pensó que caminando con tacones, llevando maletas y demás, no llegaría lejos, aunque pudo acercarse hasta el Almacén del padre de Priscila que se compadeció ante lo contado por Su Ann y colaboró llevándola hasta el embarcadero mientras Priscila se quedaba a cargo del negocio, ya que solamente vivían ellos dos. Su mamá había fallecido cuando ella nació.

Agradeciendo al señor, por fin tomó la embarcación y llegó al otro lado del río. Al levantar la mano, de inmediato un taxi se detuvo, mientras tanto llamaba a su amiga para poder darle la dirección exacta al taxista, que sería donde tendría que llevarla. Al tomar el celular lo encontró sin carga eléctrica. Se le sumó otra cosa más, entonces decidida y con rapidez le dijo al chofer que la lleve a Palermo Viejo –que era la zona que ella mejor conocía– y que la acercara a un bonito Café. Su Ann tenía pensado quedarse tomando algo mientras cargaba el celular y así podría llamar a su amiga.

El taxista la llevó hasta Marks Deli & Coffee House en calle El Salvador al 4.701 en Palermo Soho.


Su Ann agradeció al taxista y eligió un lugar tranquilo y agradable.

Allí desayunó mientras cargaba su celular. Cuando le fue posible llamó a Peggy pero las dos o tres veces que intentó daba ocupado.

Mientras esperaba para llamar nuevamente, buscó en su bolso de mano los regalos, pero no los encontró. Pensó y pensó dónde podrían estar pero no le fue posible recordar. Se dijo que no podía llegar a lo de Peggy sin ningún presente, sería una descortesía. Entonces le preguntó a la joven que la atendió si en la zona había negocios con objetos de calidad para regalar. Sin más la envió a la vuelta de la Cafetería en la calle Armenia al 1.708 que quedaba cerca y era una calle que corta a calle El Salvador. El local se llama Besha, es de calidad y tiene variedad para elegir, incluso le ofreció cuidarle las maletas para que vaya cómodamente, a lo cual Su Ann aceptó agradecida.


Su Ann enseguida encontró el local y así como entró eligió dos billeteras parecidas a las que les había comprado y regresó a Marks Deli & Coffee House.

Desde allí la volvió a llamar a Peggy, y por fin la atendió. Le notó una voz rara como si estuviera enojada, furiosa, pero igualmente le dijo que la hospedaría en su casa, que le diga dónde estaba, así ella la iría a buscar en coche. Su Ann le agradeció y la quedó esperando fuera, pensando a su vez que Peggy habrá tenido una no tan buena semana.

Un bocinazo hizo que Su Ann se diera cuenta que era Peggy y que se la veía apurada. Al saludarla, la recibió con un simple “hola, después hablamos”. Su Ann no sabía qué pensar, sintiéndose muy incómoda.

Peggy tomó una bonita calle de Palermo Soho, mientras le contaba que pronto llegarían.

Peggy –Es en esta calle donde está mi casa, ya verás que alegre es. Su Ann, te explico que a la zona de Palermo la dividieron de acuerdo a las características que fueron sobresaliendo, por ejemplo donde está mi casa la denominaron Palermo “Soho” porque es un barrio bohemio, y a pesar de ser la parte más antigua de Palermo, no se encuentra descuidada porque en los últimos años se ha invertido mucho en su reconversión. Es una zona que caracteriza a Buenos Aires por encontrarse alejada del smog y estar frecuentada por gran cantidad de jóvenes.

Su Ann le dijo a Peggy que realmente es muy bonita la zona y que su casa está muy bien decorada, tiene mucha calidez, agregó: –Se te nota cansada y como buena amiga que te conoce, parece que estás un poco malhumorada. ¿Y Julián?

Su Ann, eso me lo tendrías que contar vos, ya que lo viste antes que yo, bueno todavía el caradura no apareció por aquí, acotó Peggy.

Su Ann –No te entiendo amiga.

Peggy con todo el odio posible contestó que “no hay más sordo que el que no quiere escuchar”.

Su Ann le pidió que por favor se explique porque no vino para que ella, ni nadie la agredieran.

Peggy –Seguí haciéndote la mosquita muerta que con solo mirarte sé con qué bicho me enfrento.

Su Ann –Por favor Peggy, ¿qué te pasa?, a lo que Peggy respondió –me pasan, mejor dicho nos pasan muchas cosas porque te burlaste de mí desde que llegaste a Ezeiza, te fuiste al Tigre y ahora como gata con la cola entre las patas me llamas, ¿te parece bien?, ¿mejor amiga?

Sigue Su Ann sin entender, con las lágrimas a flor de piel, y el dolor en el pecho que se lo oprime para respirar.

En eso toca el timbre alguien. Al abrir el muchacho le pide permiso para esperar a Julián, ya que no tiene dónde quedarse. Así, se lo dijo de una sola vez, y sin presentarse creyendo que ella sabía que él era el hermano gemelo de Julián.

Peggy, acalorada y con las mejillas coloradas lo hizo pasar creyendo que era Julián burlándose, no quiso hacer un escándalo de algo privado.

El muchacho le dijo: –Seguramente eres Peggy, a lo que ella le responde –vos venís a tomarme el pelo, Julián te desconozco y te aborrezco. Todavía venís a mi casa, claro venís a buscar a tu luciérnaga.

—Hola, soy Su Ann, amiga de Peggy, encantada.

—Y yo Braian, hermano de Julián. Se te ve muy triste.

Peggy, no sabía qué decir de la barbaridad que estaba escuchando, pensando mientras tanto que tiene que ser espectadora de lo que le hacen su pareja y su mejor amiga. ¡Era demasiado! Se fue y se encerró con llave en su dormitorio y no escuchó más los llamados de Su Ann ni los del supuesto Julián. Tomó unas pastillas y enseguida quedó profundamente dormida.

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