Читать книгу Recado confidencial a los chilenos (2a. Edición) - Elicura Chihuailaf - Страница 17

Оглавление

Del mencionado sentido de totalidad del mundo que nos muestran nuestros antiguos quizás su manifestación más profunda, más intensa, la vivimos en la nombrada e innombrada ternura ejercida desde el gesto, la oralidad de ellos en absoluta complicidad con las flores, los árboles, las plantas, las vertientes, las mariposas, las nubes, la lluvia, los pájaros, los volcanes, las piedras, el fuego, los aromas, las texturas, los colores, las estrellas, la Luna y el Sol.

Los recuerdos de mi infancia se instalan sobre las manos de mi madre enarbolando hojas y hierbas medicinales. Manos y vegetales sonriendo a mi lado, atribuyéndose la momentánea sanación de mis dolencias.

Si los ríos –me decían– cantan hacia el oriente es que vienen días de sol; si lloran hacia el poniente es que vienen días de lluvia. Si el kilkil, una lechuza, se hace oír cerca de la casa, es que amanecerá con neblina. Si el nvmvn aroma se encierra en el bosque –es allí intenso el olor de las flores y de las hierbas medicinales–, lloverá.

Tripay lafken kvrvf

Mawvnay mawvnay wirari

ñi foro

tukukan kay kutran kvlelu

kechiley

apolkey rakizwam mew wampo

tromv reke ta penoykey

wenu ko mew

Tripay lafken kvrvf

ka wayzvfyey ti pu wampo

wente Llayma mew

Mawvnay, may, feypi

ti nvmvn

nvrvflu tañi wvlgiñ

mawizantu mew

Ka alof Wenu Mapu pefiñ

nvlalu ñi Kallfv witrunko

ka witra pvrayey ti Lonko

ketran

wikeñigvn!, allkvfiñ,

ayvwkvleygvn.

Salió el viento del mar

Lloverá lloverá gritan

mis huesos

y los sembrados que parecen

enfermos

cargan de ensueños los botes

que como nubes navegan

en el agua del cielo

Salió el viento del mar

y se han volcado los botes

sobre el Llaima

Lloverá, sí, dice el aroma

cerrando sus puertas en

el bosque

Y veo la luz del cielo

que abre sus vertientes azules

y las espigas levantan

sus cabezas

¡silban!, las oigo, jubilosas.

(Wenu Mapu tañi piel Señales en la Tierra de Arriba)

El lenguaje de la naturaleza es un todo, claro / transparente, así como en su esencia lo es el lenguaje de los seres humanos. ¿Qué ha ocurrido entonces con la palabra? ¿Qué sucedió con la melodía Azul del entendimiento / la sabiduría que le da vida?

Si nos referimos ahora a su espíritu y no solo a su forma, ¿podríamos decir que se ha enturbiado en conceptos como superioridad, orgullo, salvaje, conquista, patria? ¿Y sobre todo con el ocultamiento o tergiversación –según sea el caso– de las significaciones, asumidas desde las diversas perspectivas de mundo, de conceptos como civilización, desarrollo y modernidad?

¿Los Estados, las naciones, que sintieron –sienten– orgullo de la supuesta superioridad de su «raza», de su cultura, y que emprendieron –emprenden, emprenderán– la salvaje conquista para imponer supremacía en el mundo con su «civilización moderna o postmoderna», seguirán siendo los «dueños» de la historia?

¿Oigamos cómo habla el árbol en el fuego de la memoria?: Vinieron con su idioma los conquistadores, aquí se quedaron sus palabras:

Civilización: conjunto de ideas, ciencias, artes, costumbres, creencias, etc., de un pueblo o raza.

Civilizar: sacar del estado salvaje (a un pueblo o persona).

Salvaje: inculto. Persona que se porta sin consideración con los demás, o de manera cruel o inhumana. Violento, incontrolable, o que hace ostentación de fuerza. «Natural de un país no civilizado».

Cultura: cultivo en general. Cultivo de las facultades humanas: física, moral, estética, intelectual. Resultado de cultivar la inteligencia y el sentimiento (Diccionario Actual de la Lengua Española).

«Yo civilizo, nosotros civilizamos», dijeron. Así los selknam, los aonikenk desaparecieron; los kawáshkar, los yámanas, algunos sobrevivieron. Del escudo de armas del Estado de Chile, ¿como presagio?, en 1819 fueron borrados también los indígenas y la razón de la espada y la evangelización fue trocada por una advertencia: «por la razón o la fuerza».

Pero le estoy hablando a usted porque sé, sabemos, que no todos los chilenos son winka –ladrón, usurpador– ni son el Estado chileno, tal como no todos los españoles son el Estado español (usted sabe de los vascos y catalanes). Mas, hay que subrayar, me digo y me dicen, que ahora son los Estados de este continente los que continúan la tarea colonizadora –neocolonialismo lo llaman los especialistas– de la mano del imperialismo estadounidense que, en su acción de guardián y promotor de la uniformización cultural, ha relevado al imperialismo español de otrora.

En ese contexto no nos parece casualidad que el Estado estadounidense haya hecho su «exclusividad» el ser norteamericano antes y «americano» hoy. Que se abran las puertas del continente, dice, y va «redescubriéndolo» apoyado por los grupos de poder de los Estados nacionales correspondientes, mientras sus vigías gritan: tierra, petróleo, cobre, ríos, bosques.

En tal sentido, me dicen, hay que tener en cuenta que la política al servicio del poder establecido es también un agente «culturizante», en el entendido de la imposición de una cultura oficial, es decir, desculturizante. Y, junto a ello, que las llamadas sociedades globales sienten un gran temor a que los pueblos «originarios» proyectemos el futuro sobre la base de autopensarnos culturalmente.

Cuando nuestros pueblos levantan las banderas de sus respectivas identidades, los Estados intentan moverlas según sus intereses –a través de sus medios de comunicación y de sus estructuras, educacionales, económicas, comunicacionales, políticas, legislativas: excluyentes–. Surge de ese modo un nuevo dogma: la «identidad única» (globalización, la denominan algunos). La identidad confeccionada como un traje talla única que ajusta nada más a sus escasos elegidos.

Es así como empezamos a oír repetidas alusiones a «lo puro, lo incontaminado, lo auténtico», en cuya dirección se nos presenta como fósiles, como lo que hay que «conservar en su condición primitiva» porque según tales mentores nuestras culturas no serían organismos poseedores de dinamismo. Al contrario de lo que sucede con sus culturas «superiores», que son capaces de mantener la «esencia del espíritu de su civilización», aun haciendo uso de palabras, contenidos y objetos provenientes de culturas ajenas: composer (o compóser), diskette, off-set, compact disc, rouge, lifting, rafting, diet, papers, week end, bungalow, mini o supermarket, driver, discoteque, pub, mall, casting: okey; coffee break, happy hours, trekkings, workshops.... Automóvil, teléfono, radio, televisión, libro, computador, escáner (scanner), etc.

Si seguimos este razonamiento: lo español, lo estadounidense, lo chileno actual, ¿son auténticamente lo que fueron ayer? ¿tales preguntas son válidas solo en relación con los pueblos considerados «de museos»?

A propósito, ¿recuerda usted que en una feria cultural en España-Sevilla, Chile concurrió con un iceberg (ice=hielo, berg=montaña–)? ¿Será, quizás, un mensaje subliminal o desembozado de representación de la pretendida blancura de este país? ¿Podemos, por ejemplo, por qué no estuvo allí –coexistiendo con él– una gran piedra extraída de la cumbre de la cordillera de los Andes, hermana / hermano mayor de todas las piedras y los hielos de Chile?

Por eso, en este ethos ¿latinoamericano? de ciegos y sordos, nuestros pueblos reclaman su derecho a permanecer. La fuente de nuestra cultura está viva, me digo y me dicen; por lo tanto los valores que nuestra colectividad considera positivos e indispensables de preservar, en una apropiación activa –en la que queremos proyectarnos– desde una visión de mundo que nos es natural. Apropiación de elementos culturales presentes que dan cuenta de la realidad social y política de las comunidades rurales y urbanas. «Con todo eso se facilita a los valores espirituales mapuches subir del subconsciente colectivo hacia la superficie de la conciencia cultural de cada uno», escribió el profesor Alejandro Lipschutz.

Recado confidencial a los chilenos (2a. Edición)

Подняться наверх