Читать книгу Recado confidencial a los chilenos (2a. Edición) - Elicura Chihuailaf - Страница 18
ОглавлениеEl ser mapuche hoy día sigue siendo la manifestación de una diversidad alimentada por una misma raíz cultural, del árbol sostenido por la memoria de nuestros antepasados. El Gran Canelo que plantaron los padres de nuestros padres, me dicen. Nuestros espíritus son las aguas que siguen cantando bajo sus hojas, habitados –como vivimos– por una manera propia de ver el mundo. Con eso vamos por la tierra.
Esto adquiere mayor fuerza cuando –como sucede actualmente– la identidad mapuche e indígena (nativa, aborigen, originaria, o como la denominen) en general está cuestionada, y también –de alguna forma– cuestionándose, no solo en la realidad citadina sino también en la rural, nos dicen.
Y nosotros agregamos: fomentada por los sistemas estatales que continúan empeñados en mantenernos relegados en esos espacios territoriales denominados «reducciones» y –como dijimos– en ciertos ámbitos del ser contenidos en los conceptos de lo «puro, lo incontaminado», como idea de lo «estático o de arreduccionamiento en lo auténtico» y de consiguiente negación de validez, en nosotros los mapuche, de la energía universal que posibilita el enriquecimiento en la interculturalidad. Asimilación, nos dicen; integración, nos dicen, y no la voluntaria apropiación de elementos culturales ajenos que, por surgir de una necesidad ineludible de amable confrontación, fortalecen –creemos– la cultura de origen.
La historia de nuestro continente en general, y la historia del pueblo mapuche en particular, es –como se sabe– dolorosa, pero por sobre ello sigue vigente la maravilla del Soñar (los mapuche somos una cultura de los Pewma / de los Sueños). Mientras hay pueblos desarraigados, nos dicen, nosotros –aun en medio del tráfago de la ciudad– podemos sentir la ternura que es el pensamiento de nuestros abuelos y de nuestros padres. Mas la dualidad que constituyen Treng Treng –la serpiente de las energías positivas, en el relato del resurgimiento del mundo mapuche– y Kay Kay –su contraria–, luchando dentro del universo que somos cada uno de nosotros ¿nos está diciendo ahora que también vamos por el sendero, transitado y polvoriento que ha ido ocultando las flores del lenguaje, las flores del entendimiento, del modo de ser? ¿Subyacen también allí las «utopías» aparentemente desaparecidas?
El caminar diario en el territorio de nuestra gente, me digo, tiene que ver con los pasos del viento, pero también con los del más pequeño insecto. Con la mirada del cóndor en alto vuelo, mas también con la oruga. Con el grito de los ríos torrentosos, pero también con el silencio de los lagos. Con la prestancia del huemul, mas también con la humildad del pudú. ¿Puede el bosque renegar del avellano solitario? ¿Puede la piedra solitaria renegar de su cantera?