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El mismo sueño para todos: la coronalengua

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Emilio Vaschetto

La posibilidad de que quedemos girando «en el vacío» —parafraseando a Touraine en su entrevista— se da solamente si nos limitamos a reproducir elementos sociológicos. De hecho nos hemos encontrado con artículos periodísticos, escritos incluso por colegas psicoanalistas, que hablan de una sociología aggiornada con conceptos analíticos. El psicoanálisis no surge de la sociología, si bien toma elementos de ella —como de tantas otras disciplinas, ya que no tiene autonomía académica—, eso nos ayuda para ir pensando, pero es un pensar contra. Se suma a este hecho que los mismos filósofos también están envueltos en el sentido común, la lengua de uso compartido, o como decía Lacan «el discurso de uso corriente».

Dentro del cúmulo de artículos que se han difundido —entre ellos la compilación Sopa de Wuhan10— me parece interesante tomar un epígrafe del artículo de Franco «Bifo» Berardi que es un texto de William Burroughs donde leemos cosas que no nos van a ser ajenas:

La palabra es un virus. Quizás el virus de la gripe fue una vez una célula sana. Ahora es un organismo parasitario que invade y daña el sistema nervioso central. El hombre moderno ya no conoce el silencio. Intenta detener el discurso subvocal. Experimenta diez segundos de silencio interior. Te encontrarás con un organismo resistente que te impone hablar. Ese organismo es la palabra11.

Me parece un epígrafe interesante como punto de partida para una discusión posible. Por ejemplo, la primera discusión que tenemos que dar es si el problema es la generalización de la infección, la pandemia, o la difusión periodística de esta generalización de la infección. Retomando el texto de Bradbury citado al inicio de esta sección, de golpe los seres humanos se despiertan y se dan cuenta que todos, absolutamente todos, llegaron a soñar el mismo sueño. De alguna manera hay algo de eso: que todos estamos soñando el mismo sueño. Una vivencia personal un tanto angustiante es que las pocas veces que salgo a la calle a comprar algo, escucho que, por fuera de mi familia, la única lengua que se habla es la coronalengua. Todos la hablamos y la leemos, la escuchamos reproducida una y otra vez en cada uno de los lugares. Una especie de esperanto, de lengua universal.

Es interesante tomar la idea de infección, siguiendo también el hilo de «La Tercera»: la infección es el colmo del ser pensante. Es decir, estar infectado por este virus que comenta Burroughs que es el virus de la lengua. Y en ese sentido, estamos todos hasta las narices en este asunto que es que hablar la lengua del virus, es soñar el mismo sueño, hablar la coronalengua. Un buen día nos despertamos y nos damos cuenta de que, en realidad, estamos todos dormidos, puesto que continuamos soñando bajo una misma lengua. Pero, no se trata aquí de describir las cosas nuevamente. ¿Qué nos salva de eso? ¿Qué nos saca del sueño común? Un signo de lo real que no es otra cosa que la angustia, como signo, como acontecimiento. Y Lacan extremando un poco los conceptos (puesto que la angustia es diferenciada por Freud del síntoma), situará la angustia como «el síntoma tipo de todo acontecimiento de lo real». Por eso lo habíamos destacado en su momento y es por lo que considero deberíamos volver a la dupla con la que iniciamos: miedo exógeno y miedo endógeno.

¿Podemos vivir en una civilización sin dios?

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