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La marca cultural
ОглавлениеUna primera línea que quiero tomar corresponde a El malestar en la cultura y se refiere al conflicto que plantea Freud entre la pulsión, con ese esfuerzo constante (Drang) que viene desde el interior, y la represión que ejerce la moral acorde a la cultura. Lo que me interesa señalar son dos cuestiones: lo invariable de la pulsión, y lo variable de la cultura. Un modo de aproximarse a lo pulsional de un sujeto es interrogar y entender la lógica de la cultura a la que pertenece. Hoy en día cada tribu urbana tiene sus marcas culturales, las cuales muchas veces se traducen en inscripciones en el cuerpo.
En el seminario 7, La ética del psicoanálisis, Jacques Lacan dice una frase que me parece oportuno señalar para remarcar estos dos vectores: la cultura y la pulsión.
Freud aporta, en lo tocante al fundamento de la moral, la afirmación del descubrimiento creo yo, de que la ley fundamental, la ley primordial, aquella en la que comienza la cultura en tanto que se opone a la naturaleza —pues ambas cosas están perfectamente individualizadas en Freud en el sentido moderno, quiero decir en el sentido que Lévi-Strauss puede articularlo hoy en día—, que la ley fundamental es la ley del incesto2.
Esto implica que, por un lado, están la cultura y la pulsión, y por otro, la naturaleza como aquello ajeno a lo humano. Por supuesto, estamos ubicando en este texto de Freud una época en la que hay que considerar a la cultura operando de un modo homogéneo, un discurso que define nítidamente lo que está bien y lo que está mal, lo que se segrega y lo que está aceptado. Es una lógica cultural que bien podría nombrarse el para todos, un para todos que hace tope con el cuerpo pulsional que no cesa de respetar su propio circuito. En el mismo capítulo del seminario citado, Lacan da una hermosa definición del mal que toma de un amigo poeta al que no nombra:
[…] el problema del mal no vale la pena ser examinado hasta que no se haya abandona la idea de la trascendencia de un bien cualquiera que podría dictar al hombre deberes. Hasta entonces la representación exaltada del mal conservará su mayor valor revolucionario3.
No solo me gusta cómo está dicho sino que, además, esclarece la dimensión del mal como algo de un orden anterior al bien. Algo que también sitúa Freud en El malestar…, pero que en este párrafo en particular se halla mejor explicitado.
La fuerza pulsional (o lo real, para forzarlo un poco) intenta perforar todo el tiempo ese bien propuesto por la cultura o, dicho de otra manera, la cultura es el intento fallido de cubrir el mal. En definitiva, lo real se encuentra por fuera de la naturaleza y, por definición, es inaccesible al sujeto.