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IDEOLOGÍA DE LA FÁBULA FEDRIANA

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Hay una ideología inherente al género fabulístico, que se forjó en la Grecia clásica, se amplió con la influencia de las escuelas filosóficas de época helenística y, a pesar de los cambios de mentalidad, subyace todavía en los fabulistas modernos 73 . Un conjunto de ideas que encontramos en Babrio, en Fedro o en las colecciones anónimas griegas, que tienen procedencia diversa, aunque su núcleo parece provenir de la filosofía cínica 74 . Fedro, sin embargo, aportó nuevas ideas, revitalizó o cambió las que la tradición le entregaba y su influjo en la fabulística posterior fue, también en este punto, absolutamente decisivo. El estudio de esta ideología, sus fundamentos y su influjo, aparece recogido en nuestro El pensamiento de Fedro …, al que remitimos para quien tenga interés en conocer con detalle el punto de vista de nuestro autor en temas concretos. En las líneas que siguen vamos a dar una visión de conjunto, recopilando e integrando las ideas fundamentales de su pensamiento 75 .

La perspectiva ética de Fedro es eminentemente sapiencial. El individuo sollers («agudo»), que él describe sobre todo a través del personaje de Esopo 76 , es su ideal de hombre y en él hallamos plasmados muchos de los principios éticos que el fabulista formula en su obra: el aspirante a sollers debe aprender de la experiencia 77 , ejercitar su talento 78 , conocer su naturaleza y adecuarse a ella 79 , rechazar la jactancia y la vanidad 80 , despreciar las riquezas 81 , buscar la utilidad 82 , no dejarse engañar por las apariencias 83 y mantener siempre una actitud desconfiada 84 . El hombre virtuoso que propugna Fedro posee algunos de los rasgos del sabio cínico, pero tiene como característica fundamental su apego al mundo real y un cierto talante humanitario, ajeno al doctrinario de aquella escuela, que le lleva a admitir la existencia de la maldad en el mundo 85 y a reconocer lo difícil que resulta el triunfo de la verdad en él 86 . Su lucha desesperada contra el improbus expresa su convicción de que ni siquiera el sabio puede sobreponerse a una maldad que tiene como arma predilecta la mentira. Con todo, esa lucha contra el malvado revela un cierto optimismo en el ser humano; el fabulista no se conforma con el «sálvese quien pueda» de la antigua moral esópica 87 y, tanto en su declaración de venganza contra el que obra mal como en su certeza de que al final la verdad se impone, muestra los rasgos del moralista convencido de la bondad natural del hombre.

No obstante, el triunfo «permanentemente momentáneo» de la mentira acarrea la injusticia y ésta provoca a su vez la desigualdad social entre humildes y poderosos; contra ella Fedro se manifiesta en numerosos apólogos, lo que tiñe su obra del pesimismo característico que tantas veces se ha comentado 88 . La visión de esa sociedad injusta y desigual conlleva la indiferencia del fabulista ante unas formas de gobierno 89 que en ningún caso van a cambiar dicha situación.

Sin embargo, su defensa de la institución familiar muestra también su confianza en, al menos, determinados aspectos de la sociedad de los hombres. En opinión, claramente manifestada por nuestro autor, una familia no se constituye con los meros vínculos naturales: la paternidad no arranca del acto sexual, sino que se hace día a día con el ejercicio de la bondad hacia los hijos 90 . Fedro manifiesta una misoginia que va más allá del tópico literario y que, en parte, puede tener sus raíces en la despreocupación que algunas mujeres de su época podían sentir por la familia 91 .

En última instancia, el fabulista parece mostrar su fe en la voluntad divina: si el improbus triunfa, si la justicia se revela imposible 92 , aún es factible la intervención providencial de los dioses para paliar dicha situación 93 . Sin embargo, el reconocimiento de una justicia divina poderosa es difícilmente compatible con la realidad social del hombre; Fedro encuentra la solución a esa aparente contradicción en las nociones de Fatum y Fortuna: ambas fuerzas intervienen negativamente en la vida de los hombres y su presencia puede justificar los males e injusticias del mundo 94 .

Un análisis comparado de las intenciones y características de la obra de Fedro con las de aquellos otros fabulistas que conocemos manifiesta un poderoso influjo de la ideología inherente al género en el pensamiento de nuestro autor, pero a la vez permite valorar su independencia y, por tanto, sus rasgos de originalidad en muchos aspectos. Entre ellos parecen dignos de destacar los siguientes:

Los fines de Fedro al escribir su obra están marcados por una intencionalidad ético-didáctica, que conlleva una preocupación especial por el contenido de sus relatos, ausente en otros fabulistas. En función de ello, selecciona sus narraciones y no se limita a redactar, con mayor o menor arte, los apólogos que la tradición le entrega. A partir de esa selección, procura adaptar los argumentos a sus ideas, y su labor moralizadora no se circunscribe a la moraleja —como ocurre frecuentemente con Babrio o Esopo—, sino que cuida la utilización de los epítetos y el diálogo entre personajes, en coherencia con el contenido de sus epimitios. De este modo, resulta difícil encontrar en Fedro esas contradicciones que hallamos en los relatos de las Fábulas anónimas griegas o de Babrio entre lo expresado en la moraleja y el mensaje originario de la fábula 95 . Si Fedro no está de acuerdo con el contenido ideológico de una fábula, o no la incluye en su colección o la transforma íntegramente, no sólo con el añadido moral que supone el epimitio.

La comparación entre las distintas versiones de un mismo argumento puede ilustrar lo que decimos: el conocido argumento del reparto del león lo encontramos en Fedro, I 5; Babrio, 67 y Esopo, 149. Con independencia de las diferencias narrativas, las moralejas de estos apólogos descubren intenciones distintas: mientras la versión esópica indica cómo «los hombres se vuelven comedidos ante el infortunio de los vecinos», Babrio y Fedro aconsejan no aliarse con el poderoso. Sin embargo, entre estos dos autores también hay importantes diferencias; en el fabulista latino hay un claro ataque contra el potens («Nunca es leal la alianza con el poderoso»), considerado como un grupo aparte, al que se califica de improbus («Así, sólo la maldad se llevó todo el botín»); la fábula babriana se limita a desaconsejar la asociación con el más fuerte («Mide tus posibilidades. No te alíes o asocies para ningún asunto con un hombre más poderoso que tú»), un consejo práctico, descargado de las valoraciones éticas que se aprecian en Fedro.

La fábula de Fedro en la que se narra cómo el lobo prefiere la libertad a las comodidades del perro guardián (III 7) se separa considerablemente de la versión de Babrio (100). Sobre el mismo argumento, Fedro hace un canto a la libertad, enfatizando en el desprecio de los bienes materiales que encadenan al hombre; Babrio, en cambio, lo cuenta como una chanza, una broma en la que no hay moraleja. El relato es un buen exponente de las distintas concepciones que tienen ambos autores sobre el género fabulístico: uno, empeñado en extraer el mayor contenido ético-ideológico de cada narración, el otro, interesado, por lo general, en narrar con gracia, dejando al lector la oportunidad de descubrir las ideas encerradas en sus apólogos.

Otro rasgo característico de Fedro —que comentaremos más adelante— es la ausencia de esa comicidad, típica de algunos relatos de Esopo o Babrio, que da un carácter «serio» a su obra. En última instancia, este rasgo es también una consecuencia de los propósitos ético-didácticos de nuestro autor, que no puede limitarse a sonreír ante el mundo despiadado de la fábula esópica.

Sin duda, la mayor originalidad de Fedro reside en su forma de abordar determinados temas y en las ideas que vierte en cada uno de ellos; destaquemos aquí la distancia notable que existe entre él y otros fabulistas al tratar de la venganza, la desigualdad social o el fatum , entre otros temas de menor entidad en el conjunto de su obra.

Parece claro que algunos de los rasgos originales de nuestro fabulista tienen su origen en los avatares de su propia existencia y en la influencia más o menos directa de los satíricos —especialmente Horacio— y del pensamiento de la Estoa Nueva que Séneca representa. Son numerosos los ejemplos en los que la perspectiva fedriana ante un determinado tema es perfectamente explicable con el conocimiento previo de las circunstancias de su existencia: su desconfianza en la justicia humana 96 , su misoginia 97 , su aversión al poderoso 98 , su concepción negativa de la fortuna y el fatum 99 , etc. El influjo de Horacio —ya estudiado por la crítica— y de la sátira en general puede explicarnos su insistencia en demostrar la falsedad de las apariencias 100 , su radicalismo en el desprecio de las riquezas 101 , su libertad literaria al abordar determinados argumentos impúdicos 102 , etc. En fin, el contacto con los estoicos pudo condicionar su concepción de una divinidad justiciera y benévola 103 , su postura ante la esclavitud 104 , su perspectiva radicalmente utilitarista 105 , etc.

No es éste lugar para hacer una valoración detallada de la importancia de las ideas de Fedro en el contexto de la literatura romana, pero sí podemos apuntar algunos detalles relevantes:

Fedro es, entre los escritores romanos, el único portavoz de la clase humilde y, en ese sentido, nos da a conocer una forma de pensar totalmente atípica.

El apego al mundo real que caracteriza sus versos coadyuva al conocimiento de determinados rasgos de su época y su entorno que, aunque generalmente se ven confirmados con la lectura de otros escritores, son aportados desde una perspectiva distinta y valiosa.

El componente autobiográfico de su obra, que proporciona a sus fábulas un cierto tono lírico, es ajeno a otros fabulistas que nos son conocidos y, sin embargo, está presente en Catulo, Marcial, Horacio, Propercio, etc. Este rasgo contribuye a hacer de Fedro un poeta eminentemente romano e incardinado en su época.

El carácter satírico de su obra nos hace pensar en las relaciones entre sátira y fábula que, en última instancia, pueden centrarse en la influencia determinante del cinismo en ambos géneros.

Por lo que se refiere a la fabulística, el influjo de sus ideas en autores posteriores es fundamental. Tal influjo es evidente en aquellos redactores medievales que asumen los principios que la tradición les entrega de una forma mecánica, salvo que estos choquen muy claramente con sus creencias. A través de éstos y de forma indirecta, Fedro ha continuado ejerciendo su influencia en fabulistas posteriores. Pero, además, hemos de insistir en la influencia directa que Fedro ha ejercido en La Fontaine —insuficientemente estudiada, hasta donde conocemos— y a través de éste en los continuadores de la obra del francés.

Su pensamiento es un punto de referencia obligado para constatar, mediante la comparación con fabulistas posteriores, la variación o permanencia de determinadas ideas a lo largo del tiempo 106 . Pero quizá sea más importante comprobar cómo incluso en autores distantes de Fedro en muchos aspectos y que no conocían su obra de forma directa, no sólo las ideas sino incluso las intenciones que les mueven a escribir fábulas, arrancan de las expresadas por nuestro fabulista 107 .

Fábulas. Fábulas. Fábulas de Rómulo.

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