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COMICIDAD
ОглавлениеSin duda, esta es una de las características inherentes a la fábula, pero su presencia es muy diferente de unos autores a otros. Fedro lo considera un objetivo básico de su obra —recordemos el risum movet del prólogo al libro I —, pero luego parece olvidarse de ello, insistiendo más en que no son meras neniae 120 .
Es cierto que hay muchas fábulas donde no se aprecia el lado cómico (I 3, 12, 17…), quizá 30 o 31 en total, pero son muchas más las que al menos provocan la sonrisa. Unas veces por la forma de narrar, otras por la comicidad de una imagen o una situación, frecuentemente por la frase ingeniosa de la réplica final, que puede ser paradójica (cf., por ej., I 14, donde el rey que desenmascara al zapatero médico se dirige a la multitud con estas palabras: «¿Cómo podéis estar tan locos que no dudasteis en confiar vuestras cabezas a quien nadie encomendó sus pies para calzarlos?») o de ingenio simple y profundo, (cf., por ej., I 15, donde el asno contesta al pastor que le insta a huir del enemigo: «¿Qué me importa a mí a quién sirva, mientras siga llevando una sola albarda?»); en ocasiones encontramos epimitios en los que el propio Fedro ironiza sobre el contenido del relato (cf., por ej., II 1: «Un ejemplo egregio, recto y loable, pero la ambición es rica y la moderación pobre»). El factor cómico puede también venir determinado por el impudor sexual o escatológico: I 18 y 29; III 3; IV 19, etc.
En muchas ocasiones parece que la comicidad del relato se anula con la aparición de una moraleja terriblemente seria. Así I 1, donde los argumentos no sólo falsos sino también absurdos del lobo provocan una sonrisa que desaparece en el epimitio (cf. «Esta fábula se ha escrito a causa de aquellos hombres que con fingidos pretextos oprimen a los inocentes»). Algo parecido en I 18: al chistoso relato se añade una moraleja trascendente: «Ninguno vuelve a habitar de buen grado el lugar que le causó daño». También I 24, donde hay una gran diferencia entre la narración bastante cómica y el rotundo promitio («Muere el pobre cuando quiere imitar al poderoso») 121 .
Dice M. Nojgaard 122 que Fedro elimina lo cómico existente en la fábula esópica y que en su obra es un factor secundario, puesto que siempre persigue la representación de la realidad social. Según lo que acabamos de apuntar, esto parece cierto, pero es necesario subrayar que uno de los factores que hacen cómicas las fábulas de Fedro es la forma de narrar, con descripciones humanizadas del mundo animal sumamente cómicas. Una comparación entre las distintas versiones de una misma fábula puede ejemplificar lo que comentamos. La versión babriana del apólogo del lobo y el cordero (Fedro, I 1 y Babrio, 89) carece de moraleja y por ello resulta más cómica; sin embargo, su versión del apólogo de la rana hinchada (Fedro, I 14 y Babrio, 28), aunque también carece de moraleja, no tiene la gracia de la narración fedriana ni su fuerza descriptiva y, por tanto, la fábula resulta en este caso menos cómica que la del latino.
En algunas pasajes aparece el Fedro plenamente satírico, con aportaciones brillantes en lo que a la comicidad se refiere; como, por ejemplo, en el promitio de II 5 con la serie encadenada de paradojas chistosas: «Hay en Roma una raza de ‘ardaliones’ 123 , que va de un lado a otro con apremio, ociosa pero ocupada, acalorada sin motivo, haciendo muchas cosas pero no haciendo nada, molesta para sí misma y odiosísima para los demás»; o en la fábula IV 7, dirigida a los que le critican: «Tú, crítico de fino olfato, que denigras mis escritos y desdeñas leer este tipo de bromas, sostén el libro con un poco de paciencia, mientras yo aplaco la severidad de tu entrecejo y entra en escena un nuevo Esopo con coturnos»; o en el epimitio de IV 21, donde apostrofa con severidad a los avaros: «A ti te digo, avaro, alegría de tu heredero, que engañas a los dioses en el incienso y a ti mismo en el alimento, que escuchas triste el musical sonido de la cítara…»
No parece justo, en definitiva, decir que Fedro ha suprimido el factor cómico de la fábula esópica. Lo que ocurre es que encontramos una comicidad mucho más comprometida ética y socialmente, que frente a la antigua fábula amoral y descriptiva, se pone al servicio de unas ideas que denuncian determinados comportamientos humanos y aspiran a transformarlos.