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2. El imperativo categórico

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Resulta muy útil, para un mejor entendimiento del imperativo categórico, comparar antitéticamente sus características –esto es, mediante la denominada oppositio o via negationis– con las características propias del imperativo hipotético. Se trata, por de pronto, de un imperativo que carece de “condición” (es “incondicionado”); ha de presentarse, por tanto, como “sola” y “puramente” racional, extraído a priori de la razón pura práctica y sin ningún débito con la subjetividad. Sería radicalmente contraria al formalismo kantiano una fundamentación de la moral efectuada sobre imperativos hipotéticos. En cuanto ética metafísica, Kant se ve impelido a cimentarla sobre una norma (¡una sola!) que sea a priori, universal y necesaria. Al imperativo investido de estas tres características lo llama imperativo categórico.

a) El imperativo categórico es un “fin en sí mismo”

Expresa, por lo tanto, una acción o una omisión de la acción que son un fin en sí mismas. Puesto que no contiene condiciones previas o hipótesis mediatizadoras, tampoco ha de servir de “medio” para alcanzar algo a lo que esté subordinado. La acción por él ordenada se presenta como “objetivamente necesaria” y, por ende, como universalmente obligatoria para todos los seres racionales y no dependiente de característica “subjetiva” alguna. El imperativo categórico es, per se, un “fin”, y ello debido a que su sujeto y su objeto son idénticos: el ser racional. Y este “debe tratarse a sí mismo y a los demás seres racionales no como simples medios, sino siempre y simultáneamente como fines en sí mismos” (FMC, p. 123; Ak IV, núm. 433)17.

b) El imperativo categórico “representa” una acción como buena en sí misma

La acción ordenada por el imperativo categórico tiene que ser “vista” (“representada”) como buena en sí misma, no como “buena para”…, por todo ser racional que inspecciona los contenidos de su razón pura práctica. Así, pues, es la razón la que “ve” (juzga) la posible acción como “buena”. Se trata, claro está, de poner en juego la facultad de introspección y, mediante ella, re-presentarse (“ver con los ojos de la razón”) la ley moral. En la práctica, como ya se ha dicho, no puede dictaminarse si la acción fue “buena”, pero sí es posible concordar en que la acción que prescribe u ordena el imperativo categórico ha de ser “buena” –y así se la re-presenta la razón– para todos los seres racionales. La acción, en cuanto acción, no admite calificativos morales, pero la “representación” de la acción sí tiene que aparecerse como necesariamente buena a la razón introspectiva; de lo contrario, no podría aspirar a convertirse en norma universal de conducta de todos los seres racionales.

c) El imperativo categórico es un principio objetivo de la razón práctica

“Objetivo” significa “universal”, y lo “universal” es en Kant lo que nos identifica como seres humanos, esto es, la “racionalidad”. Esta universalidad ha de interpretarse en un doble significado: es universal porque el imperativo categórico pertenece por igual a todos los seres racionales, y lo es también porque todos los seres racionales, si emplean correctamente el método introspectivo, encontrarán un imperativo idéntico.

d) El imperativo categórico posee un carácter necesario

Kant llama juicio apodíctico al que su negación implica contradicción, de ahí que el imperativo categórico, al ser siempre obligante, sea también apodíctico. No admite, en consecuencia, casos concretos en los que pueda, moralmente hablando, ser transgredido.

e) El imperativo categórico es a priori

Si este imperativo, al contrario de lo que sucedía con el hipotético, es universal y necesario, se debe a que reside tan solo en una razón igual e inmutable en todos los seres racionales y sin conexión alguna con las peculiaridades de la experiencia. En este sentido, la ética kantiana no es una “moral de imitación” y su imperativo categórico no podrá ser enunciado mediante analogías éticas: “Pórtate como se comportó fulano o mengano”. Todos los “ejemplos”, por más modélicos que puedan parecer, se estatuyen a posteriori y, por lo mismo, no se identifican con la idea pura del deber.

f) El imperativo categórico es uno

Kant concede al imperativo categórico el carácter de “principio supremo” y, por ende, de uno y único. El contenido de la conciencia moral se reduce, en última instancia, a este único imperativo categórico; en él se unifican todas las expresiones de la idea del deber.

Lituma en los Andes y la ética kantiana

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