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2 Guerra de palabras
ОглавлениеComo las trincheras muchas veces no estaban muy alejadas, se podía charlar de una a otra. De hecho, a las conversaciones que solían tener lugar entre las posiciones enfrentadas se las denominó precisamente así: «charlas de trinchera». Lo primero que se solía preguntar era: «¿De dónde eres?», o un anónimo «¿Hay alguno de X?»…
Durante el día se establecía un sistema de guardias de parapeto: un soldado que vigilaba las posiciones enemigas y la tierra de nadie. Además del que estaba de servicio, los soldados ociosos se asomaban y charlaban con el contrario. Por la noche se aumentaban los servicios de vigilancia y, además, se establecían puestos de «escuchas», fuera de las líneas, adelantados a estas para poder avisar si se acercaba el enemigo. El escucha no hablaba, solo permanecía atento, porque muchas veces se encontraba simplemente tirado en el suelo y escondido, sin ninguna protección, y no interesaba descubrir su emplazamiento. Pero desde la trinchera la noche invitaba a la charla, a la broma y a la canción.
Se hablaba mucho, sobre todo en los frentes dormidos, tranquilos, pero también en los activos cuando no había operaciones. Fue una contienda en la que, sobre todo al principio, no abundaban las municiones, con un frente que cruzaba toda España dando sinuosos rodeos por las colinas, lo que suponía entre mil y dos mil kilómetros de línea casi continua. Orwell dijo que en tres semanas en el frente de Aragón solo disparó tres tiros. Pero aunque no se luchara, había que estar ahí para que el otro no avanzara. En zonas montañosas bastaban patrullas de montañeros o esquiadores que controlaran un poco el terreno y evitaran infiltraciones.
Muchas veces, cuando había que atacar, la operación no la realizaban los que estaban de posición, sino las denominadas tropas de choque, que iban de un lugar a otro para avanzar o para taponar penetraciones del enemigo: legionarios, regulares marroquíes y requetés en el caso de los rebeldes; Brigadas Internacionales y divisiones comunistas de Líster, Modesto, Vega, Tagüeña, etcétera, en el caso del EPR. Ello no era óbice para que también se utilizaran otras unidades forzosas y se comportaran con toda valentía. De hecho, en el ejército franquista, las divisiones solían mezclar batallones de legionarios, falangistas, requetés, regulares marroquíes y soldados de reemplazo, hasta completar los doce batallones de que solía constar cada una, para que se picaran entre ellos y, tratando de emularse unos a otros, compitieran entre sí en arrojo.
James Matthews ha realizado unos interesantes estudios sobre la Guerra Civil en lo relativo a los soldados y su vida cotidiana, nos cuenta lo que hacían, sentían y pensaban, que es lo realmente importante. En Voces de trinchera podemos leer fragmentos de cartas, retenidas por la censura militar republicana, de los que entresacamos algunos. De varias fechadas entre julio y septiembre de 1938, seleccionamos la de Vicente Franco, de la 51.ª Brigada Mixta (BM), a María Pozo:
Andamos por donde queremos sin meternos en las trincheras y ellos pues lo mismo, nos vemos unos a otros como si tal cosa y estamos muy juntos unos de otros y hablamos con ellos y ellos con nosotros, a cada instante nos llaman para echar un cigarro porque ellos tienen mucho tabaco, pero papel no tienen y lo cambian por tabaco. María, cuando me contestes me darás un cigarro que llevamos más de 20 días sin catarlo.1
O la de JRM, que no pone más datos en su remite, quizás para evitar sanciones, y escribe a Dolores Tortosa, de Villacarrillo (Jaén):
Lola, el día 10 estuvimos muy divertidos, pues no te puedes figurar lo que pasó, pues como te decía se daban charlas a los fascistas, pues la noche antes quedaron en cambiar la prensa: bajaron cuatro de cada lado a una carretera en medio sobre un puente que hay, se dieron una de abrazos y se cambiaron la prensa, ellos les dieron tabaco y los nuestros les dieron libretes [librillos de papel de fumar] y quedaron en bajar el día 15 otra vez, no sé si les dejará el Comisario hoy y yo les estuve viendo con el telémetro que tenemos [aparato óptico binocular que se usa para medir distancias y calcular los disparos de artillería] y quedaron en no tirar ni un tiro y desde aquel día no se ha vuelto a sentir y todo el día se están hablando, pero cuando más se puede oír es de noche con el silencio de la noche, por la mañana salen a tomar el sol a las trincheras y los vemos con los prismáticos, a mí me gusta ir a verlos por las mañanas.2
Juan Buixera, de la 106.ª BM, escribe a Carmen Basagaña, de Camprodón (Gerona):
También sabrás que hemos vuelto a las trincheras y estamos muy bien: los fascistas no nos tiran tiros y nosotros a ellos tampoco; el día que nada más llegar a las trincheras algunos tiraron algún tiro y ellos nos dijeron: Rojos, qué, ¿no sabéis del trato que tenemos de no disparar ningún tiro?, y hasta yo he fumado tabaco con ellos, que hoy Luis va a cambiar papel por tabaco, porque ellos tienen tabaco y no tienen papel y nosotros tenemos papel y no tenemos tabaco.3
Epifanio Pérez, 147.ª BM, escribe a Isabel Aguilar, de Pozo de Almoguera (Guadalajara):
… sabrá usted que estoy en primera linea de fuego, muy cerquita de ellos, y con tal que llegamos a relevar a los compañeros nuestros empezamos a tirar tiros y nos decían ellos, rojos no tirar, que nosotros no tenemos la culpa de todo esto y al otro día bajaron a darles tabaco y los nuestros les dieron papel a ellos y se abrazaron a los nuestros y les dijeron, compañeros, mirar que mientras estemos por estos terrenos podemos estar tranquilos, que si nos dan una orden que tenemos que atacar ya os avisaremos y así que todos los días se juntan a echar un cigarro y se dan un abrazo y se dice: hasta mañana que nos veamos otra vez.4
Antoine de Saint d’Exupéry también hace referencia a las conversaciones: «De noche, las voces enemigas se llaman y se responden de una trinchera a la otra. Iban engañados, o bien iban engañados los de enfrente». En Carabanchel, fue en una patrulla nocturna a primera línea para hablar con los de la otra trinchera.5
El requeté Sánchez Forcada recuerda el 13 de abril del 38, cerca de Balaguer (Lérida): «Por la noche nos chillan y nos dicen que van a desayunar a Balaguer, veremos si es verdad. Intentan lo que nos dijeron, pero el desayuno fue amargo al ser rechazados con muchas bajas».6
Había muchas razones para hablar.