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3 Guerra de canciones
ОглавлениеDicen que quien canta su mal espanta, y en las guerras hay muchos que espantar. En aquella época no había radios portátiles, ni casi fijas (trescientos mil aparatos para veinticuatro millones de habitantes). Había gramófonos, reproductores de discos de pizarra, que funcionaban dando cuerda con una manivela, lo que permitía utilizarlos en cualquier lugar. Algunos acabaron en las trincheras. Existían cancioneros, hojas sueltas o libritos con las letras de las canciones para que la gente memorizara las que oía en los cafés, en los teatros, en bares o en la radio. Las personas se las aprendían y las cantaban mientras limpiaban, mientras trabajaban, cuando se aburrían o porque se lo pedían.
La guerra y la música estuvieron íntimamente unidas. El comunista Modesto, jefe del V Regimiento, mandó la banda de dicha unidad, en octubre del 36, para que diera un concierto a los que estaban en primera línea en Griñón.1 En otra ocasión, la banda de un batallón republicano asturiano también visitó la primera línea y ofreció un concierto a los de enfrente:
… una tarde de verano la Banda subió hasta un paraje denominado Loma Roja, a más de 500 metros de altura; una vez allí, cuando había oscurecido y tras los inevitables saludos a los compañeros que luchaban en los parapetos aconteció una escena que merece la pena imaginarse y que yo no soy capaz de contar mejor que su propio autor: «Un oficial con clara y potente voz se dirige a los soldados que ocupaban las trincheras de enfrente y les dice: “Soldados franquistas, si nos dais vuestra palabra de respetar el alto el fuego, la Banda de Música de nuestro Batallón tocará entre las dos líneas para todos; caso contrario sólo lo hará para nosotros”. La petición de tregua fue escrupulosamente respetada y festejada por todos. Allí mismo, entre las dos fronteras, dio comienzo el más emotivo y original concierto jamás visto en tal situación y lugar. El silencio era total…».2
Cuando se disparaban las ametralladoras se accionaban con descargas cortas que imitaban, o lo intentaban, el ritmo de canciones conocidas. Se denominaba «hacerla cantar». La más famosa era Con una copita de Ojén: ta ta ta ta ta… ta ta… Cinco disparos, una pausa, dos disparos, una pausa más larga y repetir. Procedía de un anuncio muy famoso de la radio en el que alguien pedía con ese ritmo: «Una copiiita… ¡De Ojén!». El ojén era un aguardiente de la población malagueña homónima. Había una variante que se hacía tamborileando con los dedos sobre la mesa cinco golpes, una pausa y dos golpes. Por ello fue fácil pasar de los golpecitos a los disparos. A su vez, procedía de una canción americana Shave and a haircut (‘Afeitar y cortar el pelo’). El No pasarán era más corto: ta… ta ta ta. Algunos decían que un ametrallador de la universitaria era capaz de tocar La Traviata con el gatillo. Cuando había visitas de gente importante al frente se pedía a algún músico que hiciera cantar a la ametralladora. El requeté Ignacio Yarza recuerda:
En nuestro sector, las ametralladoras están en plan «choteo». Los pardillos [republicanos] hacen cantar a sus ametralladoras con el clásico «no pasarán, no pasarán». Y las nuestras les contestan con el no menos clásico, «y una copita de ojén». De esta manera se entretienen los unos y los otros, en las aburridas horas de guardia en las trincheras.3
La costumbre de hacer cantar a las ametralladoras podía organizar graves problemas, como le ocurrió a unos requetés que se dejaron llevar por la euforia: En Kalamua, el alférez Giganda fue a visitar una posición avanzada y llevó aguardiente para sus hombres. Los soldados, de Milagro (Navarra), le preguntaron si podían cantar. Les autorizó y cantaron Mi jaca galopa y corta el viento. El problema fue que terminaban cada estrofa con unos disparos de ametralladora para acompañar. Los de enfrente se creyeron atacados y contestaron; y así sucesivamente, lo que dio lugar a que todo el frente se pusiese a disparar. El alférez declaró después: «Desde Ondárroa a Placencia de las Armas [unos veinte kilómetros en línea recta]. […] No sé cómo averiguaron el origen del “Tumulto”, pero al día siguiente me echaron una bronca».4
El médico republicano Tarrés comenta que el 9 de noviembre del 38 quisieron tomar Serós y fracasaron: «Otra brigada deshecha. Mientras, ellos [los nacionales] con las ametralladoras en tono de mofa, lanzan esta tonada: “Otro toro – Otro toro – Otro toro” [dos disparos-pausa-dos disparos]. La tropa de aquí está indignada».5
Los de propaganda también se aprovechaban de la afición a la música y de los sentimientos que provoca e intercalaban canciones para motivar a los oyentes. El Cara al sol o La Internacional se dejaban para el final, como colofón. El Himno de Riego y el Oriamendi fueron desapareciendo porque a los que controlaban el cotarro propagandista en cada lado, comunistas o falangistas, no les interesaba. Los verdaderos republicanos y los carlistas no pintaban mucho. García Serrano comenta al respecto:
La música era un buen parque para los altavoces. Fabricaban nostalgia a toneladas, conmovían a los más gélidos y preparaban el terreno para ulteriores operaciones dialécticas, informativas o gastronómicas. Los altavoces fueron un arma peligrosa, porque a veces una guitarra vence a un cañón y una frase de ingenio a tiempo paraliza a un Cuerpo de Ejército.6
En un informe del Estado Mayor de la Agrupación Iruretagoyena (nacional) podemos leer:
En este frente empieza todas las noches a las veinte horas una emisión de radio y con altavoces muy potentes hablan a nuestras fuerzas, indistintamente a indígenas [se refiere a los marroquíes. Aunque indígena es el natural del lugar de que se habla. Como les denominaban indígenas en Marruecos se lo seguían llamando en España] y nacionales. Empiezan con discos de MARIA DE LA O, Angelillo y otros populares, muchos solicitados por nuestros soldados en fechas anteriores.7
El periodista Miguel Jorquera Garcilópez declara: «La España de entonces estuvo separada hasta por el tipo de canciones que cantaban. Las del bando nacional marciales y castrenses; las del republicano coplillas con aire de verbena».8 Sería interesante saber la fuente, si la hay, de tamaño error que los hechos, tozudos, se encargan de desmontar. El soldado rebelde José Luis Rodríguez Viñals, que sí estuvo allí, se encarga de desmentir esos tópicos que muestran la profesionalidad, o la absoluta falta de ella, de quien los lanza:
Se cantaba lo mismo en un lado que en otro, como el ‘Ay Carmela, ay Carmela’. Unos les daban un sentido distinto a los del otro bando. También el ‘Rúmbala, rúmbala, rúmbala la rumba del cañón’. Y aquella famosa de ‘Si me quieres escribir, ya sabes mi paradero, en el frente de batalla, primera línea de fuego’. Eran las mismas canciones. Estábamos tan cerca unos de otros, que nos dábamos recados incluso para las familias.9
Jorquera confunde la comprensible reacción mitificadora del bando republicano tras la dictadura franquista con la realidad de los hechos. Puede leer al requeté Nagore: «La alegría era una constante entre nosotros a pesar de donde estábamos, y cantábamos mucho: jotas, himnos, mejicanas y cantidad de letrillas absurdas».10 El también rebelde Escolar, por su parte recuerda la canción, totalmente castrense: «Que polvo tiene el camino, / que polvo la carretera, / que polvo tiene el molino, / que polvo la molinera».11
Muchas canciones eran comunes a los dos bandos, simplemente cambiándoles la letra. Guadalajara no es Abisinia… O la célebre Si me quieres escribir, / ya sabes mi paradero / que fue utilizada profusamente por ambos bandos modificando el tercer verso en función del destino de la unidad —Tercera Brigada Mixta / Campos de Carabanchel / Ciudad Universitaria / En el frente de Gandesa / etc. —, pero conservando el verso final inalterado para mostrar peligro: Primera línea de fuego. Lógicamente, la canción: «Tengo un hermano en el Tercio / Y otro hermano en Regulares / Y el hermano más pequeño, preso en Alcalá de Henares» solo se cantaba entre los nacionales.
Tenemos el gráfico caso del mencionado Yarza Hinojosa, catalán, movilizado en Barcelona en el EPR, hecho prisionero a los pocos días y, tras ser avalado, movilizado en el ejército franquista. Se sabía las canciones, pero con otra letra:
Despierta mi ensoñación la llegada de una bota. No sé de dónde ha salido, pero el caso es que hay tres botas rodando de mano en mano, remojando gaznates y caldeando el ambiente, lo que trae consigo el inicio de los cánticos de rigor. El comienzo es tímido y vacilante, debido a que, aunque la música de la mayor parte de las canciones es común a los dos bandos, con las letras no sucede lo mismo y hay que ir con mucho cuidado de no meter la pata hasta el «corvejón». El Sargento, que resulta un «tío majo», arregla el asunto tomando la dirección del coro desde lo alto de un asiento. Empezamos por el interminable «carrascal» [o Carrasclás] y terminamos por «Asturias patria querida», pasando por «Carmela», «el río Nervión», «chaparrita» [muy popular, con múltiples variaciones sobre la original mejicana Chaparrita divina], «desde Santurce a Bilbao» etc.12
Una estrofa del Carrasclás común a ambos bandos fue: «Me he venido voluntario / porque prefiero la guerra / a tenerla to los días / con mi mujer y mi suegra».
Juan Scherof, de la 85.ª BM, escribe a su padre o hermano José, de La Carolina (Jaén): «… no te puedes figurar lo que nos divertimos por aquí por la noche con los fascistas, que les decimos “paisano, cántate una copla” y hay uno que canta muy bien y aquí con nosotros también hay unos que cantan muy bien y toda la noche estamos hablando».13 Por el apellido y la procedencia, seguramente será descendiente de los colonos alemanes establecidos por Carlos III en Sierra Morena.
En la Universitaria también se cantaba:
Cuando los Altavoces del Frente se dedicaban al flamenco se hacía un silencio absoluto en ambos bandos mientras durase la copla. ¡Desgraciado el ametrallador que disparase entonces! Un severo siseo que partía de ambas trincheras le dejaba petrificado. Subía el fandango o la «soleá» por el aire de España hasta que al quebrarse de pena en el último tercio, un «olé» profundo y emocionado brotaba de ambos lados de la tierra de nadie. Pero no es esto solo. Desde la avanzadilla de la caseta del guardia de la Moncloa escuchó Neville este diálogo con un soldado enemigo a quien los nuestros llamaban «el Capullo»:
Un soldado les explicó:
Hoy, como es lunes, les vamos a leer la reseña de toros del domingo, que es lo único que les interesa y nos lo pide por favor.
Se oye la voz del «capullo», que se impacientaba:
Oye, leedme primero la corrida de Sevilla.
Y el soldado, alumbrándose con una lamparilla eléctrica, empezó a leer: Belmonte recibió a su primero con tres verónicas; el toro, que era corniveleto [con cuernos rectos]…
¿Qué dices?
Corniveleto
¡Sigue!
Y seguía la reseña, en medio de un silencio absoluto, pues era un tema que interesaba a todos en ambos bordes de la tierra de nadie.14
En el bando republicano dejaron de celebrarse corridas de toros, no porque estos fueran franquistas o de derechas, como alegan erróneamente algunos, sino porque la mayoría de las dehesas estaban en Salamanca, Extremadura y Andalucía occidental. Y las que había en Andalucía oriental, en manos republicanas, fueron ocupadas y se comieron a los cornúpetas. Pero la afición continuaba y deseaban seguir las actuaciones de sus ídolos. Por otra parte se pueden ver fotografías de corridas en zona republicana con los toreros haciendo el paseíllo saludando con el puño cerrado. De nuevo los tópicos galopando…
De igual modo, también se cantaban villancicos en las trincheras republicanas:
Junto al río Badiel continúa el batallón de Jose Ramón, próximo a la carretera que se encamina a Zaragoza. Allí pasa sus segundas Navidades en guerra. Él, sacerdote, quería celebrar una Misa del Gallo en una gran iglesia, seguro que en su parroquia de la ahora lejana Galicia. Pero el centinela celebra la Nochebuena en el puesto, vigilando… y de vez en cuando a sus oídos llega un villancico… y no siempre procede de su retaguardia. En el otro lado, esta noche también cantan.15
En ocasiones la música lograba acabar con las discusiones de trinchera a trinchera como nos cuenta Fraser que ocurría en el cerco de Oviedo:
En el monte Naranco las posiciones estaban separadas por poco menos de 200 metros. Al caer la noche los de uno y otro bando se llamaban a gritos: «Aquí radio Panchito», decíamos a través de los megáfonos que nos habíamos fabricado. «Llamando a Arturín de La Felguera» «¿Qué queréis?» «Arturín, ¿te gustaría un poco de pastel?» «¿Qué pastel? Si sois un atajo de muertos de hambre…» «Coño, Arturín, tú eres un buen hombre, pásate a nuestro bando» «Me cago en la madre que te parió» «No habléis de esa manera, hijos de puta» «Y vosotros… os decís católicos y habláis peor que nosotros» «Bueno, cantadnos una canción, entonces», les gritábamos. Y empezaban a cantar baladas asturianas.16
En los lugares donde estaban muy cerca, si en un lado no había instrumentos, se acompañaba desde el otro, como cuenta uno de Cubelles (Barcelona): «Allí con nosotros había un muchacho que sabía cantar muy bien y lo que hacíamos era muy curioso: nosotros estábamos en una colina y el enemigo en otra, y justo en el otro bando había un chico que tocaba la guitarra. Por la noche nuestro compañero se ponía a cantar y el otro tocaba la guitarra».17
Las canciones creaban ambiente de tranquilidad y de rutina y, por ello, en algunas ocasiones las utilizaron hasta para cubrir una retirada:
Los nacionales van ganando la guerra, pero les cuesta lo suyo y no siempre avanzan. La Cuarta Bandera de la Legión, que va de frente en frente, apagando fuegos, recibe orden de replegarse el 7 de marzo de 1938. Una unidad que se repliega se pone siempre en peligro porque el enemigo puede atacarla por la espalda antes de que alcance sus nuevas posiciones y cazarla en campo abierto. El comandante Carlos Iniesta Cano aguarda a que se haga de noche y ordena encender algunas fogatas a lo largo del frente para que el enemigo crea que siguen en sus puestos. Cantan flamenco de trecho en trecho, como todas las noches, para que los de enfrente no noten nada anormal. «La retirada voluntaria fue un éxito completo y muy emocionante como también muy divertida», comenta Iniesta Cano.18
Los republicanos quitaban importancia a la pérdida de Galicia diciendo que allí había marisco, pero no hombres, y no había peligro de que tomaran Asturias. Los gallegos se lo tomaron a broma y pusieron un centollo como emblema en su uniforme y en sus cascos. En su avance para tomar Oviedo cantaban: «Os que vimos de Galicia / e que nos chaman mariscos, / ¿cómo se chamarán eles / que fuxen de risco en risco? / [Los que venimos de Galicia / y que nos llaman mariscos / ¿cómo se llaman ellos / que huyen de risco en risco?]».19
Dicen que fue Pasionaria quien dijo: «¿Y qué nos importa Galicia, si de aquella región no salen más que mariscos?». Sin embargo, parece ser que fue una emisora de Bilbao, el 11 de agosto del 36, la que manifestó: «Es cierto que han salido fuerzas gallegas hacia Asturias; pero no debéis preocuparos, en Galicia no hay más que mariscos, pero no hombres».20 Según Calvo, en la Universitaria, los legionarios de la X.ª Bandera, donde había muchos gallegos, tocaban la gaita en el Clínico.21 Al igual que la banda de música del Cuerpo de Ejército de Galicia.
Al principio de la guerra hubo una marcha militar, Los voluntarios, que utilizaron ambos lados porque era la que mejor conocían las bandas militares. Además, era muy pegadiza por provenir de la zarzuela del mismo nombre, de Gerónimo Giménez, en honor a los voluntarios catalanes y vascos que lucharon en la Guerra de África de 1859. Como los rebeldes empezaron a difundirla con profusión al principio de sus comunicados radiados, los republicanos dejaron de utilizarla y la identificaron como «fascista». Se llegó al triste esperpento de detener e inculpar a una mujer en Madrid porque en su casa tenía el disco de dicha zarzuela.22
La jota era muy común en buena parte de España, con diferentes variantes: jota navarra, aragonesa, castellana, manchega… Había, y hay, una modalidad que es la jota de picadillo en la que dos cantantes se lanzaban sucesivamente una estrofa zahiriendo al otro y aquel, a su turno, contestaba improvisando para responder a lo que había dicho el primero. Los raperos creen haber inventado algo, pero no, ya lo estaba: «Cuando me toca el relevo, / cara a cara a la trinchera, / siempre canto una jotica, / para que los rojos vean / que los falanges navarros / no abandonan las trincheras». Las diatribas también llegaron a las coplas: «Te cantaré un fandanguillo / Si eres del puño cerrao; / Me está cansando el morao / Que está bajo el amarillo / Debajo del colorao».23
Los del tercio Montejurra cantaban: «Pensaba Manuel Azaña, / que ya no había carlistas, / y de Navarra salimos / más que de la fragua chispas». Cuando se sublevaron, se marcharon de Pamplona cantando: «Las fiestas están alegres. / Y las chicas guapas son. / Más yo me voy pues me llama, / Alfonso Carlos Borbón [pretendiente carlista al trono]».24
El radiotelegrafista Javier Nagore comenta sobre su estancia en la sierra del Espadán:
Están muy cerca las posiciones. En los constantes contraataques participábamos todos: infantería, zapadores —la 1ª Cia de la División fue citada en el parte oficial—, transmisiones y hasta acemileros. Y también participábamos en la Misa, que se celebraba a diario en la [cota] 850 por los «páter» de los Tercios de requetés, y en el rezo del Rosario. Durante éste los rojos del parapeto de enfrente interrumpían sus disparos y sus cánticos; pues ellos también cantaban. Cantaban canciones como ésta, que pasó al repertorio de la 1ª de Navarra: En el cielo manda Dios, y en la tierra los gitanos; y en la Sierra de Espadán, los cañones de Atilano [artillero republicano que tenía fama de ser muy certero].25
Había rivalidad entre las unidades de cada Ejército, cuanto más próxima, más competencia, y al cruzarse con ellos les lanzaban sus puyas, como ocurría entre los tercios requetés: «Los de Lácar fuman puro, / Montejurra cajetilla. / Y detrás viene el 8º [batallón o regimiento de reemplazo, no voluntarios como ellos], / Recogiendo las colillas». O: «Montejurra siempre canta al avanzar / Pero… Lácar mucho más». Lácar también cantaba: «Y habiendo vino / Siempre hay buen humor».26 Según Herrera, en La Serena los requetés cantaban: «Les “tomemos” un cañón. / Y treinta ametralladoras, / Y les “tomemos” también / El vino en las cantimploras».27
Los soldados vascohablantes del ejército republicano, lo mismo que los requetés navarros y vascos, también cantaban en vasco: «Egui uta ta osoah / España-ri erakarri oi zion / Zorisona ugari». (La verdad pura y completa / solía atraer a España / Abundante felicidad). Y: «¿Nor Jangoikoa (o Jainko) berazla?» (¿Quién como Dios? /¡Nadie como Dios!).28 O: «Gora Jainko maite maitea / zaguen denon jabe. / Gora España ta Euskalerria / ta bidezco erregue». (Viva Dios amado, / Señor de todos. / Viva España y Vasconia / y el Rey de las dos). Y, por supuesto, los requetés su Oriamendi, tanto en vasco como en castellano. Lo que sí les prohibieron fue que en la letra hicieran referencia al regreso de su rey a Madrid, de modo que lo tuvieron que cambiar por: «entrar en Madrid».
Entre los rebeldes también se cantaba en catalán y en vasco. Incluso se utilizó este en las comunicaciones militares franquistas, como relata Nagore. Los operadores de radio de las brigadas navarras, en las que había mucho vascohablante, algunas veces utilizaban el vascuence en las comunicaciones y así se evitaba que se pudieran interceptar.29 Lo de indios navajos del ejército de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial ya estaba inventado también.
La canción Gernikako Arbola (El árbol de Guernica) se cantaba en ambos bandos, nacionalistas vascos por un lado y requetés por el otro. Ha quedado como símbolo del nacionalismo, pero no se difunde que fue creada en el café San Luis, de Madrid, en 1853, por José María Iparraguirre, furibundo carlista que se enroló voluntario para luchar en la Primera Guerra Carlista con catorce años, se exilió por no compartir el Convenio de Vergara de 1839 y regresó en 1853. Se convirtió en el himno no oficial vasco. En él se alude al carácter sagrado del árbol, plantado por Dios, cuyo nombre aparece en cada estrofa. Posteriormente, Sabino Arana creó el himno del PNV, el Gora ta Gora Euzkadi, donde también alude al árbol y a Dios, y se convirtió en himno de la comunidad autónoma.
Por su parte, los requetés del Tercio de Montserrat cantaban en catalán su famoso Virolai:
Rosa d’abril, Morena de la serra, / de Montserrat estel: / il·lumineu la catalana terra, / guieu-nos cap al Cel. / […] Dels catalans sempre sereu Princesa, / dels espanyols Estrella d’Orient, / sigueu pels bons pilar de fortalesa, / pels pecadors el port de salvament. (Rosa de abril, Morena de la sierra, / de Montserrat estrella: / ilumina la tierra catalana, / guíanos al Cielo. / […] De los catalanes siempre serás princesa, / de los españoles estrella de oriente / sé para los buenos pilar de fortaleza, / para los pecadores puerto de salvación).
También hacían castillos humanos, daban las órdenes en catalán y fueron los que llevaron la punta de lanza de la conquista de Cataluña.
Ambos bandos solían dejar las canciones más ideológicas para los ataques, Oriamendi los requetés, La Internacional los milicianos:
Estamos muy cansados —100 kilómetros en tres días—, pero continuamos andando. El 1 de febrero, en unas lomas sobre Vich, un ligero contraataque. Un batallón rojo se acercó hasta el cerro donde el Mizzián [general marroquí] tenía el P.C. [puesto de mando] Oímos perfectamente entre el tableteo de las ametralladoras, el canto de los milicianos: La Internacional. Arriba los pobres del mundo. De pie los esclavos sin pan…30
Los civiles también cantaban y cambiaban algunas letras que oían a los soldados. Así, los lugareños de Chinchón, para quejarse con ironía de los desmanes de los soldados republicanos acantonados en el pueblo, transformaban el: «Si me quieres escribir ya sabes mi paradero: en el Frente del Jarama en primera línea de fuego» y en su lugar cantaban: «Si me quieres escribir ya sabes mi paradero: en la Vega de Chinchón, haciendo el daño que puedo».31
No se consiguió que los requetés dejaran su boina roja a pesar de que ofrecía un buen blanco. Los requetés aragoneses cantaban: «La boina roja es testigo / de que la lleva un valiente, / que le dice al enemigo: / Por este color te obligo / que me apuntes a la frente. Mi frente no vale nada, / mi pecho quiero guardar, / porque en él llevo encerrada / a mi Virgen del Pilar».32 O esta otra: «Dile a Franco si le ves / —me dijo la Pilarica— / Dile a Franco si le ves, / que la guerra está ganada / porque lucho yo con él».
Según Cordón, hasta Dolores Ibárruri componía y cantaba jotas:
Dolores visita Belchite: Cuando se marchó la acompañé un trozo de camino en su automóvil. Recuerdo que de camino compusimos una jota que Dolores acabó cantando a toda voz. Plagiando una conocida jota que cantaban los aragoneses en la lucha contra Napoleón, ésta decía: La Virgen del Pilar dice: / No quiero ser italiana, / que quiero ser española / como Belchite y Mediana.33
Miguel Gila fue un cómico estupendo que sacó muchas de sus anécdotas de la Guerra Civil, en la que combatió como soldado republicano. Después, cuando escribió sus memorias, no podemos saber hasta qué punto lo que cuenta es cierto o es material del que se apropió para llenar sus páginas, pues se sabe positivamente que muchos aspectos de lo que relata son totalmente falsos. Ya sabemos que la mayoría de las memorias, en lugar de biografías, son hagiografía, y que la memoria tiene a veces interesantes mecanismos de autojustificación y autobombo. En cualquier caso las presentamos con reservas. Así, comenta que una noche de guardia en el parapeto, al oír al de enfrente cantar:
Me sentía tan solo que no pude evitar tomar contacto con él, aunque sólo fuese de palabra. Le di un grito:
¡Eh, tú, el cantante!
Me respondió:
¿Qué quieres?
Nada. Es que te he oído cantar y por tu manera de cantar me parece que eres vasco o asturiano.
No. Soy de Pamplona. ¿Conoces Pamplona?
No. No la conozco, pero he oído hablar de los San Fermines. Creo que os lo pasáis bárbaro.
Muy bien. Cuando termine la guerra te invito a mi casa en Pamplona para que los conozcas. Te vas a divertir.
Le pregunté cómo se llamaba y dijo:
¿Y cómo quieres que me llame, coño? Fermín.
Y se echó a reír.
¿Y tú?
Miguel
Cada noche, la hora y media que duraba la guardia era un diálogo permanente entre Fermín y yo. Ya se había hecho una costumbre. Yo, desde mi trinchera le preguntaba a qué hora tenía guardia al día siguiente, luego le pedía a mi sargento que me pusiera la guardia a la misma hora que la de Fermín.
Me contó que tenía novia, le dije que yo también, me dijo que le gustaba mucho el fútbol, a mí también. Me contó que trabajaba de camarero en un hotel, yo le conté que trabajaba de mecánico.
Fueron muchas noches de hablar y contarnos cosas. Fue un enemigo muy amigo, del que sólo llegué a conocer su voz. Ojalá que en el momento en que escribo esto aún viva y que al final de la guerra se haya casado con aquella novia de la que me habló y que junto a ella viva rodeado de sus hijos y sus nietos.34
En el parte de guerra franquista del 22 de enero del 39, podemos leer:
Los muertos del enemigo recogidos son varios centenares, entre los que figura un comisario político y varios oficiales. El número de prisioneros hechos hoy se eleva a 2.283 sin contar los de una de las Columnas por no haber pasado aún por el registro. Entre los prisioneros figuran el capitán de E.M [Estado Mayor] de la Brigada 122 y la banda de música de la División del «Campesino» que, al llegar nuestras tropas a la plaza del pueblo de Noya, tocó el Himno Nacional.35
Los italianos, por su parte, solían cantar la canción Faccetta nera sobre la conquista de Abisinia. Algunos piensan que facetta [‘carita’, pronunciado facheta] tiene que ver algo con fascista:
Faccetta nera / bella abissina, / aspetta e spera, che già l´ora si avvicina / Quan noi saremo / tui fronte a te, (frente a ti) / noi ti daremo una altra legge, un altro rè. / Faccetta nera, / sarai Romana / e pé bandiera tu cia vrai quella italiana. / Noi marceremo insieme a te / e sfileremo avanti al Duce e avanti al Re!
Carita negra / bella abisinia / espera, espera, que la hora se avecina / en que estaremos / frente a ti / te daremos otras leyes y otro rey / Carita negra / serás romana / y por bandera tú ya verás la italiana / marcharemos junto a ti / desfilaremos ante el Duce y ante el Rey.
Tras la derrota de Guadalajara, los soldados españoles de ambos bandos cambiaron la letra y la convirtieron en:
Desde Jadraque / hasta Sigüenza / chaquetearon cuarenta mil sinvergüenzas: / la retirada fue tan atroz / que hubo italiano que llegó hasta Badajoz. / Guadalajara / no es Abisinia / aquí los rojos tiran bombas como piñas. / ¡Menos palabras y más valor, / que viva España y la Falange de las J.O.N.S.! / Los italianos / en la trinchera / no se desprenden de sus camisas de seda, / en el empeine llevan charol / y por la calle van haciendo el maricón. / Españolita, / no te enamores, / espera, espera que vuelvan los españoles, / los italianos se marcharán / y de recuerdo un bambino te dejarán.
También se hicieron variantes de la letra como:
Los españoles, / aunque sean rojos, / tienen cojones. /
Niña bonita, no te enamores, / deja que vengan los valientes españoles, / los italianos se marcharán / y de recuerdo un bebé te dejarán.
Guadalajara no es Abisinia, / allí los rojos tiramos bombas de piña. / Los italianos se marcharán / y de recuerdo un cadáver dejarán.
Bella española, no te enamores, / aguarda, aguarda a los valientes españoles. / Los italianos se marcharán / y de recuerdo, un bebé te dejarán.
No te enamores, niña bonita, / no dejes solos a los pobres españoles.
Guadalajara no es Abisinia, / ¡corre italiano!, que se nos echan encima.
Guadalajara no es Abisinia; / las carreteras están muy mal construidas.
Los italianos son gente fina: / lo mismo beben ron, coñac, que gasolina…
Guadalajara no es Abisinia; / los españoles, aunque rojos, son valientes. / Menos camiones y más cojones.
Los italianos en las trincheras / no se desprenden de las camisas de seda.
Españolita, no te enamores / espera a que vuelvan aquí los españoles.
Los regulares son cosa fina. / Lo mismo beben petróleo que gasolina / Si les ofreces Marie Brizard / te dicen: ¡Basta!; que lo beba tu mamá.
Que te creías / escapachichi / que aquí llegando tú tendrías todo fatto / pero el rojo lección te dio. / y nos dejaste español contra español [el único sector que no retrocedió fue el cubierto por la División de Soria, después 53.ª División].
Mera presenta otra versión con el nombre del general que mandaba las tropas italianas: «Bergonzoli sinvergüenza, / general de las derrotas, / si quieres tomar Trijueque / con los bambinos que portas, / no vengas con pelotones: / ¡Hay que venir con pelotas!».36
Según Zugazagoitia, cuando se rindieron en Guadalajara, los prisioneros italianos también cambiaron de canción: «… los hombres, bajo el fuego, que les llega de todas partes, no piensan más que en salvar la vida. Cuando lo reputan imposible se entregan. Manos en alto se dejan hacer prisioneros. Si es una sección entera, cantan un himno diferente al que utilizaban para desfilar en Málaga; ahora es “Bandiera Rossa” [Bandera roja, himno del Partido Comunista Italiano]».37
Algunos, si no canciones o música, por lo menos querían hacer ruido. A Cordón, artillero, del Partido Comunista encargado de formar columnas en el ministerio, le pidieron quinientos pitos:
¿Aquí dice pitos? —pregunté a mi compañero sin creer lo que veían mis ojos.
Está bien claro, ¿no? —me respondió—. Pitos, pitos de metal como los de los capitanes de batería o los de los árbitros de fútbol.
¿Para qué quieres esos pitos?
¡Ah! Esa es una idea mía. He pensado en un ataque insólito. Mis hombres [quinientos] se alzarán de repente todos a una tocando estridentemente los pitos. El enemigo quedará paralizado sicológicamente, y antes de que tenga tiempo a reaccionar nos lanzaremos al ataque y lo derrotaremos.
Al ver la expresión de duda con sus matices de guasa en mi cara, agregó: Creo que habrás oído hablar alguna vez del efecto de sorpresa ¿no?38