Читать книгу #QuedateEnCasa. Relatos en pandemia - Florencia Agrasar - Страница 16

Baño de cine Victoria Rossi

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Sea / Jorge Drexler

Entré enojada al baño. ¿Quién cuernos me había mandado a ver esa película? Siempre odié las de terror: sangre, muerte, más sangre y más muerte. ¿Cómo me había dejado convencer de esa manera? No podía sacarme de la cabeza la imagen del crimen. Qué espanto. Sólo pensarlo me daba taquicardia. Encima, ya sabía lo que venía, días de morirme de miedo cada vez que estuviera sola y ese “toc” de tener que mirar debajo de la cama para asegurarme de que no hubiera nadie. ¡Combo!

Toqué una de las puertas, no había nadie, entré rápido y cerré. Maldije estar allí. Los baños públicos siempre me dieron repugnancia. Con mi tan instaurada cautela, sabiendo de memoria los pasos a seguir, colgué mi cartera en el gancho, y me dispuse a sacar papel higiénico del rollo. Maldije doblemente. El rollo estaba vacío. ¡Bingo! Era lo que me faltaba para una noche nefasta.

—¡Conferencia!, ¡no hay papel! —Lo dije muy fuerte, en pedido de ayuda, en caso de que hubiera un alma caritativa que me pudiera alcanzar un poco.

Por unos segundos nadie me contestó. Vi movimiento en el cubículo de al lado. Esperé a ver si me respondía. Nada. Golpeé la pared.

—Disculpá, ¿tendrás papel?, no puedo creerlo, el rollo está vacío.

Nada. Silencio absoluto. No volaba ni una mosca. Empezaba a odiar a esa mujer sin siquiera haberle visto la cara. Egoísta.

—Disculpame que te moleste, ¿hay papel en tu baño?

Nada. Ya molesta dije:

—¿Estás bien, ahí, vos… la de al lado?

Por fin una voz.

—No, sí… perdón, estoy, estaba por… ¿Qué decías?

—Quería saber si me podés pasar por acá arriba un poco de papel, o por abajo, como quieras. Lo que puedas.

—Sí. Ahí va. Te paso. ¿Necesitás mucho?

—Un poco, para salir del paso. Odio que me falte...

—Te lo paso por abajo.

Vi una mano que sostenía el tan esperado papel. ¡Por fin!, dije para mis adentros. En el mismo instante que lo estaba agarrando veo una tijera en el piso, cerca del zapato de la vecina. Me quedé intrigada. ¿Para qué tendría una tijera?

—Se te cayó la tijera —le dije a propósito.

—Sí, se me cae todo, es para romper esto, seguro que me corto, es difícil pero voy a tomar valor. Tengo que hacerlo rápido, si no, se va a enterar. Prefiero hacerlo acá, así nadie sospecha y no dejo rastros. Ya lo hice otras veces y por suerte no me descubrió. Piensa que estoy obsesionada, y sí, la verdad que ya me estoy volviendo loca y tiene razón, estoy obsesionada y monotemática. Por eso vine acá, para no dejar rastros de nada, es esto y se acaba... Y después que sea lo que tenga que ser.

Mientras decía todo esto, se oían movimientos extraños. Esta mujer sí que está loca pensé. ¿Sería la película que me estaba afectando? ¿Qué hacía yo, a esta hora de la madrugada, en un baño del cine, escuchando a una desquiciada que quién sabe por qué tenía unas tijeras? Empecé a sentir miedo. ¿Sería una suicida, o peor, una asesina?

—No puedo más —dijo—. Ya está. Tengo que esperar unos segundos, igual, ya esperé demasiado todos estos años. Dejé el tratamiento. No funcionó.

Escuché una especie de grito y enseguida un llanto, un llanto tímido al principio que después fue tornándose cada vez más estruendoso. Me quedé paralizada. El llanto se mezclaba con risas ahora. Pensé que estaba totalmente loca.

Nuevamente más llanto descontrolado.

—¿Estás bien? —le pregunté mientras agarraba mi cartera para salir corriendo. Intenté abrir la puerta pero el pestillo giró en falso.

—Sí, creo que nunca estuve mejor.

Temblé. Estaba loca. Era una asesina serial, una demente que quería apuñalarme con su tijera.

—Qué bueno que estés ahí —dijo—. Con alguien desconocido es más fácil, así voy practicando.

Estaba petrificada. La puerta de su cubículo se abrió.

—Quiero mostrarte algo —dijo.

La cerradura cedió y abrí. Sin pensarlo dos veces salí. Si tenía que enfrentarme con mi asesina mejor que el tormento se acabara pronto.

La vi. Estaba parada con algo que sostenía en la mano.

—Dio positivo —me dijo, mostrándome el resultado de un test.

Sin que yo atinara a hacer nada, me dio un abrazo y salió corriendo. Suspiré aliviada. Mi asesina serial iba a ser mamá. §

#QuedateEnCasa. Relatos en pandemia

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