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Mar de Cartagena Victoria Rossi

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Birthday / The Sugarcubes

Salió a la superficie en el momento justo, logró tomar aire para aguantar un poco más la embestida de las olas que llegaban sin descanso, una a una. Sintió de golpe la extraña sensación de la caída y percibió su cuerpo agotado. Se dejó estar unos segundos flotando, sin moverse. Empezó a tragar agua, el gusto a sal iba invadiendo su garganta. Intentó ver algo más allá. Solo la acompañaban el ruido del agua y el devenir de las olas. Pensó que iba a morir joven; tenía tantos años por delante que sintió una profunda pena. De pronto, sin pensarlo, las imágenes de su vida empezaron a aparecer una a una, ordenadas con una impecable y estudiada exactitud: vio su nacimiento; a su madre llorando de felicidad; a sus hermanos reunidos en la casa esperando su llegada; el día que dio sus primeros pasos; la entrada al jardín de infantes; las clases de baile; el primer día de colegio; su primer diente caído. Las imágenes iban desfilando frente a sus ojos con una marcada precisión.

Miraba con cierta sensación de paz todo lo que iba apareciendo. Incluso lugares y personas que creía olvidados, en ese momento se hicieron presentes. Se alegró, el fin no le parecía tan trágico. Sin darse cuenta empezó a entregarse y a dejarse ir, estaba inmersa en una especie de remolino que parecía eterno. Su cuerpo cansado ya no ofrecía resistencia.

En ese momento empezó a descender a la profundidad del océano. Con extrañeza se dio cuenta de que podía respirar en el agua. El descenso seguía. La piel, de pronto, comenzó a arderle, no podía mirar hacia abajo, había algo que ejercía un tremendo poder y magnetismo en su cuerpo obligándola a mirar hacia la superficie. Tampoco podía moverse. Divisó una sombra, un reflejo de su cuerpo en el agua, distinguió un pálido movimiento, algo verde iba recubriendo su piel, una piel escama que jamás había visto. Sintió una extraña sensación de comodidad. Estaba protegida. Todo iba sucediendo con una tranquila naturalidad y una velocidad de un tiempo desconocido. Se acordó de los cuentos e historias que había leído en donde personajes mitológicos adquieren formas humanas o animales fantásticos se convierten en personas. Ahora le tocaba ser la heroína de su propia historia. Increíblemente y lejos de lo que hubiera querido, se había convertido en pez, en pez-sirena, sirena desconocida, no como las sirenas que quieren atraer a Ulises con su canto, sino más bien, sintió que ella era un Ulises errante, alejada de su patria, convertida en sirena.

Experimentó la paz de la profundidad de los tiempos y la belleza de las cosas más inciertas. Todo lo que la rodeaba ahora era totalmente diferente a su mundo. Se alegró.

Suspiró, y miles de diminutas burbujas salieron de su nariz, las vio flotar, juntarse y agruparse para emprender el viaje hacia la superficie.

La luz se filtraba creando una increíble transparencia. Había un silencioso movimiento de ritmos, danzas y música de colores, una serenidad que nunca había visto ni experimentado.

Sintió algo que estaba despertando en ella, lo sintió en su cuerpo y en su alma. Presagió una búsqueda y un deseo de hallar su lugar entre los lugares.

Y fue, en ese mismo instante, que comenzó a presenciar su propio nacimiento. §

#QuedateEnCasa. Relatos en pandemia

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