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3. Lo sublime y la ciencia

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A pesar de que el arte haya renunciado a lo bello para expresarse a través de la incertidumbre y la indeterminación, lo sublime parece un campo más interesante en la ciencia. Ciertamente, la ciencia es el dominio del orden medible y cuantificable, para lo cual —como mostraré más adelante— lo bello mantiene todavía un sentido; sin embargo, en la actualidad se han dado acontecimientos que han renovado y quizá invertido la dinámica de estas relaciones. Hablo de los avances en el plano de la epistemología y de la práctica científica misma, como la anarquía epistemológica de Feyerabend y la teoría de las revoluciones científicas de Kuhn, la interpretación de Copenague de la física cuántica, los teoremas de Goedel, la teoría del caos, la teoría de sistemas y los sistemas dinámicos, los fractales y todo lo que podríamos indicar como ciencia de la complejidad.37 A modo de introducción, presento un esquema de estas teorías y de su relación con lo sublime, pues se trata de aspectos de la ciencia que están en el borde entre orden y caos, objetividad y subjetividad, método e interpretación.

a) La mecánica cuántica y la interpretación de Copenhague. Como se sabe, el principio de indeterminación, formulado por Heisenberg, dice que la medida simultánea de la posición y de la velocidad de una partícula es imposible debido a una incertidumbre que no se puede eliminar. En síntesis, ello significa que observar modifica, aunque de manera imperceptible, lo observado, y que a nivel elemental la realidad es indeterminada.38 Llevando esta hipótesis al extremo, algunos suponen que todo lo real es indeterminado y que la ciencia no está en grado de ofrecer una visión objetiva de la realidad.

b) Los teoremas de Goedel. Goedel ha planteado y demostrado, con su segundo teorema en particular, la imposibilidad de comprobar de modo exhaustivo un sistema de axiomas, ya que ningún sistema de este tipo puede ser verificado sin los recursos de un sistema ajeno, pero este, a su vez, necesita de otro para validarse, y así sucesivamente, produciéndose un regreso al infinito. Este teorema es un argumento de los más citados para lanzar ataques a las pretensiones de la ciencia como verdad absoluta.

c) El relativismo epistemológico. Popper, Kuhn y Feyerabend, apostando por la relatividad social, cultural y metodológica de la ciencia, han comenzado un cuestionamiento filosófico de sus verdades y certezas, y así han embebido lo sublime dentro de la ciencia misma. Dichas posturas son simétricas al miedo suscitado por ciertas investigaciones o tecnologías (cuya portada e implicaciones son impredecibles), y también, como ha señalado Lyotard, por el exceso de conocimiento y por el poder de tecnologías que sobrepasan la comprensión y el control del individuo común.

d) Las ciencias de la complejidad. Elementos sublimes entran en la ciencia por medio de la teoría del caos, de los sistemas dinámicos y de sus aplicaciones (como la vida y la inteligencia artificial). Estas nuevas disciplinas están relacionadas con el estudio de todos los procesos impredecibles que contradicen el método del experimento científico en el sentido cartesiano (por ejemplo, por la cuestión del tiempo, avanzada por Ilya Prigogine) y el rigor de su metodología. Las disciplinas de la complejidad mezclan aproximaciones epistemológicas de diferente naturaleza, entre matemática y ciencias sociales, arte y geometría, con lo cual se expande lo racional para incluir los sentidos, las percepciones y las emociones.39

e) El fin de la ciencia. Esta hipótesis circula y es debatida por muchos científicos de diferentes disciplinas. Por ejemplo, para el físico Richard Feynman, hoy se conocen todas las leyes que explican los fenómenos esenciales de la naturaleza, y en esta etapa terminal la ciencia tiene que ocuparse de problemas que, por su abstracción, la obligan al uso de metodologías filosóficas, a pesar de que la filosofía genere contradicciones con los tradicionales métodos empíricos.40 Por otro lado, Prigogine postula la crisis de la ciencia argumentando que la realidad es abierta y no consiente una explicación final en los términos del cogito: “La reconsideración del caos lleva a una nueva coherencia, a una ciencia que no habla solamente de leyes, sino de eventos y que no está obligada a negar la emergencia de lo nuevo, porque ello implicaría la negación de su actividad creadora”.41 Feynman y Prigogine hablan, pues, del final de la certidumbre,42 lo que implica que el límite entre lo racional y lo irracional se ha difuminado. La naturaleza contradictoria del parergon científico de la ilustración, de la medición y del límite, hace que la ciencia comience a preguntarse si la comprensión total de la realidad está efectivamente a su alcance o si hay algo afuera (lo colosal, lo sublime) que se escapa y se esconde de sus instrumentos.43

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