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4. El papel de la estética, del arte y de sus instituciones
ОглавлениеToda esta atencion a la poiesis tiene un aspecto filosófico que me parece oportuno resaltar: el nihilismo posmoderno es una oportunidad y una apertura que no renuncia a la verdad, a las jerarquías de valores y al telos, aunque toda búsqueda de verdad y de identidad, para evitar tentaciones autoritarias, tenga que hacerse, como hemos visto, en sentido estratégico y poiético.
En cuanto herramientas poiéticas para la construcción de sistemas de pensamiento, de esencias e identidades, la estética y el arte pueden defender la libertad del telos. Aquí es donde el problema estético se muestra en toda su evidencia, porque el arte, por el contrario, hace del nihilismo una estructura funcional —como ha dicho Gadamer— a la conciencia estética y al arte por el arte y a su sistema institucional.56 La contradicción entre el nihilismo libertario de fachada del sistema del arte y el dogma estético que subsiste en la realidad, ha sido muy bien ilustrada por Mariátegui:
El hombre no puede marchar sin una fe, porque no tener una fe es no tener una meta. Marchar sin una fe es patiner sur place. El artista que más exasperadamente escéptico y nihilista se confiesa es, generalmente, el que tiene más desesperada necesidad de un mito.57
Es mérito de Mariátegui haber subrayado la importancia que desempeñan factores como la creatividad, la cultura y las tradiciones, los mitos y las utopías, en la conformación de la personalidad y en la autoestima de un hombre y de una sociedad. Y ahora sabemos que el componente crítico del digital divide está exactamente en la relación de dichos elementos con el saber tecnológico. El control de la tecnología se da de modo democrático sólo eliminando los obstáculos culturales, educativos y estéticos que limitan la posibilidad de recibir y crear tecnología.
Ambos aspectos tienen que examinarse y considerarse como una totalidad; una de las hipótesis de este trabajo es que la comprensión (no solo estética) de los medios digitales no puede cumplirse de manera exitosa sin abordar integralmente su complejidad. Para abordar semejante complejidad habría que, en primer lugar, actualizar algunas cuestiones estéticas todavía abiertas; en segundo lugar, estudiar los problemas de la difuminación entre lo natural y lo artificial; y, por último, examinar los términos de la relación entre arte, comunicación y educación.