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Introducción

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Los procesos de la globalización han enfatizado las diferencias económicas y culturales, según muchos observadores, y en los países en desarrollo la globalización se vive como una amenaza o un ataque a la autonomía política y cultural. Es difícil no reconocer algo de razón en estas críticas, sobre todo en lo referido a la cultura, pues las nuevas formas de colonización se sustentan en el control de los medios de comunicación y del conocimiento científico y tecnológico. Ahora la comunicación y la investigación se desarrollan cada vez más en los nuevos medios, las redes, internet, las páginas web, los blogs y los social networks. Estas nuevas formas de comunicar, aparentemente, nos liberan de los monopolios y de las censuras, para restituir al público independencia y autonomía.

Sin embargo, aquí habría que controlar las reales condiciones con las cuales se maneja la sociedad de la información y determinar cómo se difunde e impone el conocimiento y la nueva clase de poder que de esto se deriva. Al respecto, hay que decir que la comunicación digital no está constituida solamente por internet, los blogs o las páginas web, sino principalmente por el software, que es el motor que los mueve a todos y es, además, un elemento esencial de los artefactos, robots y maquinarias utilizadas en cualquier actividad social, económica y cultural del mundo globalizado.

Entonces, si las tecnologías de la información revelan nuevas formas de control y de poder, resulta interesante y oportuno examinar, por un lado, los fundamentos culturales del software y de sus interfaces y, por otro, cuáles son los modos con los que la estética puede mejorar las características de las herramientas digitales; lo que es bastante crucial para los países en vías de desarrollo, porque implica repensar los procesos educativos y formativos y el mismo concepto de actualización tecnológica.

El primer problema es que el software es un sistema escondido —una suerte de caja negra—, que funciona de manera autónoma, protegido por las interfaces y el consumismo acrítico de los gadgets tecnológicos. El segundo problema es que la tecnología digital se esconde porque simula otras tecnologías, a través de metáforas que encubren sus formas reales; esta es la dimensión de la interfaz, que distorsiona la perspectiva crítica y debilita la eficacia de las tecnologías de la información para el desarrollo y el progreso democrático.

Naturalmente, el problema de la función persuasiva del espectáculo, del arte y de sus aparatos tecnológicos no es nuevo, pues hay un largo recorrido teórico y crítico que comienza con Adorno y Benjamin, pasa por la crítica a la tecnociencia de Heidegger, y desemboca en el situacionismo de Debord, y en la crítica mediática de Baudrillard y Virilio. Ello no obstante, la relación que todo esto tiene con el software y las interfaces no es, para nada, clara. Para comenzar, la identidad estética y lingüística del software y de las interfaces no está suficientemente discutida; por ejemplo, lo digital se asfixia todavía en las confusiones entre hardware y software, entre lo analógico y lo propiamente digital. Y no se trata de discutir entre copyright y copyleft: el software libre no es la solución a estos problemas, pues no hay que confundir entre monopolio de herramientas y monopolio de conocimientos; en otras palabras, la democracia de los medios no es lo mismo que la democracia del saber.

Las dificultades nacen no solo porque el software y sus interfaces son entidades complejas, sino porque también la estética, el arte y lo bello viven una fase de crisis teórica y práctica. Muy poca ayuda recibimos del mundo del arte, aun cuando este pretende constituirse como conciencia o voz crítica de las sociedades avanzadas. Incluso se podría decir lo contrario: el desinterés o la atención superficial del arte para los problemas tecnológicos y científicos constituyen una de las formas de colonización cultural.

Así que la función del software como medio de comunicación y de colonización —su identidad estética— constituye una tarea pendiente. El análisis y la corrección de estas dinámicas es, justamente, la razón que ha impulsado los estudios que conforman este trabajo.

En concreto, aquí perseguimos los siguientes objetivos: en primer lugar, delinear una arquitectura de arte y software, precisamente en relación con el uso democrático del conocimiento y de la tecnología; en segundo lugar, comenzar una crítica estética del software, en paralelo con una crítica del arte, en función de los problemas de identidad cultural y social, democracia y libertad del saber; y, por último, a través del análisis cultural de las tecnologías de la información, individuar los mecanismos tecnológicos y estéticos de la neocolonización y establecer la respectiva relación con la educación y la pedagogía.

Para ello, he dividido el estudio en ocho capítulos, estructurados según un orden lógico secuencial, aunque legibles de modo independiente.*

En el primer ensayo se examinarán el contexto de la globalización, de la tecnología, de la neocolonización, las cuestiones de lo digital divide y de la violencia epistémica; hablaremos, además, de la decadencia de Occidente de Spengler, del imperio de Negri y Hardt, y de la crítica a la neocolonización de Spivak. Todo esto nos dará el marco y las razones sociales para abordar las problemáticas estéticas del software.

El segundo ensayo consiste en el examen del problema de lo sublime en el arte y de su relación con lo sublime posmoderno y, sobre todo, con la teoría del sublime tecnológico de Costa. Se mostrará, con respecto a la estética tecnológica, la importancia de la relación belleza-sublime-verdad, a partir de las reflexiones de Derrida.

En el tercer ensayo se estudiarán las nuevas formas de lo bello que, en cierto modo, se vuelven a constituir, en parte gracias a las ciencias de la complejidad, a las simulaciones y a las realidades virtuales; en parte por la discusión de las aporías estéticas que afectan el arte. Trataré de mostrar que el pluralismo, la indeterminación y lo abierto no implican la ausencia de la belleza y de sus estructuras formales, y que los medios de comunicación digitales apelan a lo bello por más de una razón: por las interfaces, en primer lugar, y por nuevas categorías de belleza relacionadas con el hacer, con la praxis y con el saber, lo que acerca lo digital tanto a las matemáticas como a las artes escénicas.

El cuarto ensayo —que concluye la primera parte del volumen— está dedicado a la estética de Pareyson y, de modo especial, a su teoría de la forma, que introduce muchos aspectos relevantes en cuanto a sus aspectos sistémicos y complejos, sobre todo en relación con tópicos como la autoorganización, la autopoiesis, de Maturana y Varela, y la categoría de emergencia.

En el quinto ensayo, finalmente, comenzará el análisis estético del software, en primer lugar, mediante una comparación con la crítica a la escritura, desde Platón a Rousseau, Levi Strauss y Derrida. El poder de la escritura del software influye en las dinámicas de la globalización y de la colonización cultural porque, además de ser utilizado para hacer algo, el software es un medio de comunicación con un preciso marco filosófico, estético y operativo. Se hablará del software como lenguaje y de la peculiar relación entre palabra y escritura, entre comunicación oral y escrita, y mediante el uso operativo, que permite comparar la herramienta con el lenguaje y con la obra de arte.

En el sexto ensayo se profundizarán los temas apenas descritos en Orality and literacy de Walter Ong, un estudio muy importante, tanto en sus aciertos como en sus errores, para comprender las dinámicas estéticas de los nuevos medios y de las tecnologías de la información en particular. Al respecto, analizaré internet, la multimedia y las interfaces; hablaremos de blogs, de ambientes de autoría distribuida y de ciberespacio. Creo que con esto se hará evidente la naturaleza problemática de lo bello en relación con lo decorativo y el kitsch de los efectos especiales que predominan en estos medios.

El sétimo ensayo abre la tercera parte de este trabajo y está dedicado al análisis de las teorías del arte del software de diferentes autores (principalmente, del historiador alemán Florian Cramer, quien ha estudiado la problemática con profundidad). Se tratará de determinar la relación entre la estética y el software art, recuperando los aportes de Heidegger, Gadamer, Eco y Vattimo, y de discutir sus vínculos teóricos con las vanguardias, el arte conceptual y Fluxus. Al respecto, trataré de mostrar la relevancia estética de las diferentes capas operativas del software para todos los procesos en los cuales están involucradas las tecnologías de la información.

En el último ensayo, el octavo, he tratado de delinear los fundamentos para una nueva estética del software, entre la obra abierta, la justicia epistémica, la hermenéutica y la mayéutica. Lo que aquí está en juego, para el software, no es solo el arte, sino sus funciones sociales, políticas y educativas; y para el arte, no solo sus aspectos tecnológicos, sino la discusión de sus principios y fundamentos, según el paradigma científico y filosófico de la complejidad.

Metodológicamente, el nuestro es un estudio de carácter interdisciplinario, que se apoya tanto en una cierta experiencia práctica personal del software (diseño, programación e implementación de aplicaciones para artistas y educadores) como en la práctica artística y en el trabajo teórico y filosófico. Me parece importante subrayar que una aproximación interdisciplinaria, para esta clase de investigaciones, es no solo aconsejable, sino obligatoria, pues los procesos digitales interlazan campos muy diferentes del saber científico y humanístico.

Y no es secundario el hecho de que las inquietudes estéticas y tecnológicas hayan surgido y se hayan desarrollado en un país de “frontera” como el Perú, que vive las contradicciones entre un gran desarrollo económico y cultural y sus tradiciones tan antiguas, variadas y, a menudo, ajenas a las lógicas del mundo globalizado. Todo esto, pues, ha enriquecido nuestra perspectiva crítica en todos los sentidos, tanto sociales como culturales. Tengo la ilusión de que los resultados conseguidos con este estudio puedan compensar la oportunidad que el Perú y sus instituciones educativas —de modo especial, como es obvio, la Universidad de Lima y su Instituto de Investigación— me han regalado.

Filosofía y software

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