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2. Informática, ciencia y arte: la cuestión ética
ОглавлениеAntes de continuar, me parece necesario señalar que los mecanismos neocoloniales de la globalización cultural no son solamente mediáticos, sino también científicos. Por ejemplo, la catalogación del genoma humano y la ingeniería genética constituyen otras formas, particularmente alarmantes, bajo las cuales considerar la relación entre poder, tecnología y arte, donde el factor novedoso es la profunda semejanza entre las ciencias de la información y la biología molecular, lo que convierte la cibernética en el lenguaje común entre células y computadoras.
De acuerdo con Jeremy Rifkin, los últimos avances en este campo muestran la posibilidad de colonizar a los seres humanos y sus horizontes expresivos y creativos.30 Es cierto que los intereses comerciales de las biotecnologías deben ser tales como para justificar el soborno y la violencia; pero el efecto más peligroso, considerando la creciente explotación del know how genético en campos como la agricultura o la farmacéutica, es que estaremos doblemente contaminados por códigos ajenos, tanto genéticos como informáticos, porque es el lenguaje de la informática el que prepara el terreno para la entrada de la bioingeniería. El lenguaje digital —el software — se volverá un metalenguaje común y unificado, porque la complejidad de la tarea que se va proyectando para el control del patrimonio genético del mundo tiene que ser procesada de modo distribuido y globalizado.
El problema, como dice Rifkin, es que hablamos de un contexto tan complejo que puede llegar a rediseñar la forma de pensar la naturaleza y a nosotros mismos, y que todo esto sucede casi inadvertidamente, por el mecanismo típico de las novedades tecnológicas: a) una vez que una tecnología ha sido aceptada e incorporada en la sociedad, es casi imposible cuestionarla; muy justamente, Rifkin advierte que la nueva cosmología de la bioingeniería debe ser discutida ahora, para no cerrarse las posibilidades de crítica en el futuro; b) se piensa en la tecnología como un efecto natural del quehacer humano y no como una desviación o excepción, lo cual implica la necesidad de redefinir el borde entre lo natural y lo artificial; c) el mercado tiene la tendencia a exportar una visión del mundo que pretende imponerse como una explicación metafísica de la realidad; se puede así asimilar lo que es incompatible y se elimina sin cuestionar lo que no está al paso con dichos procesos;31 d) luego que una tecnología ha logrado ubicarse como parte del entorno, nadie tiene el coraje de resistirse a este supuesto orden natural: esta es la colonización de las conciencias.
Todas estas metafísicas cibernéticas no consideran el organismo viviente como un ser individual, sino como un proceso en fase de elaboración, esto es, como un producto tecnológico. La evolución, de acuerdo, por ejemplo, con Norbert Wiener o Ilya Prigogine, es un viaje hacia la complejidad y hacia la capacidad de elaborar crecientes cantidades de información; pero semejante concepto de cambio, de transformación y de emergencia conlleva un peligro, es decir: hacer que el individuo (y con esto se entiende tanto una persona como un grupo social) no sea esencial, ya que lo que importaría sería el sistema. Y no es así; según el premio Nobel Murray Gell-Mann, un organismo es algo que está en búsqueda de un esquema; es algo creativo, no una máquina para sobrevivir.32
La estética es parte del debate, porque el mercado de la bioingeniería se da perfectamente cuenta de que es difícil apoderarse y explotar algo (como otro organismo) que sentimos parecido a nosotros; por lo tanto, se introducen los dominios abstractos, impersonales y virtuales del juego, del espectáculo y del arte. Como señala Rifkin: “Alterar el código genético parece más íntimo y noble si es visto como un ejercicio artístico”.33
Así, el mercado de la biogenética expande el dominio de la naturaleza para aprovecharse de lo que no es natural; con la misma finalidad, crea barreras y diferencias ficticias entre los seres humanos y, por último, desencadena el proceso inverso: lo natural se vuelve completamente artificial, juego, obra de arte.
En efecto, la tarea de derrocar la idea del organismo como individuo, como diferencia y como entidad sacra, se lleva a cabo utilizando el poder del arte, de la retórica y de la comunicación masiva. Coherentemente, la información se convierte en la nueva alma del siglo veintiuno, y el nihilismo posmoderno en otra metafísica, no diferente de las del pasado, sino solo adecuada a la nueva realidad tecnológica. La triste revancha de lo estético en la época de la muerte del arte es que, si el arte no ha podido incorporarse a la vida, es esta la que se transforma en una obra de arte.
Nos estamos acercando a un tópico crucial porque, como espero demostrar, la estética a la cual se acoplan las bioingenierías es la estética del genio y del arte por el arte, solo que el genio, hoy, es el arbitrio y el poder del dato y de la información en sí. El resultado es que se confunde lo técnico con lo estético, y el arte, que debería ser un acto de amor hacia la naturaleza y a los demás, se vuelve incapaz de mitigar el dominio y la explotación de la pura técnica. Así, este concepto de desarrollo termina imponiendo soluciones que nos alejan cada vez más de la complejidad que, sin embargo, es el principal horizonte de la modernidad. La techné se transforma en tecnociencia, y software y wetware, computadoras y ADN se vuelven, tanto incentivos a la estetización de lo real, como impedimentos al progreso ético, social y cultural, y la angustia causada por este tipo de entorno produce nuevas ilusiones y mitologías. Por eso, según Rifkin: “Desafortunadamente, estamos cada vez más confundiendo el arte de escoger con el arte de crear”.34
En este contexto, es muy fácil persuadir a la gente a que se incorpore al consumismo tecnológico, a no hacerse preguntas sobre las falsas estéticas dictadas por las modas y, por lo que se refiere a lo educativo, a subestimar los efectos del predominio tecnológico sobre la conciencia crítica y la creatividad.