Читать книгу Investigación y proceso penal en el siglo XXI: nuevas tecnologías y protección de datos - Francesc Ordóñez Ponz - Страница 100

La forma de comunicarse ha experimentado una transformación absoluta, hoy en día casi todas las personas son usuarios de uno o más dispositivos informáticos (móviles, tablets, etc.) ya sea para destinarlos a un uso profesional o personal. De otro lado, el surgimiento de la pandemia ha incrementado la comunicación telemática, ya que los ciudadanos nos hemos visto obligados a mantener la mayoría de nuestras relaciones a distancia1, siendo el WhatsApp una de las aplicaciones más utilizadas para ello, debido a que permite establecer vínculos comunicativos de forma inmediata sin importar la distancia.

Sin embargo, el WhatsApp en muchas ocasiones se ha convertido en el instrumento perfecto para cometer hechos tipificados en nuestro Código Penal como delito, surgiendo la necesidad de aportar las conversaciones mantenidas a través de esta aplicación al proceso penal para poder acreditar tales hechos2. Es por ello que este trabajo tiene como objetivo fundamental determinar si las comunicaciones bidireccionales de WhatsApp tienen encaje en la regulación general de la prueba o si, por el contrario, sus especialidades y particularidades exigen una normativa específica que permita hablar de un régimen propio.

La cuestión no es baladí, pues como bien apunta GÓMEZ DE LIAÑOGONZÁLEZ si el quid de todo proceso se encuentra en la prueba, en el penal adquiere una mayor entidad debido a la complejidad que se deriva de probar unos hechos, que con carácter general, surgen espontáneamente, sin pruebas documentales, constituyendo en muchos casos la prueba testifical el único medio para acreditar los hechos, y en bastantes ocasiones, la propia declaración de la víctima con los problemas de parcialidad, las dudas y las contradicciones que plantea y que se presentan en el fondo de una condena3.