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II. ALGUNAS CONSIDERACIONES TÉCNICAS SOBRE EL DISPOSITIVO AMAZON ECHO

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A pesar de que no se trata del único altavoz inteligente disponible en el mercado2, centraremos nuestra atención en el dispositivo Amazon Echo, por ser uno de los más vendidos –si no el que más– y por su protagonismo en los primeros casos judiciales que han ido surgiendo.

Con todo, antes de adentrarnos en las cuestiones estrictamente jurídicas, quisiéramos efectuar algunas consideraciones técnicas sobre este dispositivo, las cuales es importante tener presente para comprender lo que vendrá a continuación.

Estos altavoces inteligentes, comercializados por la compañía de Jeff Bezos desde finales de 2014, se sirven de un asistente virtual: la inteligencia artificial Alexa. De hecho, es con este nombre con el que popularmente se denomina a los propios dispositivos Amazon Echo3. En lo que a nuestro interés respecta, el altavoz siempre está “escuchando” pero, al menos en teoría, no graba hasta que el usuario pronuncia la denominada “Wake Word” o “palabra de activación”4. Palabra que suele ser Alexa, si bien el sistema permite otras como “Amazon” o “Echo”.

En el momento en que decimos esa palabra de activación, una señal lumínica de color azulado se enciende5: Alexa nos sigue escuchando, pero, además, desde este momento ya está registrando la grabación. Y lo hará hasta un par de segundos después de finalizada la consulta o de ejecutada la orden6.

Sabiendo esto, la pregunta que nos puede asaltar es dónde están almacenadas dichas grabaciones. La respuesta es en dos sitios: en los servidores de la compañía Amazon7 y en la aplicación (app) de Alexa. Y es que, cuando instalamos un altavoz inteligente en casa, hemos de descargar en nuestros smartphones, tablets, etc., una app específica: Amazon Alexa. Así las cosas, es aquí y no en el propio dispositivo Echo donde encontraremos el grueso de la información.

Esta aplicación nos permitirá consultar nuestro historial de voz. Y en él encontraremos tanto el archivo de audio de la grabación –con nuestra pregunta y la respuesta de Alexa–, como una transcripción por escrito del contenido.

Como usuarios, podemos borrar las grabaciones. La página de Ayuda de Amazon nos explica que lo podemos hacer “individualmente (esto es, grabación por grabación), por fecha, por dispositivo con Alexa Integrada, o todas a la vez8”. Es más, desde la sección de privacidad de Alexa en la app o en la web de Amazon podríamos elegir que no se guardara ninguna grabación de voz. En este último caso, la compañía eliminará de forma automática las grabaciones de voz después de procesar las peticiones, así como también eliminará todas las grabaciones que existan en el historial de voz9.

Según Amazon, cuando los usuarios eliminan las grabaciones asociadas al historial de voz, ellos eliminan de la nube “las grabaciones de voz que hayas seleccionado y la transcripción de esas grabaciones. Si eliges no guardar ninguna grabación de voz, las transcripciones de las peticiones que realices desde entonces se conservarán durante 30 días, tras los cuáles serán eliminadas de forma automática. Conservamos esas transcripciones para permitirte revisar las peticiones que le hagas a Alexa en tu Historial de Voz, y para mejorar tu experiencia de uso de Alexa y nuestros servicios. Puedes eliminar las transcripciones en cualquier momento desde la app Alexa”10.

Dadas las limitaciones de espacio, finalizaremos las cuestiones estrictamente técnicas en este punto11. Con lo señalado hasta ahora es suficiente para percatarnos de que el uso de Alexa puede generar una gran cantidad de información. Información que, en determinados supuestos, podría ser de utilidad tanto en el marco de una investigación penal como en un posterior enjuiciamiento.

De hecho, este tipo de altavoces inteligentes, aparentes convidados de piedra con los que compartimos espacio e interacciones, ya han sido utilizados, como señalamos, en algunos procesos judiciales.

Investigación y proceso penal en el siglo XXI: nuevas tecnologías y protección de datos

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