Читать книгу Investigación y proceso penal en el siglo XXI: nuevas tecnologías y protección de datos - Francesc Ordóñez Ponz - Страница 96
V. PARA CONCLUIR
ОглавлениеDe lo que hemos señalado hasta ahora se desprenden las potencialidades de Alexa en la investigación y enjuiciamiento de asuntos penales. Muy probablemente, pocos serán los casos en los que el altavoz inteligente grabe el hecho delictivo en sí. Aunque tampoco hay que descartarlo de plano. Imaginemos, por ejemplo, una víctima de violencia de género que está siendo agredida y que pronuncia la palabra de activación: quizás Alexa guarde unos segundos de grabación que podrían llegar a servir como prueba en el proceso.
No obstante, consideramos que, en la mayoría de los supuestos, Alexa ofrecerá información que podríamos calificar de “periférica”: pequeñas piezas de un puzle que, a la postre, pueden coadyuvar a esclarecer la comisión de un hecho delictivo. Por ejemplo, pueden determinar que una persona estaba en la escena del crimen: porque se escucha su voz de fondo, porque da una orden a Alexa... O, al contrario, pueden corroborar una coartada: por ejemplo, que mientras se estaba cometiendo el delito, la persona sospechosa se hallaba en su casa pidiéndole a Alexa que reprodujera los últimos éxitos musicales.
Lo que está fuera de toda duda es que hemos abierto la puerta de nuestras casas y de nuestras vidas a dispositivos –y no nos referimos exclusivamente a Alexa– que, como el dios mitológico Jano, son bifrontes: por un lado, nos reportan gran utilidad en nuestra vida diaria; pero, por otro, son el Gran Hermano que nos observa y al que, en cierta medida, nos hemos sometido sin oponer resistencia.
Aunque sea una absoluta obviedad, es importante llamar la atención acerca de la ingente cantidad de información personal que vamos desperdigando sobre nosotros día tras día: en redes sociales, en las más diversas aplicaciones... Siguiendo la teoría del mosaico27, estamos ofreciendo pequeñas teselas que conforman la imagen de quién somos, qué pensamos, qué hacemos o qué nos conmueve. Y lo más grave, en nuestra opinión, es que muchas veces no somos ni siquiera conscientes de ello.
A diferencia de Alexa, que nos escucha permanentemente, quizás nosotros nos estemos quedando sordos, si no es que ya lo estamos. Parafraseando a Saramago, “Sordos que oyen. Sordos que, oyendo, no escuchan”.
Sólo el tiempo dirá. Mientras tanto, que a nadie le extrañe que un día, desde el estrado, alguien pregunte: “Alexa, ¿juras o prometes decir verdad?” Y que ella responda: “Y nada más que la verdad”.