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El debate en América Latina: cuando el consumo se despega de la oferta. Causas y efectos

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Al margen de los planteamientos presentados por Alejandro Piscitelli (1995; 1998), que tempranamente llamó la atención acerca de una posible crisis del broadcast, el debate en América Latina estuvo impulsado claramente por Eliseo Verón (2009), quien en “El fin de la historia de un mueble” sintetizó sus intervenciones. El diagnóstico de Verón se centra principalmente en tres ejes: el fin de la programación, la crisis de la televisión como medio y el nuevo rol del espectador. Detengámonos un momento en estos temas, que encuentran puntos de contacto con los privilegiados en el debate llevado a cabo en el ámbito anglosajón.

La tesis de Verón, quien como una significativa cantidad de autores latinomericanos retoma la periodización presentada en “TV: la transparencia perdida” por Umberto Eco (1994) sostiene que, pasada la Paleo TV y la Neo TV, nos encontramos en una tercera etapa. Si durante la Paleo TV la institución emisora se ocupó del “mundo exterior” (la televisión como “ventana abierta al mundo”, como había postulado Eco), y durante la Neo TV la atención recayó en la televisión en sí misma y en el vínculo con el sujeto espectador,5 en la tercera etapa, de crisis de la institución emisora, el poder recae en el espectador. Esto se debe a que “la videocasetera, el control remoto, la preprogramación, fueron creando una distancia creciente entre el tiempo de la oferta y el tiempo del consumo” (Verón, 2009: 245). Esa distancia es la que desencadena, finalmente, la crisis de la programación (que no es otra que la crisis de la “grilla” de programación): los sujetos ya no tienen que ver los programas cuando la televisión los emite. Pueden, cada vez más, verlos despegados de la instancia de la emisión. Y explica también por qué la televisión tiene cada vez más problemas para programar la vida social.

No es difícil comparar la periodización que acabamos de reseñar con los temas centrales del debate anglosajón (hecho que confirmaría que la historia de los medios de comunicación masiva en Occidente presenta, en cierto nivel, un desarrollo global, porque si no, ¿cómo se explican lecturas tan semejantes?). Tanto Eco como Ellis y Katz sitúan el cambio aproximadamente hacia la década de los ochenta. Vista desde el presente, la historia de la televisión hasta esa década a nivel mundial se caracterizó por la “escasez” de la oferta (este hecho es característico de la era de los medios masivos). Si a lo señalado sumamos pocos aparatos receptores en el hogar, que obligaban al “visionado conjunto”, comprendemos el poder de la institución emisora. En la segunda etapa, principalmente gracias a la televisión por cable, aumenta la oferta (podemos recordar el amargo comentario de Eco sobre este hecho6), y en países como Estados Unidos aumenta la cantidad de aparatos en el hogar (en otros países este proceso es más lento). En la tercera etapa, tal como la postula Verón, el espectador tiene ya un gran poder: podemos ver lo que deseamos, cuando lo deseamos, etc. (hecho que observan también Katz y Ellis, aunque Ellis no haga referencia a esta etapa como la final).

En síntesis: la crisis de la televisión se debe a cambios en los dispositivos mediáticos, discursivos, y en las prácticas sociales de producción y recepción discursiva. Y a que se está volviendo cada día más evidente algo que se sospechaba: que en nuestra sociedad, los individuos poseen gustos diferentes y realizan (debido a su pertenencia identitaria a distintos grupos sociales), cada vez que pueden, elecciones diferenciadas (este fenómeno está estallando en los hogares en la medida en que las pantallas se multiplican y que cada uno puede elegir qué ver).7

Ahora bien, tal como lo acabamos de comprobar, es posible leer la última etapa como una nueva fase, como lo hacen Ellis y Miller, o como el fin de una era, como lo hacemos otros (Katz, Verón, Carlón). Este hecho nos revela lo difícil que es este debate y, a su vez, la pertinencia de la pregunta que nos hemos formulado: las diferentes lecturas, ¿son consecuencia de que conceptuamos de modo diferente a la televisión y a la historia de la mediatización o de que hay interpretaciones distintas a partir de procesos históricos en los que estamos de acuerdo? Hacia el final de este artículo brindaremos nuestro argumento acerca de por qué insistimos en que nos encontramos, más que en una nueva fase, en el final de un periodo.

Pero antes de sumergirnos en esa apasionante reflexión, queda un importante tema a tratar: ¿cuál es la situación de la televisión actual? Porque más allá de que consideremos que nos encontramos en el final de una era o en el inicio de un nuevo periodo hay algo que debemos reconocer: la televisión sigue. Continúa ofreciendo programas, renovando su programación, etc. (es decir, haciendo todos los gestos que históricamente la caracterizaron). ¿Pero como sigue? O mejor aún (desde nuestra perspectiva), ¿cómo sigue la televisión después del fin de la televisión?

TVMorfosis. La década

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