Читать книгу TVMorfosis. La década - Gabriel Torres Espinoza - Страница 20
La nube es el mensaje
ОглавлениеPara algunos se trata de una nueva “civilización bárbara”. En realidad, son colectivos multisegmentarios en lo etáreo y en los niveles socioeconómicos; colectivos en busca de un estatuto en el nuevo ecosistema, generaciones mediáticas sobreequipadas; personas conectadas colectivamente que ponen el foco en el contenido.
Habiéndose desarrollado el nomadismo como consecuencia de una exacerbación de la competitividad urbana, la tecnologización eleva y diversifica los puntos de contacto con el sistema cultural-mediático a niveles nunca antes alcanzados. La ciudad, que multiplica las instancias de espera, las discontinuidades en los desplazamientos y las transiciones temporal-mente costosas, estimula al ciudadano a deshacerse del cono anecoico en el que estuvo tanto tiempo encerrado. El nomadismo tecnologizado no es más que una reacción, un comportamiento sensible a las provocaciones posturbanas. El resultado es un ecosistema que no respeta las fronteras entre contextos antes dominados por una u otra práctica social, un soporte u otro. Las experiencias de consumo cultural redinamizan las relaciones entre actores sociales, contenidos y contextos. La progresiva desmaterialización de los contenidos (desapego de los soportes tradicionales) se acompañó de una rematerialización en múltiples pantallas.
Mientras que para algunas industrias culturales, como la editorial, el usuario siempre mantenía algún vínculo patrimonial sobre el contenido, en el caso de la televisión fue distinto. Aun cuando tuvo y tiene la oportunidad de descargar, grabar de un modo u otro el contenido, el televidente no lo hace o no tanto como podría esperarse. Aun así, el fenómeno de las rematerializaciones —el contenido que desapegado de sus soportes tradicionales es accedido a través de múltiples dispositivos-pantallas— atraviesa todas las experiencias de consumo cultural. Cada vez más, los contenidos televisivos son visionados fuera del televisor. En sentido inverso, los contenidos no producidos por el sistema de broadcast recorren el trayecto mucho más lentamente.
Los televidentes aprovechan el proceso de rematerialización para demandar mayor respeto por el valor de su tiempo. Esto tiene implicaciones en la definición del concepto de ubicuidad. No se trata de poner a disposición simultáneamente el mismo contenido a través de diversas pantallas ni tampoco de ofrecer los contendidos de manera apropiada para cada soporte. Exige que, alternando entre una pantalla y otra, el usuario no deba emplear su tiempo en una nueva búsqueda en cada pasaje, es decir, volver a bucear en la plataforma, identificar el capítulo, rastrear el time code donde dejó el visionamiento y retomar la fruición.
Si al salir del metro alguien ha detenido el visionamiento que realizaba en su dispositivo móvil, la pausa o el stop identifican el último iframe de lo que vio, de modo que, inmediatamente después de identificarse al ingresar nuevamente a la plataforma desde otro dispositivo —por ejemplo, una tableta o el smartTV—, la fruición lo espera para que, sin pérdida de tiempo, continúe con lo que estaba viendo a partir del punto en el que abandonó. Es la ubicuidad con un enfoque usuario-receptor (fruición), distinto del enfoque emisor (distribución) que velaba por la puesta a disposición.
La ubicuidad es connotada por los recursos y servicios accesibles a través de la nube. La pérdida de significación de los contenidos, de los contextos y de los actores sociales está estrechamente relacionada con el rol que juega la nube, el cual consiste en gestionar accesos a un contenido inmaterializado. Desde la perspectiva del bien simbólico, los principales cambios a los que está asociado el nuevo paradigma de la ubicuidad son los que introduce la inmaterialidad y los servicios. El paradigma que caracteriza los mainstream media asociados al fluir, que estaba siendo cuestionado por el paradigma de la descarga (parcial o total) del contenido, sale reforzado o, si se prefiere, su declive se aminora o se pasa a un punto plano. Hasta podría revertir su decadencia. Bajo el rigor panóptico, nada quedaría almacenado en el dispositivo-receptor. La tecnología de recepción está más vinculada con los servicios alrededor del contenido, incluidos todos los procesos de manipulación y tratamiento, que con el almacenamiento. Los servicios asociados al intercambio, adscritos a la disposición holóptica que la nube adopta en apariencia, compensan el rigor de la centralización. Por supuesto, queda aún por ver qué harán los usuarios, que siempre sorprenden haciendo de las suyas.
Con los servicios de la nube, el estatuto de televidente, aunque desde el punto de vista de la oferta de contenidos no se ve modificado, sí se ajusta a la caracterización de licenciatario, es decir, de usuario de servicios. El capital de mediatización de la nube permite superar el nivel alcanzado por las configuraciones anteriores de la red. Mientras que su valoración social y cultural es aún incipiente, su aporte a la competitividad económica alcanza ya la misma magnitud que las expectativas de las industrias de contenidos sobre la capacidad real de garantizarle sus derechos mejor que cualquier otra fórmula conocida. La industria seguirá necesitando una revisión de la legitimidad cultural sobre la cual ha fundado su progreso, pero la nube se encargará, mientras tanto, de asegurar el control de los accesos a los contenidos. Resultado de un entramado tecnológico, político y económico, tiene implicaciones sociales y culturales insospechadas. La nube es ahora el mensaje.