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Hacia una nueva agenda

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Las perspectivas que se plantearon más arriba intentan analizar el sentido que puede tener la resemantización de la activación y de las prácticas de los sujetos comunicantes en torno al sistema televisivo, proceso que se inscribe obligadamente en las nuevas problematizaciones acerca de los costos culturales, sociales, políticos y económicos de las mediaciones propias de la era industrial, aquellas que pautaron las formas que debían adoptar la fruición y el trabajo, y moderaron las tensiones entre ocio y producción a favor de una ecología de medios eficiente respecto de los fines de los sistemas de producción de la época. La resignificación es un proceso incipiente que ya implica una nueva ecología de mediadores. Originarios e inmigrantes que, a esta altura, ni son tan nuevos ni tan tradicionales: todos un poco demodé, todos conversos.

La reflexión sobre esta resignificación debería focalizar sobre cuatro operaciones de la mediación. Por un lado, sobre las operaciones que pretenden seguir cumpliendo el objetivo de sustituir significados y propósitos (operaciones de didactización). En esta dirección, se eleva la tensión entre la capacidad del emisor de producir sentido bajo un modelo “autoritativo” fundado en la idea de que la legitimación comunicacional emana de la acreditación meritocrática (cultura, profesionalismo, autoridad intelectual) y de la habilitación administrativa (regulación), por un lado, y por otro, la recepción crítica en la cual la especulación y la construcción individuada de sentido se apoya cada vez más en un modelo “social”.

Segundo, las operaciones prescriptivas están sujetas más intensamente al paradigma de “hacer cosas” en lugar de “especular con ideas”. En la era de las argumentaciones, la disposición de los pares (demos) ante los prescriptores (meritus) parece modificarse. En el nivel de concreción más práctico, se observa un incremento de las interacciones y una viralización de las mismas, mayormente producidas de forma horizontal, es decir, entre nodos (autómatas o máquinas manipuladas por humanos) que intercambian información, comparten una opinión o recomiendan con menor o mayor carga argumentativa a los miembros de su tribu cómo aprecian lo que ven o informan acerca de lo que harán. Se debilitan las mediaciones a medida que los usuarios identifican su esmerilado ratio costo/beneficio. Por un lado, los costos directos o emergentes, como el acceso a la red, el consumo obligado de publicidad e, incluso, el pago de una suscripción, y por otro lado, el costo latente, simbólico, cultural y social. Para comparar, utilizan criterios similares a las generaciones mediáticas anteriores, pero regulados de manera diferente; por ejemplo, la calidad de la fuente de información. Más tiempo conectado a lo unívoco, unidireccional y vertical, representa menos tiempo para la participación, el intercambio comunicativo, la horizontalidad, el compartir. La rebelión de las audiencias está ahora al alcance de casi todos, al menos de quienes pueden acceder simultáneamente a un dispositivo móvil conectado mientras miran televisión, escuchan radio o ven un filme en la sala de cine. Apilan medios, solapan consumos. La prescripción “autoritativa” pierde valor. La recomendación en la inmediatez, leída improvisadamente, compartida de manera furtiva y desapegada de los intereses que pueden perseguir los prescriptores tradicionales, gana espacio. Es suficiente que una alerta preventiva proveniente de un par emerja en la pantalla del móvil, para que el receptor se active casi simultáneamente con su dispositivo, y se movilice. Horizontalidad y verticalidad alternan entre la competencia y la complementariedad.

Tercero. Las operaciones de curaduría, en las que el valor agregado era apreciado en función de dos criterios: a) la selección y orden de la “muestra” (la principal operación del periodismo consiste en recortar la realidad en función de su público, su propia ideología y la línea editorial del medio, alejado de toda pretensión de exhaustividad) y b) la calidad de las remisiones (la calidad comparada entre el punto de partida y la nueva fuente). En los nuevos escenarios, se agregan c) el grado de personalización del contenido fundado en la información del sistema acerca del conocimiento del usuario sobre el tema (semantización/individuación) y d) la capacidad de enriquecer el contenido con la participación sincrónica de los usuarios (la versión más cara de un ebook es aquella en la que los lectores pueden leer los comentarios de los otros lectores y compartir los suyos, todo eso en línea).

Finalmente, la operación de evaluación que atraviesa las tres primeras: la transposición (didactización), la prescripción (recomendación) y la curaduría (selección/orden, remisión, semantización, participación). Según el nivel de las competencias de recepción (lectura), apropiación (manipulación) y participación (escritura, intercambio) del usuario, la evaluación de las propuestas (mediaciones) simultáneas se hace en términos de valencia (nivel de deseo de la persona por alcanzar determinado objetivo o realizar una actividad), la expectativa (la convicción que posee de que el esfuerzo le permitirá alcanzar el objetivo) y la instrumentalidad (el juicio que efectúa la persona de que una vez realizada la tarea, la valoración por parte de terceros implicará alguna recompensa) (Vroom, 1964).2 Las tensiones se multiplican. ¿Qué deseo más (valencia), la fruición/información que me provee el sistema televisivo o la relación lateral, la comunicación interpersonal?, ¿atender a la historia me dará el disfrute que espero (expectativa)?, ¿será tan buena o mejor que ayer?, ¿valdrá la pena? En las redes siempre se puede bifurcar, siempre hay una respuesta a una pregunta, siempre hay más de lo que se ve. ¿El resultado estará a la altura de las expectativas?, ¿el conocimiento que obtendré, la experiencia que tuve, me permitirá elevarme frente a los demás (instrumentalidad)?, ¿haber visto el momento clave (“lo vi” → “yo estuve”), haber visionado la escena más dramática, haber descubierto la brecha en el guion será mejor apreciado que compartir experiencias y contenidos con los pares?, ¿comprometerme en la autoría compartida de un fanwork me convertirá en un experto de la tribu, un nuevo referente social en el asunto, en la serie o en el personaje?

Como hemos visto más arriba, los nuevos escenarios de la convergencia están particularmente connotados por seis factores: a) una economía de grupos fundada en una reorganización de la sociabilidad; b) un alivianamiento de las infraestructuras que introduce una reorganización de los flujos de intercambio; c) las intersecciones de plataformas horizontales y verticales; d) las transformaciones de la modernidad globalizada (generaciones mediáticas, generaciones globales); e) el sentido que adquieren las “reapropiaciones” (la relación entre lo propio y lo ajeno, el resurgimiento del procomún) y las formas que adquiere el control sobre los accesos a los contenidos; f) la legitimidad social, cultural y económica de las industrias de contenidos.

Mientras tanto, es evidente que la televisión ha perdido la virginidad sobre la que velaba su soporte tradicional, lo que es mucho más costoso que un rito de pasaje y jamás podrá repararse. Nada será como antes para el sistema televisivo. Elogiemos su metamorfosis.

TVMorfosis. La década

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