Читать книгу TVMorfosis. La década - Gabriel Torres Espinoza - Страница 21

Nuevas problematizaciones de la recepción

Оглавление

Al mismo tiempo, los servicios, mayormente caracterizados por ofrecerse sin contraprestación económica visible, no implican necesariamente una renovación de las expresiones estéticas ni nuevas narrativas; tampoco un salto de paradigma tecnológico, ya que bajo nuevas apariencias subyacen disposiciones tecnológicas conocidas. Lo más significativo que ocurre consiste en que, a través de la nube, se reorganizan las fuerzas capaces de promover un sentido colectivo. Como siempre, la producción de sentido seguirá siendo el resultado de la recepción. Pero, con la trasformación del estatuto de las mediaciones que conlleva el desarrollo de la nube, quedan más expuestos los sujetos narrativos y sus relaciones, así como se evidencian huellas acerca de los procesos de recepción, cada vez mas frecuentemente compartidos remotamente.

Hace tiempo que la falsa dicotomía, proveniente de las tradiciones político-filosóficas, entre una sociedad considerada como algo extraindivi-dual y un individuo considerado como algo extrasocial (Elias, 1990: 180), ha sido reemplazada por un campo de problematizaciones más complejo. Por un lado, estas problematizaciones consideran los dos conceptos como dimensiones de los seres humanos, distintas pero inseparables, y por otro, asumiendo que desconocemos la verdadera relación entre la multitud y el ser humano tomado aisladamente, considera individuo y sociedad en su naturaleza procesal (Elias, 1987: 16).1 Abandonado el concepto homo clausus (sujeto libre, singular y autónomo, “una casa sin ventana”), la problematización hace foco en un nuevo campo, considerado como “proceso abierto”, homines aperti, un colectivo de sujetos plurales situados en un entramado de interdependencias entre pares (Elias, 1990: 126-142), un orden que es “más fuerte y coactivo que la voluntad y la razón de los individuos aislados” (Elias, 1987: 450). Al mismo tiempo que estos procesos conciernen a personas como entidades con doble pertenencia identitaria, lo local y lo global, lo próximo y lo extraño, las audiencias se han vuelto muchedumbre. Aunque el mundo no es tan plano como se ha querido decir (Friedman, 2006), en la práctica, millones de usuarios se relacionan entre sí de manera transparente, alter-nando entre una posición invisible (mayoritaria) y una visible (la menos adoptada) para el sistema, haciendo caso omiso de aquello que identifica lo propio de lo ajeno, involucrándose en procesos complejos de reapropiación y cocreatividad, compartidos remotamente.

La nube, cuya dimensión tecnológica es preexistente a los fenómenos que analizamos, tiende ahora a desarrollarse en su función social, económica, política y comunicativa. Se consolida en su rol de metamediación, la que opera eficientemente en los nuevos escenarios transmediales, experiencias connotadas tanto por las formas de consumo en las que el usuario alterna entre canales de maneras muy diversas como por la activación de los sujetos como productores de contenidos y por las formas que adopta la sociabilidad entre ellos. Una transmedialidad en la que abundan los hipotextos, fragmentos y nuevas narrativas, mensajes acortados como hiperbrevedades, tanto como los hiperobjetos (objetos compuestos de infinitas remisiones/hipervínculos).

Esparcidos por doquier, los nodos de acceso a la red se multiplican. Personas con dispositivos y dispositivos sin personas al mando. Habién-dose vuelto contagiosa la conversación entre ellos, la recepción televisiva se halla en un nuevo escenario. Primero fue la recepción colectiva (n → 1), luego los televisores penetraron y se arraigaron en las habitaciones para un consumo segmentado (1 → 1) en tiempo y espacio. Con la popularización de los dispositivos móviles, netbooks, tabletas y teléfonos, los consumos ya no respetan los contextos ni los horarios tradicionales. Durante el horario laboral o en el trayecto de casa a la universidad, visiona el capítulo que no pudo ver ayer por la noche. Sin abandonar su dispositivo móvil, se aposenta frente al televisor. Con una mirada compartida entre dos propuestas, la televisión y las redes sociales, lo unívoco y lo conversacional, lo vertical y lo horizontal, el televidente-usuario es el principal protagonista de un nuevo escenario. El resultado, un apilamiento de medios y un solapamiento de consumos. Un ejercicio de hiperzapping entre pantallas.

El “televidente” es simultáneamente “usuario”. En este juego, la pequeña pantalla lleva las de ganar. Lo individuado es más significativo que lo masivo. Para la pequeña pantalla, todo el espacio que ocupe en esos contextos es beneficio neto con un costo marginal, mientras que para el sistema de broadcast, toda distracción va en detrimento de su valor económico sustentado en lo que los anunciantes están dispuestos a pagar para acompañar el mensaje.

La segunda pantalla absorbe una significativa parte del tiempo del televidente-usuario. Cada vez más usuarios de las redes sociales hablan de lo que están viendo, qué opinión les merece la actitud del personaje o el rumbo que toma la historia. Con todas las plataformas activadas, Facebook, Twitter, mensajería de texto, correo electrónico o alguna plataforma especializada, el televidente no deja de interactuar. Al mismo tiempo responde los mensajes de los clientes que no respondió durante el horario laboral, conversa con el primo de Canadá y tuitea sobre el programa que está por empezar. Las burbujas de ocio explotan al contacto con las burbujas sociales. Nunca tanto como ahora, los medios masivos han sido de recepción tan individuada. Desde que los medios sociales encontraron los dispositivos móviles, el juego ha cambiado de escala.

TVMorfosis. La década

Подняться наверх