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D.La estancia de Pablo en Corinto
ОглавлениеDurante este viaje, Pablo permaneció en Corinto un tiempo relativamente largo, entre un año y medio y dos años, todo el tiempo que pasó en el resto de las paradas en este segundo viaje combinado, más de lo que acostumbraba a quedarse en otros sitios. No llevó a cabo un trabajo a la ligera en Atenas o en las iglesias de Macedonia – pero en algunos casos era imposible quedarse más tiempo, y por lo menos en Corinto disfrutó de un respiro antes de que la situación se pusiera fea y su vieja compañera, la persecución, regresara y se hiciera horrible. Las otras iglesias, privadas de la presencia paulina, contaron con Silas, Timoteo, Lucas y tal vez otros encargados de su formación espiritual. Las así denominadas secciones “nosotros” de Hechos sugieren que Lucas, el autor, no estaba presente en Acaya en ese viaje ni en el siguiente, aparentemente se quedó trabajando en Macedonia, al norte. Pero Silas y Timoteo iban y venían a donde se encontraba Pablo, salían con sus instrucciones, y por lo menos con dos de sus epístolas (1 y 2 Tesalonicenses), mientras Pablo mismo no podía regresar a esas ciudades volátiles (1 Tesalonicenses 2:17-18).
¿Trataba Pablo de crear una base misionera para toda la región en Corinto, como lo hizo durante sus 2-3 años en Éfeso en su siguiente viaje? Si este era el objetivo paulino, parece que no resultó. En los cincuenta, la iglesia corintia era un drenaje neto, agotadora, para Pablo. Aún después, desde Éfeso, él invertía una enorme cantidad de energía en mantener a los corintios en el camino. El trabajo misionero en Corinto había sufrido por las disensiones y por la tendencia de estos a magnificar las experiencias carismáticas individuales. Mientras tanto, las iglesias fundadas apresuradamente en Filipos (Filipenses 1:27, 4:3) y Tesalónica se desarrollaron como iglesias y como centros misioneros (cf. por ejemplo 1 Tesalonicenses 1:8: “Partiendo de ustedes, el mensaje del Señor se ha proclamado no solo en Macedonia y en Acaya, sino en todo lugar...”)16.
No es el propósito de Hechos ni el de las cartas paulinas narrar todos los eventos. Hechos no menciona dos cartas a los tesalonicenses y una a los romanos escritas por Pablo desde Corinto. Tampoco se menciona la “visita dolorosa” (2 Corintios 2:1, 12:14, 13:1) o la discordia en la iglesia que ocasionó la composición de 1 Corintios17. No se cuenta con muchos datos acerca de los movimientos de cada uno de los individuos que formaban el equipo paulino.
Aún así, el registro de Hechos es suficiente para recrear un cuadro general de lo sucedido. Primero, parece que Pablo trabajó por un lapso de tiempo mientras vivía con Priscila y Aquila, ocupándose con diligencia en su oficio del cuero para mantenerse (Hechos 14:4; cf. 1 Corintios 9:3-19). La artesanía del cuero en tiempos antiguos no era la producción mecanizada que tenemos en nuestra época. Pablo y Aquila trabajaban con herramientas manuales en una tienda pequeña situada en el mercado principal. La calle era muy transitada todo el día por creyentes potenciales, la gente podía sentarse y conversar con Pablo acerca del evangelio mientras él trabajaba. Aunque las horas transcurrían lentamente, Pablo no tenía que responder ante un jefe. Además, él podía asistir a la sinagoga todos los sábados y ejecutar su prerrogativa ancestral de abrir la Torá ante la congregación, o en su defecto, al menos podía abrir un diálogo con los asistentes (Hechos 18:4).
Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia, tal vez se pudo dedicar al trabajo misionero a tiempo completo (si de veras este es el sentido de Hechos 18:5). Quizá fue este estallido de energía lo que le hizo romper con la sinagoga, después de todo ellos se opusieron a él con fuerza (18:6). Abandonó la sinagoga y estableció su cuartel general en casa de Tito Justo –un cristiano gentil de nombre latino– y ganó para el Señor tanto a Crispo, presidente de la sinagoga, como a otros corintios (18:7-8). Pablo experimentó una visión en la cual Cristo lo guiaba a quedarse en Corinto (18:9-10) y entonces permaneció allí un año y medio en total (18:11). Parece probable, que la mayor parte de este tiempo se cuente después de que Pablo abandonó la sinagoga.
Pasado ese tiempo, sucedió la explosión: los judíos llevaron a Pablo ante el tribunal de la corte del procónsul senatorial, Lucio Junio Galión. Supuestamente esto ocurrió un poco después de que Galión iniciara su gobierno, a finales del año 51 o principios del 5218. Pablo se presenta ante la bēma o tribunal, posiblemente en la misma plataforma hallada actualmente en medio de las ruinas de Corinto. El propósito de este acontecimiento no se menciona en Hechos: tal vez no pretendían más que colocar a Pablo en una situación difícil con respecto de Roma.
El plan judío falló completamente. La primera tarea de Galión como juez romano fue decidir si debía aceptar cualquier demanda. Si su sentido común le impedía intervenir en la disputa doctrinal de una secta minoritaria (18:14-16), fue su apatía la que selló el caso (la NVI capta bien su actitud en 18:17). Los judíos no podían forzar a Galión a castigar ni a expulsar a Pablo por ser un mal judío. En efecto Galión escogió no ver el cristianismo como una religión distinta del judaísmo legalmente reconocido. Luego de que el caso se cerrara en la corte, “ellos” (¿los judíos?, ¿los gentiles espectadores?, el griego no es claro aquí) apalearon a otro jefe de la sinagoga llamado Sóstenes en frente de los tribunales. Tal vez este hombre fuera el mismo asociado con el nombre de Pablo en 1 Corintios 1:1, aunque Sóstenes era un nombre bastante común y no es claro que el mencionado en Hechos fuera cristiano, o llegara a serlo. Quizá el hecho de apalearlo no tenía propósito: los judíos estaban frustrados, por eso descargaron su enojo con la primera persona que se encontraron.
De cualquier modo, a Pablo no se le forzó a dejar la ciudad. Él mismo decidió partir, pero solamente después de “algún tiempo” (literalmente después de “un número de días”, 18:18). Esto contrasta con las salidas rápidas de Filipos (16:39-40), de Tesalónica (17:10) y de Berea (17:14; cf., además, 13:50-51; 14:6, 20).
Finalmente, Pablo sentó las bases para su tercer viaje misionero mientras todavía realizaba el segundo, al pasar por Éfeso y dejar allí a Aquila y a Priscila. Cuando él regresó a Éfeso en el año 54, ya contaba con una base junto con sus amigos y con un nuevo centro de operaciones, partiendo de Corinto hasta el otro lado del Egeo.